La globalización y el libre comercio son antídotos contra la pobreza y la desigualdad mundial, afirmó el Banco Mundial, aunque admitió que muchos países quedaron excluidos de ese proceso.
«Los beneficios de la integración y el libre comercio son reales y poderosos», declaró a la prensa Nicholas Stern, el economista jefe del Banco, al lanzar el último estudio de la agencia financiera, titulado «Globalización, crecimiento y pobreza: Construyendo una economía mundial inclusiva».
«La globalización ha sido una fuerza muy poderosa para la reducción de la pobreza, pero muchos países y personas quedaron afuera», reconoció Stern el miércoles.
Las razones de esa exclusión tienen poco que ver con el funcionamiento del mercado mundial y mucho con el mal gobierno en dos grupos de países: los países pobres que optan por no integrarse y deben depender de la menguante ayuda para el desarrollo, y los ricos que mantienen altos aranceles y otras barreras contra los pobres, dijo.
El informe de 158 páginas destaca que 24 países en desarrollo que aumentaron su integración a la economía mundial desde fines de la década de 1970 -China e India son los principales ejemplos- alcanzaron un alto crecimiento de sus ingresos, mayor expectativa de vida y mejor nivel educativo.
Esos 24 países, donde viven 3.000 millones de personas, registraron un crecimiento promedio del ingreso por habitante de cinco por ciento en la década de 1990, frente a dos por ciento en los países ricos.
Del otro lado del espectro, señala el informe, hay 2.000 millones de personas que viven en países rezagados, especialmente en Africa subsahariana, Medio Oriente y la antigua Unión Soviética.
En esas naciones que no se integraron, las economías se redujeron y la tasa de pobreza aumentó, según el Banco.
«Algunos afirman que este proceso de integración es malo para los pobres… Lo que nosotros decimos es que hay pruebas de que este proceso ha sido muy positivo para muchos países en desarrollo», resaltó David Dollar, coautor del informe.
Pero Rick Rowden, del grupo de presión Results, de Washington, criticó la actitud triunfalista del Banco.
«El ritmo de la liberalización comercial y muchos otros aspectos de las políticas que los gobiernos eligen en su proceso de integración son lo importante en este debate, y no si integrarse o no», señaló.
Los activistas contra la globalización señalan que ésta carece de un rostro humano, y que en lugar de procurar un equilibrio, el Banco Mundial amplía las oportunidades para las empresas multinacionales, a menudo a costa de países pobres que no están preparados para una liberalización rápida.
Rowden arguyó que los países procuran liberalizarse sólo después de alcanzar cierto nivel de desarrollo industrial doméstico y no antes, «a menos que se lo impongan el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional como condición de sus préstamos, o la Organización Mundial de Comercio como requisito de ingreso».
Algunos intelectuales, grupos de la sociedad civil y países en desarrollo han afirmado que el libre comercio y la globalización de hecho están ampliando la brecha entre ricos y pobres, tanto entre países como dentro de ellos.
El informe elaborado por Dollar y Paul Collier, portavoz del Banco sobre economía del desarrollo, presenta un plan de siete puntos para ayudar a los países en desarrollo a beneficiarse de la globalización y manejar los riesgos.
El plan, semejante a otros anteriores de la institución financiera, exhorta a los países pobres a mejorar su clima de inversión y sus redes de seguridad social, y a los ricos a abrir sus mercados a las exportaciones del Sur y a recortar sus enormes subsidios agrícolas.
Así mismo, el plan urge a los países ricos a aumentar sustancialmente su ayuda para el desarrollo, en particular para la salud y la educación.
«Esto es simplemente más de lo mismo que ha impulsado el Banco durante 20 años», replicó Rowden.
«Pregúntenle a los jamaiquinos, cuyas industrias fueron arrasadas por las compañías multinacionales, si lo que precisan es más libre comercio», agregó. (FIN/IPS/tra-en/em/aa/mlm/dv-if/01