El líder islámico Muhammad Iqbal escribió hace 70 años versos que ahora parecen proféticos: «Afganistán es la clave de la estabilidad asiática. Habrá lucha en Asia si la hay en Afganistán. Asia estará en paz si Afganistán lo está».
Iqbal fue el primer impulsor de la creación de Pakistán como Estado independiente para los musulmanes, y este país lo reconoce como poeta nacional. En la actualidad, está más vigente que nunca su afirmación sobre Afganistán, un país que luce inmune al paso del tiempo.
La situación afgana, cuanto más cambia, más igual permanece.
El rey afgano Muhammad Zahir Shah, de 87 años, fue derrocado en 1973 y estuvo exiliado desde entonces en Roma. Había llegado al trono en 1933, el mismo año en que Franklin Delano Roosevelt fue elegido presidente de Estados Unidos, y Adolfo Hitler se convirtió en canciller (jefe de gobierno) de Alemania.
Roosevelt y Hitler son parte de la historia del siglo pasado, pero el ex monarca afgano aún es relevante para el futuro de su devastado país, en el cual es quizás el personaje más popular.
A comienzos de este mes, el acuerdo alcanzado en Bonn para formar un gobierno afgano de transición, en una conferencia convocada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), incluyó estas referencias al ex rey, reveladoras de la autoridad que conserva:
«Los participantes en las conversaciones de la ONU sobre Afganistán han invitado a su majestad Muhammad Zahir, ex rey de Afganistán, a presidir la Administración Interina. Su majestad ha indicado que preferiría la selección como presidente de la Administración Interina de un candidato adecuado y aceptable para los participantes.»
Zahir Shah no es el único anacronismo en Afganistán, donde la última guerra fue librada con bombas de tecnología avanzada pero también a caballo, y milicianos escondidos en cuevas se enfrentaron con la maquinaria bélica más refinada.
Hay tres bases para ser optimista sobre lo que puede ocurrir el año próximo, y la primera de ellas es histórica.
De los últimos 30 años de historia afgana, casi 23 fueron de guerra. En esas tres décadas hubo intervenciones de la ex Unión Soviética y de Estados Unidos, monarquía, república, un régimen marxista y el del movimiento Talibán, fundamentalista islámico y con normas casi medievales.
Muchas naciones destruidas por la guerra han sido capaces de resurgir y volverse prósperas y estables. Así ocurrió con Alemania, Japón, Corea y Vietnam, entre otras.
La historia de Afganistán muestra los talentos y habiidades de un pueblo fuerte y tenaz, capaz de superar la adversidad, y sus diplomáticos ganaron fama de pragmáticos y flexibles.
Esas características fueron evidentes durante los nueve días de negociaciaciones en Bonn, que pusieron fin a nueve años de conflicto entre facciones, tras el derrocamiento en 1992 del régimen de Mohammed Najibulah.
Fueron afganos algunos de los guerreros más feroces de la historia regional reciente, que conquistaron territorio indio en varias ocasiones, pero también son recordados por su buen gobierno.
Sher Shah Suri, gobernante afgano de India durante cinco años del siglo XVI, sentó las bases modernas de los sistemas administrativo, tributario, de correos y de transporte de ese país.
En segundo lugar, Afganistán es de hecho, tras 23 años de conflicto, una federación de tribus y grupos étnicos, con fuerte incidencia de señores de la guerra. Pero casi todos los grupos y sus jefes integran el gobierno interino, y todos coinciden en que el país debe unificarse y mantener integridad territorial.
Ese consenso, compartida por todas las naciones vecinas, es un buen punto de partida para dejar atrás décadas de venganzas, e iniciar procesos de reconciliación y reconstrucción.
En tercer lugar, la ubicación estratégica del territorio afgano es un incentivo al apoyo de países donantes y al comercio con los países vecinos, que lo puede transformar en un centro de gravedad regional.
Afganistán es el camino desde Asia Central al Golfo, y desde India y Pakistán a Asia Central, así como la clave de la estabilidad de la vecina provincia sudoccidental china de Xinjiang, donde actúa un fuerte movimiento independentista de la musulmana etnia uighur.
También es un puente hacia Rusia, mediante las vecinas repúblicas ex soviéticas de Asia Central.
Los pueblos de Irán y Turquía tienen fuertes vínculos culturales, económicos y políticos con etnias y grupos lingüísticos afganos, y la incidencia más fuerte de Israel en Asia Central se registra en Uzbekistán, vecino de Afganistán.
El presidente afgano interino, Hamid Karzai, destacó la unidad en la diversidad el 22 de diciembre en Kabul, al asumir el gobierno, mediante un discurso en dos idiomas, el pashtu y el darri.
La vestimenta de Karzai también expresó la mezcla de culturas, ya que llevaba un amplio manto uzbeko sobre la tradicional combinación de larga camisa y amplios pantalones de la etnia pashtun, y una gorra de piel de becerro como las empleadas por afganos de varios grupos étnicos.
«Debemos ser primero y sobre todo afganos, por encima de la petenencia a un grupo étnico», afirmó. (FIN/IPS/tra- eng/mh/js/mp/ip/01