Otro militante palestino suicida hizo estallar este miércoles una bomba en el centro de Jerusalén que dejó dos heridos, pese a las fuertes medidas de seguridad en vigor desde los atentados del fin de semana, que mataron a 25 israelíes.
El último ataque, frente al céntrico David Citadel Hotel, se produjo en medio de una campaña de intensos bombardeos de Israel en territorios palestinos, destinados a presionar al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yasser Arafat, a reprimir a las organizaciones radicales.
El atentado puso en evidencia la dificultad de impedir actividades terroristas en cualquier territorio, y probablemente aumentará el enojo de Israel contra Arafat por considerar que no hace lo suficiente por reprimir a los extremistas.
«¿Dónde está la comunidad internacional?», preguntó el líder palestino en una entrevista concedida al canal televisivo de noticias CNN.
Pero esperar en este momento alguna ayuda de la comunidad internacional no parece acertado. No sólo Estados Unidos, sino también Rusia e incluso la Unión Europea respaldan la exigencia israelí de represión de los grupos radicales.
Las críticas a las tácticas militares de israel contra la ANP se acallaron tras los atentados con bomba del fin de semana, reivindicado por las organizaciones extremistas Hamas y Jihad Islámica.
El primer ministro de Israel, Ariel Sharon, culpó a Arafat directamente por los ataques, porque esos grupos operan desde territorio bajo su control.
Mientras, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, congeló las cuentas de tres organizaciones vinculadas con Hamas en ese país, en una clara señal de apoyo al gobierno israelí.
«Los que hacen negocios con el terrorismo no hacen negocios con Estados Unidos», sentenció Bush, quien dio rienda suelta a Israel para responder a los ataques al declarar que la reacción quedaba por cuenta de Sharon.
Bush consideró a Hamas una organización determinada a destruir el estado de Israel.
Por su parte, el gabinete israelí declaró que la ANP es «una entidad que respalda el terrorismo». Esta declaración no tiene peso legal y los acuerdos de paz de Oslo aún son válidos, pero significa la interrupción de los escasos vínculos diplomáticos y nuevas medidas militares contra los palestinos.
El gabinete también declaró que la guardia presidencial de Arafat, llamada Fuerza 17, es una organización terrorista, al igual que la milicia Tanzim del partido Al Fatah que dirige Arafat.
«Yasser Arafat es responsable de todo lo que allí ocurre. Arafat hizo una elección estratégica y su estrategia es el terrorismo», afirmó Sharon, quien prometió usar todos los medios a su alcance para atrapar a los terroristas.
Fuerzas israelíes reocuparon esta semana ciudades de Cisjordania bajo control de la ANP, de las cuales se habían retirado pocos días antes. En Ramalá, se encuentran apenas a cientos de metros de la propia oficina de Arafat.
Helicópteros y aviones de combate israelíes atacaron objetivos vinculados con el líder palestino y sus fuerzas de seguridad. En Gaza, destruyeron helicópteros palestinos, y en Ramalá dispararon un misil contra una estación de policía vecina a la oficina de Arafat.
Hasta ahora, dos palestinos murieron y 100 resultaron heridos en la campaña de represalia israelí.
La campaña se produjo luego de tres atentados perpetrados por radicales palestinos el fin de semana en Jerusalén y Haifa. La semana anterior, otra serie de ataques había causado la muerte de seis israelíes.
Muchos palestinos arguyen que los atentados son una respuesta a los ataques de Israel contra su pueblo, en particular a la muerte de cinco escolares en Gaza, hace dos semanas, y al asesinato de Mahmoud Abu Hanoud, el comandante militar de Hamas en Cisjordania.
En la ciudad israelí de Haifa, 15 personas murieron cuando un terrorista suicida hizo estallar una bomba en un autobús lleno de gente, en un barrio árabe-judío.
Pero se cree que el ataque anterior en Jerusalén, que mató a 10 personas, tuvo mayor impacto en Israel. Dos militantes suicidas hicieron estallar bombas adheridas a sus cuerpos en la noche del sábado. Los 10 muertos y muchos de los heridos eran adolescentes y jóvenes.
Veinte minutos después de ese ataque, un auto-bomba estalló en la misma área, supuestamente para matar a los rescatistas.
La indignación de la ciudadanía puso una fuerte presión sobre las autoridades israelíes.
«Quiero la paz, pero ahora creo que hay que matar a los árabes, porque cuanto menos haya, más rápido tendremos paz», declaró un joven israelí de 17 años que perdió cuatro amigos en el ataque de Jerusalén.
Pero la represalia israelí no cuenta con una aceptación universal. El centroizquierdista Partido Laborista dirigido por el canciller y ex primer ministro Shimon Peres se retiró de la sesión del gabinete en que la ANP fue considerada una entidad que respalda el terrorismo.
Peres dijo a los ministros laboristas que él no participaría de la eliminación de Arafat ni de la ANP, según trascendió.
Sin embargo, por el momento el Partido Laborista permanecerá en la coalición de «unidad nacional» de Sharon.
Peres es partidario de dar a la ANP la oportunidad de probar que puede reprimir a los terroristas por sí misma.
Por su parte, la ANP detuvo a más de 100 activistas de Hamas y Jihad luego de los últimos atentados suicidas. (FIN/IPS/tra-en/fb/sm/mlm/ip/01