Pacifistas indios reclamaron al gobierno que no permita que el atentado del 13 de diciembre contra el parlamento, atribuido por Nueva Delhi a terroristas pakistaníes, arrastre al país a una nueva guerra contra Pakistán.
En respuesta al despliegue de misiles de Pakistán en la frontera común, el ministro de Defensa de India, George Fernandes, dijo este miércoles que «los sistemas de misiles están en posición».
El martes, día de Navidad, grupos pacifistas iniciaron una serie de manifestaciones en favor de la paz.
«Nadie en Asia meridional quiere una guerra», dijo el ex primer ministro de India, Inder Kumar Gujral, quien procura promover contactos personales entre funcionarios de ambos estados rivales y con arsenales nucleares.
«Intentamos decir al gobierno que 80 por ciento de los indios están preocupados por alimento y cobijo antes que por la guerra», sostuvo Saeeda Hameeda, ex integrante de la Comisión Nacional para las Mujeres.
Las voces sensatas son marginadas por un peligroso discurso de histeria belicista desde el ataque suicida contra la sede del parlamento, sostuvo Hameeda, al participar de los actos pacifistas.
India y Pakistán, surgidos como naciones separadas en la independencia del imperio británico en 1947, libraron dos guerras abiertas, en 1965 y 1971, y una no declarada en 1999, a raíz de su disputa por el destino de la región de Cachemira.
Islamabad detuvo al líder de Jaish-e-Mohammed (Ejército de Dios), Maulana Masood Azhar, y confiscó los depósitos bancarios de la organización y de Lashkar-e-Toiba (Soldados de Dios), grupos islámicos cachemires a los que Nueva Delhi acusa del atentado al parlamento, en el que murieron 14 personas.
Pero India afirma que esas medidas son insuficientes y reclama la entrega de Azhar para juzgarlo.
«Es un truco. La cosmética congelación de activos es una parodia ante la enormidad y gravedad de la situación», dijo el ministro de Asuntos Exteriores de India, Jaswant Singh, tras la reunión este miércoles del Comité Ministerial de Seguridad.
Las autoridades indias identificaron a los cinco atacantes suicidas muertos en el atentado, y aseguran tener pruebas de que el acto fue preparado por Jaish-e-Mohammed y Lashkar-e-Toiba con el respaldo de ISI (Inter Services Intelligence), el servicio de inteligencia pakistaní.
En los últimos días se intensificó el emplazamiento de tropas, tanques y misiles a ambos lados de la línea de control, la frontera provisoria que divide a Cachemira en una zona pakistaní y otra india, así como la evacuación de las aldeas indias cercanas, bajo continuo fuego cruzado de artillería.
La semana pasada Nueva Delhi retiró de Pakistán a su alto comisionado, el principal representante diplomático en el vecino país, y suspendió el transporte ferroviario y de autobús a través de la frontera, en protesta por lo que consideró «vínculos» de Islamabad con los grupos que perpetraron el atentado.
India advirtió que ésas eran apenas las primeras medidas diplomáticas, calificadas como «arrogantes» por Pakistán.
Otra señal de alarma fue la cancelación del desfile militar del 15 de enero, Día del Ejército, con el fin de disponer de tropas y armamentos en otras zonas del país.
El Comité Ministerial de Seguridad, que comenzó a sesionar este miércoles presidido por el primer ministro Atal Bihari Vajpayee, estudia reducir aún más las misiones diplomáticas en ambas capitales y dejar sin efecto el tratamiento de nación más favorecida, otorgado a Pakistán en forma unilateral por India.
Nueva Delhi también revisa el tratado para compartir el uso de las aguas del río Indo y el permiso a la aviación comercial pakistaní de sobrevolar territorio indio.
Para el movimiento pacifista, tales medidas no afectarán al régimen militar de Pakistán, encabezado por Pervez Musharraf, y sólo causarán más penurias a la ciudadanía.
«La gente común es la que resulta afectada por estas acciones, como la suspensión de los servicios de autobús y trenes y la prohibición de vuelos comerciales», sostuvo Hameeda.
El gobierno de Musharraf ha hecho lo suficiente ante las difíciles circunstancias y la presión de sectores extremistas internos, estimó Kamal Mitra Chenoy, profesor de la Universidad Jawharalal Nehru.
Musharraf condenó a los grupos extremistas, actuó contra ellos y detuvo a Maulana Azhar, «ningún gobernante militar en la historia de Pakistán fue tan lejos», arguyó Chenoy.
El universitario subrayó que el mandatario pakistaní criticó duramente este miércoles al fundamentalismo islámico de su país, en un acto público en la ciudad portuaria de Karachi.
«El mundo nos identifica con el analfabetismo, el oscurantismo y el extremismo», dijo Musharraf, quien sin embargo advirtió que su país cuenta con armamento nuclear y está listo para una acción militar.
El movimiento antibelicista en ambos países planifica marchas por la paz a través del cruce fronterizo de Atari, en la víspera de Año Nuevo, en busca de persuadir a ambos gobiernos que detengan la escalada.
El Comité de Ciudadanos por la Paz, con sede en Islamabad, propuso «pasos conjuntos para presionar en favor de la contención, el diálogo, la firme acción contra los terroristas, el cese de actos de opresión estatal y la resolución de los problemas entre los dos vecinos». (FIN/IPS/tra-eng/rd/dc/ip/01