La confiscación en Canadá de los depósitos del grupo somalí Barakaat North America, acusado por Estados Unidos de terrorista, privará de remesas vitales a cientos de miles de familias, advirtieron expertos.
Según las autoridades de Estados Unidos Barakaat, con sede en Emiratos Arabes Unidos, tiene vínculos con el saudita Osama bin Laden y su red Al Qaeda (La Base), a los que Washington responsabiliza de los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Con 10 años de existencia, Barakaat es la más grande de las redes informales de transferencia de dinero de los ciudadanos somalíes residentes en el exterior, conocidas como hawala (confianza), y cuenta con filiales en varias ciudades estadounidenses y canadienses.
La hawala fue establecida para asistir a millones de personas pobres tras el colapso de las instituciones de gobierno, la banca y el servicio postal, provocado por la guerra civil que se inició en 1991.
Pero con sus activos confiscados, Bakaraat ya no puede cumplir con su propósito y, más grave aún, cualquiera que la haya utilizado para realizar envíos de dinero puede ser sometido a investigación.
«Las próximas en la lista serán las asociaciones comunitarias de base que brinda clases de inglés y asistencia diurna» a los inmigrantes, sostuvo Sharryn Aiken, integrante de la Escuela de Leyes Osgoode Hall y del Centro de Estudios sobre Refugiados de la Universidad de York.
Sin embargo, «aún no he visto ningún vínculo entre los somalíes y Al Qaeda», agregó.
Somalia, al igual que otros países de Africa, Medio Oriente y Asia que experimentaron un marcado éxodo de su población, depende en gran medida de las remesas enviadas a través de las hawalas, explicó Aiken.
«Estos envíos representan más beneficios directos que la ayuda externa. Podemos ver que la riqueza se distribuye de mejor modo en el Sur» en desarrollo, subrayó Aiken.
Las mujeres filipinas que trabajan como niñeras en Canadá prefieren utilizar una agencia local de remesas de su comunidad para enviar dinero a sus familiares que «viven en zonas aisladas y no tienen cuenta bancaria», sostuvo Flor Dandal, coordinadora del Centro Comunitario Kababayan, en Toronto.
Estos antiguos sistemas son bastante similares a los servicios de transferencias de dinero que funcionan en Estados Unidos y el resto del mundo.
El usuario efectúa un pago a un agente local, quien le suministra un recibo y luego envía un mensaje por fax al país destinatario, pidiendo al agente distribuidor de la red que entregue una suma equivalente a la persona beneficiaria en un plazo de 24 horas.
El usuario debe pagar un costo de entre tres y cinco por ciento de la transacción, la cual recibe un código de transacción confidencial.
La mayoría de las hawalas son consideradas negocios legítimos, aunque Dandal relató el caso de una agencia del vecindario filipino de Toronto que quebró y provocó la pérdida del dinero de sus clientes.
Si bien las hawalas son un asunto «excitante», las agencias de inteligencia saben hace tiempo que los fideicomisos de Suizz son vehículos mucho más importantes para el lavado de dinero grupos fundamentalistas, afirmó Chris Mathers, director de inteligencia corporativa de la consultora KPMG y ex oficial de la Real Policía Montada de Canadá.
Las hawalas manejan transferencias de pequeñas sumas de dinero, de 10 a 20 dólares, pero no son útiles para grandes montos. «Es muy difícil trasladar dinero del tráfico de drogas guardando los billetes en las medias», bromeó Mathers.
No obstante, los carteles de narcotraficantes de Colombia adoptaron el mecanismo de la hawala para realizar sus propias transferencias ilegales de dinero. «Se lo conoce como mercado negro del peso», sostuvo Stephen Schneider, investigador del Centro Nathanson para el Estudio del Crimen Organizado y la Corrupción, de la Escuela de Leyes Osgoode Hall.
Muy pocos países reglamentan la actividad de las hawalas. Pese al volumen y valor de las transferencias monetarias bajo esta modalidad, «existen muy pocos datos, y no hay estudios al respecto», agregó Schneider, quien lleva a cabo un informe sobre el lavado de dinero.
El cierre de las oficinas de Barakaat dejó a la comunidad somalí en Canadá sin alternativas para enviar dinero a su país durante el mes sagrado musulmán del Ramadán, y las autoridades no entienden lo que esto significa para las familias, afirmó Mohamed Tabit, administrador de la Asociación Midayanta de Agencias de Servicios Somalíes en Toronto.
«Nos preguntan por qué no enviamos un cheque o hacemos un giro postal. Pero (en Somalia) no hay oficinas de correo», explicó Tabit.
Pese a las acusaciones estadounidenses, «para los somalíes, Barakaat es una empresa tan reconocida como Bell Canada», la mayor empresa canadiense de telecomunicaciones, agregó.
En lugar de cerrarla, las autoridades estadounidenses y canadienses deberían haber ingresado al sistema informático y rastrear las transacciones sospechosas, opinó Tabit.
El líder comunitario admitió que la hawala pudo haber sido infiltrada en algún nivel por elementos negativos, pero se trata de una organización mucho más grande, que no debió ser borrada de un plumazo, concluyó. (FIN/IPS/tra-eng/pw/aa/dc/if dv/01