El público de Gran Bretaña dispone desde hace 15 años de una feria de Navidad diferente, que pone el acento en prácticas comerciales éticas y sustentables. Pero los regalos del comercio justo son, por lejos, mucho más costosos.
El alcalde de Londres, Ken Livingstone, fue recibido con aplausos cuando acudió el pasado fin de semana a la feria de dos días, organizada por empresarios que adhieren al comercio justo y organizaciones benéficas, bajo el lema «Una Navidad con conciencia».
Pero los aplausos duraron poco, porque Livingstone —un independiente desprendido del ala izquierdista del gobernante Partido Laborista— ingresó a Conway Hall, en el centro de la capital británica, cargando dos bolsas de la tradicional tienda Selfridge's, representante del sector del cual la feria pretende diferenciarse.
Más allá del éxito de ventas, la actividad fue sobre todo un acto de desafío político para organizadores y comerciantes.
«En toda Gran Bretaña y en el mundo, cada vez más gente comprende que las normas del comercio global son injustas y que algo debe cambiarse», sostuvo Lara Marsh, del Movimiento para el Desarrollo Mundial, una de las instituciones organizadoras junto con Oxfam y War On Want.
Normas comerciales «más justas y más ecológicas» pueden hacer del mundo un mejor lugar para todos, agregó Marsh.
Ambas características definen las mercancías. Pero cumplir con ese principio tiene un precio. «Esto es comercio limpio, pero hay que pagarlo», dijo un feriante. Las camisetas más simples costaban 50 dólares y un pliego de papel de regalo tres dólares.
«Comercio, no caridad», rezaba un gran cartel a la entrada. La oferta no era exactamente caridad, pero comprar algo equivalía a un acto caritativo.
Mientras dentro del salón de exposiciones reinaba el régimen de la vieja tienda minorista de aldea, afuera la economía de escala de los grandes centros comerciales barría con los precios navideños.
Para obtener un lugar, los 50 comerciantes debieron probar una política expresa de comercio justo, una proporción mayoritaria de productos obtenidos mediante prácticas sustentables, explicitar el origen de los bienes y las acciones para perfeccionar los procedimientos éticos en el suministro.
Pocos lograron pasar la prueba, y también fue escasa la oferta de mercancías: cajas artesanales, ropa femenina bordada a mano, té orgánico, tambores de Africa, tarjetas y camisetas con mensajes políticos y afiches con el rostro del Che Guevara.
En este ámbito se llevaron a cabo debates sobre comercio internacional, y se revisaron las normas del sistema multilateral de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
«Se trata de una alternativa a las frenéticas y excesivamente comercializadas compras de Navidad. Es un camino muy útil para que la gente se vincule y capte más adeptos, por lo cual tiene su impacto», dijo a IPS Alex Burrow, organizador de las últimas cuatro ediciones de la feria.
«Pero no es sólo simbólico. Los vendedores han pasado de los objetos de arte y artesanía a obsequios más prácticos, como alimentos, vestimenta, vinos y jugos de frutas», afirmó Burrow. Este año, también se vendieron pelotas de fútbol fabricadas en Pakistán.
Aunque los responsables no cuentan con datos sobre el número de visitantes ni los montos de las ventas, la feria abarca una cantidad muy pequeña de la actividad comercial, comparada con el sector tradicional.
La feria «es la forma más fácil y disfrutable de respaldar el comercio sustentable y ético y un mundo más justo para todos», concluyó Marsh. (FIN/IPS/tra-eng/ss/wk/if dv/01