El gobierno de Perú y el consorcio que explotará los yacimientos de gas de Camisea, en la Amazonia, decidieron acelerar el estudio de construcción de un gasoducto hasta el meridional puerto de Ilo, para anticiparse al ingreso de Bolivia al mercado energético estadounidense.
Pero ese propósito no implica necesariamente competir con Bolivia, pues el Ministerio de Energía peruano considera posible encontrar una fórmula de complementación para sumar la oferta de los dos países a Estados Unidos.
Las alternativas de competencia o complementación dependerán de la decisión que adopte el gobierno boliviano respecto de la vía que utilizará para sacar su gas natural hasta la costa del océano Pacífico.
Bolivia ya exporta gas a Brasil y ahora pretende ingresar al mercado del estado de California, en la costa occidental estadounidense, a través de la ruta del Pacífico, para lo cual debe construir un gasoducto hacia algún puerto de los limítrofes Chile o Perú.
Santiago ya ofreció a La Paz ayuda para financiar esa obra y la necesaria construcción de una planta de licuefacción en el septentrional puerto de Mejillones, pero el gobierno boliviano quiere también una franja de territorio en la costa chilena bajo su total control, aunque sea en forma de arrendamiento.
El presidente de Chile, Ricardo Lagos, pidió a su par boliviano, Jorge Quiroga, esperar hasta después de las elecciones parlamentarias chilenas, del día 16, para definir la solicitud de arrendamiento territorial, pues hay sectores políticos que la objetan, informó a fines de noviembre el diario El Mercurio, de Santiago.
La exigencia boliviana es relativamente delicada para Lagos por razones históricas y geopolíticas, pues Bolivia nunca renunció al territorio costero perdido a manos de Chile tras la guerra del Pacífico, en 1879.
Las autoridades de Perú suponen que Chile no podrá satisfacer la demanda boliviana de una franja territorial «casi autónoma», lo cual, sumado al mayor costo que tendría la operación del gasoducto hasta Mejillones en comparación con el del puerto de Ilo, convencerían a La paz a inclinarse por la opción peruana.
El ministro peruano de Energía y Minas, Jaime Quijandría, dijo el lunes 10 que se buscará que los proyectos gasíferos de su país y Bolivia no compitan entre sí.
La declaración de Quijandría se interpretó como una expresión de la voluntad del gobierno de Alejandro Toledo de competir con la oferta chilena del puerto de Mejillones, como puerta de salida del gas boliviano.
Fuentes del Ministerio de Energía explicaron a IPS que, si bien el trazo por Chile, desde el yacimiento boliviano de Margaritas a Mejillones, es más corto que la ruta hacia el puerto peruano de Ilo, las múltiples pendientes que tendría que sortear son más altas y, por consiguiente, de operación más costosa.
Por otra parte, «si bien Bolivia tiene una oferta potencial mayor que Perú, la producción de ambos países es reducida respecto de la demanda de Estados Unidos, de modo que lo más conveniente es manejar ventas conjuntas para obtener mejores condiciones comerciales en el mercado californiano», añadió.
«En consecuencia, es preferible que Bolivia y Perú compitan juntos con las ofertas de México y de Alaska, el noroccidental estado del propio Estados Unidos», indicó el portavoz peruano.
Además, la complementación comercial favorecería la posibilidad de compartir los costos de la planta de licuefacción en el puerto de Ilo, que podría ser controlada por ambos países», concluyó.
La idea de exportar gas a Estados Unidos es relativamente nueva en Perú, pues el diseño original del proyecto de Camisea, ubicado en la selva amazónica a 500 kilómetros al este de Lima, se orientaba a satisfacer el mercado interno, en especial para la generación de energía termoeléctrica para la industria.
La insuficiencia del mercado nacional fue el contraste más grave para el eufórico proyecto de explotar los yacimientos de Camisea en la generación de energía termoeléctrica.
«Perú tiene ahora un sistema eléctrico nacional e integrado, el cual genera excedentes de energía que se exporta a Ecuador, con la ventaja de que más de 60 por ciento de esa producción proviene de centrales hidroeléctricas, por consiguiente limpia y renovable», dijo Luis Ortigas, coordinador del proyecto Camisea.
Perú tiene dos áreas gasíferas en su territorio. La más antigua está ubicada en la costa norte, cuya producción es destinada el consumo de combustible doméstico urbano.
Pero el más cuantioso yacimiento es el de Camisea, descubierto por la firma transnacional Shell en 1981, cuando buscaba petróleo en un paraje selvático situado en la zona sudoriental de Perú, a 500 kilómetros de Lima, que cuenta con reservas calculadas en el equivalente a 2.200 millones de barriles de petróleo.
En el gobierno de Alan García (1985-1990), un sector de la población logró paralizar, mediante movilizaciones callejeras, la firma de un contrato con Shell, reclamando la explotación estatal de esos yacimientos.
El gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), después de casi 10 años de debate sobre la explotación estatal o privada de Camisea, decidió finalmente negociar un convenio con Shell, pero no pudo arribar a un acuerdo sobre el manejo de la comercialización de la producción de los yacimientos.
En consecuencia, frustradas las negociaciones con Shell, Fujimori decidió entregar la explotación a algún grupo empresarial dispuesto a invertir los 1.300 millones de dólares necesarios para la puesta en marcha del proyecto.
El concurso internacional convocado por Fujimori, quien fuera depuesto por el Congreso a fines del año pasado, fue ganado por el consorcio conformado por la firma Pluspetro, de Argentina, Hunt, de Estados Unidos, y SK, de Corea, que firmó el contrato respectivo en enero del 2000.
El proyecto Camisea está en proceso de modificación de sus prioridades y orientación de mercadeo, pues, si bien se mantienen los planes de vender el gas en Lima, se estudia ahora la segunda boca de salida, ésta hacia el puerto de Ilo, con el propósito de asociarse con Bolivia en la conquista del mercado estadounidense.
Se estima que el gasoducto a Ilo y la planta de licuefacción costarán alrededor de 1.300 millones de dólares, suma similar al proyecto original.
Las empresas contratadas esperan que el gasoducto llegue a Lima en agosto de 2004, aunque las autoridades del Ministerio de Energía esperan alcanzar esa meta en el tercer trimestre de 2003.
Alejandro Segret, gerente de Transportadora de Gas de Perú, precisó que se espera la aprobación en los próximos días del estudio de impacto ambiental, para iniciar de inmediato la construcción de 180 kilómetros de tuberías para líquidos y 45 kilómetros de caños para gas, que atravesarán la parte de la selva a fines de 2002.
El año próximo se terminaría de negociar las patentes y derechos de paso con todas las comunidades de la sierra y la costa, que abarcará el recorrido del gasoducto para finalizar con el tendido de la tubería. (FIN/IPS/al/dm/if/01