El patriotismo desatado en Estados Unidos por los atentados de septiembre logró que el Congreso legislativo allanara los últimos obstáculos a la creación del ALCA, en una versión del acuerdo comercial en que, según expertos, América Latina y el Caribe tienen poco que ganar.
En las evaluaciones de los atentados, de los que este martes se cumplieron tres meses, el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) pasó desapercibida, pero en los hechos «es una de sus consecuencias más importantes para la región», dijo a IPS el experto en integración Germán de la Reza.
Diputados de Estados Unidos dejaron de lado sus reticencias y otorgaron el jueves al presidente George W. Bush la potestad de la «vía rápida» (fast track) para negociar acuerdos de libre comercio, mecanismo que se considera una de la llaves maestras para poner en marcha el ALCA.
La vía rápida recorta la facultad del Poder Legislativo para introducir modificaciones a los acuerdos negociados por el presidente, los que sólo podrá aprobar o rechazar en bloque. Aunque aún falta que la decisión sea confirmada por el Senado, los expertos la consideran un hecho consumado.
«La vía rápida estaba detenida desde 1994 y había pesimismo sobre su aprobación, pero el ambiente de patriotismo generado por los atentados cambio el panorama drásticamente», apuntó De la Reza, profesor en las universidades Nacional Autónoma y Metropolitana de México.
La vía rápida facilitará a Bush el cumplimiento de su promesa de poner en marcha el ALCA en 2005 o incluso antes, de acuerdo con lo dispuesto por la tercera Cumbre de las Américas, que reunió en Québec, Canadá, a los jefes de gobierno de 34 países del continente en abril.
Estados Unidos es, desde los años 90, el principal promotor del ALCA, que reunirá a todos los países del continente excepto Cuba.
La falta de una definición del Congreso estadounidense en torno de la vía rápida era, para varios gobiernos de América Latina y el Caribe, indicio del desinterés de Washington para avanzar en el ALCA.
Según De la Reza, el acuerdo continental busca una liberalización comercial esencialmente arancelaria, en la que América Latina no tendrá beneficios importantes si lo que pretende es el ingreso de sus productos al mercado de Estados Unidos.
Los aranceles de Estados Unidos alcanzan hoy un promedio ponderado de tres por ciento, con miras a descender a menos de dos por ciento en 2004, frente al 10 por ciento de los latinoamericanos, por lo que será esta región la que más ceda en ese aspecto.
El borrador del documento del ALCA, disponible en el sitio web http://www.ftaa-alca.org, indica que no están en discusión los instrumentos proteccionistas no arancelarios que utiliza Estados Unidos para defender su mercado.
El modelo de ALCA está hecho para beneficiar mucho a Estados Unidos y poco al resto de América, sostuvo De la Reza, coordinador de un equipo de investigación sobre integración en México y Suecia.
A diferencia del modelo de integración europeo, en el ALCA no son tomados en cuenta, o están relegados a niveles secundarios, aspectos sociales, de integración política, cultural, monetaria y relacionados con la emigración y con el ambiente.
«Estamos ante un forma restringida de integración comercial, pues el ALCA, tal como ha sido planteado y está siendo negociado», se refiere sólo a aranceles, declaró en agosto Otto Boye, secretario permanente del Sistema Económico Latinoamericano.
Boye advirtió que el modelo comercial del ALCA avanza a paso seguro sin que las sociedades de América Latina lo conozcan y discutan.
La fase final de las negociaciones del acuerdo continental, en las que hasta ahora han participado gobiernos y empresarios, tendrá como sede México desde 2003.
De la Reza cree que ahora más que nunca, debido al efecto de los atentados, no es factible sumar al proceso del ALCA asuntos ajenos a lo comercial.
El experto puso como ejemplo a México, que antes de los atentados logró colocar en la agenda con Estados Unidos los problemas migratorios, pero luego fue relegado detrás de las cuestiones de seguridad fronteriza y la búsqueda de fórmulas para no frenar el intercambio.
México y Estados Unidos integran junto con Canadá desde enero de 1994 el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, instrumento que sirvió de modelo para diseñar el ALCA.
«Lo más importante que ha sucedido en este año en materia comercial para el continente es el otorgamiento de la vía rápida a Bush, pues significa que el ALCA soltó sus últimas amarras», apuntó De la Reza. (FIN/IPS/dc/mj/if/01