Hay en el mundo exceso de azúcar y posibilidades de aumentar la producción en 2002, pero una mayor demanda mundial de alcohol de caña podrá estabilizar los precios, esperan empresarios y autoridades brasileñas.
Brasil, como mayor productor y exportador mundial de los dos productos, tiene influencia directa sobre el mercado. Por eso, la previsión de un aumento de 15 por ciento de su cosecha de caña en 2002 sería un factor de caída de las cotizaciones del azúcar, que ya empezó o se anuncia en las bolsas internacionales.
Pero «las perspectivas para 2002 son buenas», dijo a IPS Cid Jorge Caldas, coordinador general de Operaciones del Departamento de Azúcar y Alcohol del Ministerio de Agricultura brasileño.
«Nuevos mercados se abren al alcohol» de caña de azúcar como aditivo a la gasolina y en sustitución a otros productos más contaminantes, argumentó. Con eso, Brasil podrá destinar mayor cantidad de caña a las destilerías, dejando de expandir o reduciendo la producción de azúcar.
Petrobrás, la compañía estatal de petróleo, negocia con autorización del gobierno la exportación a Japón de gasolina con el alcohol de caña como aditivo, informó Caldas.
India también manifestó interés en importar el combustible alternativo. Como se trata de un gran productor de caña de azúcar, en el futuro podrá autoabastecerse, y para eso podrá contar con tecnología brasileña. Pero por ahora tendrá que recurrir a importaciones, explicó el funcionario brasileño.
Los programas de sustitución del plomo y derivados del petróleo que se adicionan a la gasolina para mejorar su eficacia avanzan en Estados Unidos y en países asiáticos y europeos, lo que contribuirá a regular la oferta de azúcar y los precios.
Esa es una antigua convicción de Eduardo Pereira de Carvalho, presidente de la Unión del Agroindustria Cañera del estado de Sao Paulo (UNICA), que hace años lucha por extender a otros países la experiencia brasileña del alcohol carburante.
Su esperanza y la de los empresarios del sector es que finalmente en 2002 la idea gane un impulso mayor, a punto de beneficiar toda la economía cañera, especialmente la brasileña.
La aprobación, aunque con limitaciones, del Protocolo de Kyoto para reducir la emisión de gases invernadero a los que se atribuye el recalentamiento de la Tierra, otras presiones de ambientalistas y la inclusión de la agricultura en la nueva ronda de negociaciones multilaterales de comercio alientan tales expectativas.
En octubre y noviembre se realizaron en Beijing y Tokio seminarios sobre el uso del alcohol como combustible, importante medida para reducir el efecto invernadero porque disminuye la emisión de gases invernadero.
La cosecha brasileña de 2001 alcanzó 291 millones de toneladas, la mayor parte usada para producción de unos 16.000 millones de litros de alcohol y más de 20 millones de toneladas de azúcar.
De enero a septiembre de 2001, Brasil exportó 7,31 millones de toneladas de azúcar, 12,35 por ciento más que en igual periodo de 2000. Ese desempeño fue estimulado por una recuperación de los precios, que alcanzaron 212,43 dólares la tonelada, un promedio 15,27 por ciento superior al del año anterior.
Para aprovechar los buenos precios, la industria del sector destinó menos que el usual 60 por ciento a la producción de azúcar, pero el excedente de ese producto en el mercado mundial, cerca de 25 por ciento superior al promedio histórico, impide el mantenimiento de esa tendencia.
El gran problema es que tanto el azúcar como el alcohol figuran entre los productos más protegidos en el comercio internacional. Es prácticamente imposible exportar alcohol a Estados Unidos, dados los gravámenes, señaló Caldas.
El mercado libre de alcohol se limita a unos 4.000 millones de litros al año, con una participación brasileña de 12 por ciento, aunque presente los menores costos de producción, 19 centavos de dólar por litro.
En Estados Unidos, que lo produce principalmente a partir del maíz, su producción cuesta casi el doble, 33 centavos de dólar, cifra que llega a 55 centavos en Europa.
El mercado interno es así una alternativa para la absorción del excedente. El alcohol es el combustible exclusivo de unos tres millones de automóviles que circulan en Brasil. Los demás, unos 15 millones, se cargan con gasolina que tiene alcohol como aditivo.
La adición es normalmente de 22 por ciento, pero el gobierno decidió elevarla a 24 por ciento a partir de enero, con el fin de estimular la demanda y apoyar la economía cañera.
Además, los dos últimos meses indicaron un renacimiento del interés por los automóviles impulsados a alcohol y la industria automovilística elevó su producción.
Pero es una gota en el océano. En parte de los años 80, ese tipo de vehículo representó más de 90 por ciento de la producción nacional, que ahora se limita a uno por ciento.
De enero a octubre se fabricaron apenas 11.590 automóviles impulsados exclusivamente a alcohol. La solución efectiva procederá del mercado internacional. (FIN/IPS/mo/mj/if en/01