La incertidumbre persistirá en Brasil hasta el escrutinio de las elecciones presidenciales de octubre de 2002, ante la posibilidad de triunfo del izquierdista Luis Inacio Lula da Silva y las opciones del oficialismo para evitarlo.
Lula, fundador y líder del Partido de los Trabajadores (PT), fue derrotado tres veces en las urnas, pero esta vez, las condiciones se le presentan muy favorables.
Las últimas encuestas le otorgan casi 30 por ciento de la intención de voto de los consultados, con menor rechazo que otros precandidatos, aunque en descenso respecto de la adhesión que recogió en el pasado.
Además, el líder del PT es el político más relevante de la oposición al gobierno de Fernando Henrique Cardoso, desgastado por las sucesivas crisis económicas.
El cuadro de ansiedad se prolongará inusualmente, porque la cuestión electoral tuvo un nacimiento precoz este año y la campaña política difícilmente permitirá prever con seguridad su desenlace, comentó a IPS Marcos Coimbra, director del Instituto Vox Populi, especializado en encuestas de opinión pública.
Todos están buscando «eliminar incertidumbres con demasiada antelación», reclamando la designación de los candidatos de la coalición de gobierno o de cada partido integrante a comienzos del año próximo, aunque los comicios sólo tendrán lugar el 6 de octubre, con segunda vuelta en noviembre si es necesaria, acotó.
Coimbra explicó que Lula cuenta con la adhesión de dos tipos de electores, los ideológicos, que defienden ideas de izquierda, sean o no seguidores del PT, y los que «se identificaron» con su liderazgo en los años 90, al estilo de «hinchas de un equipo de fútbol», con escasa preocupación por conocer su propuesta.
Eso le asegura un cuarto de los votos posibles, que ya suman más de 110 millones, pero persisten sus dificultades para conquistar los tres cuartos restantes, que, en general, le atribuyen «insuficiente calificación y experiencia» para asumir la presidencia de Brasil, observó el experto.
Lula, un ex obrero metalúrgico que sólo finalizó la enseñanza primaria, se consolidó como líder sindical y político al comandar huelgas históricas a partir de 1978 en Sao Bernardo do Campo, el principal centro de la industria automovilística brasileña, cercano a la meridional ciudad de Sao Paulo.
Posteriormente fundó la Central Unica de Trabajadores, hoy la mayor organización sindical del país, y luego el PT. Sin embargo, como dirigente político sólo ejerció un mandato de diputado, entre 1986 y 1990, y nunca ocupó ningún cargo ejecutivo.
El PT avanzó mucho en las últimas elecciones, conquistando el gobierno de algunos estados y de grandes ciudades, como las de Sao Paulo y de la meridional Porto Alegre.
Aunque el electorado aún duda de Lula, la pésima imagen del gobierno de Cardoso y su coalición dividida componen una coyuntura prometedora para la oposición, hecho que también hizo proliferar los precandidatos presidenciales.
El ex ministro de Hacienda Ciro Gomes y el gobernador de Río de Janeiro, Anthony Garotinho, buscan afirmarse como candidatos de partidos «socialistas» más moderados que el PT, intentando unir corrientes de centroizquierda. Las encuestas indican que ambos recogen menos de 10 por ciento de adhesión.
Por su parte, Itamar Franco, un nacionalista que gobierna el centroccidental estado de Minas Gerais y se ha enfrentado con Cardoso, lucha por la postulación del tradicional Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), aunque esté alejado del grupo, ya que los dirigentes de ese partido apoyan al gobierno.
En la coalición de gobierno, el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) se presenta dividido entre José Serra, ministro de Salud, y Tasso Jereissati, gobernador de Ceará, un empobrecido estado del nordeste.
La intención socialdemócrata de permanecer en el poder, concediendo a sus socios la vicepresidencia, enfrenta no sólo la amenaza de Lula sino cuestionamientos dentro de la misma coalición.
El Partido del Frente Liberal (PFL) sueña con lograr la presidencia, en especial después que su precandidata, Roseana Sarney, creció en las encuestas realizadas en los tres últimos meses hasta acercarse a 20 por ciento de los consultados, mientras Serra, el socialdemócrata mejor colocado, no supera seis por ciento.
La condición femenina favorece a Sarney. Una encuesta de la Confederación Nacional de la Industria señala que la mayoría de los entrevistados consideran que las mujeres son mejores que los hombres en la actividad política, por ser más sensibles a los problemas sociales, menos corruptas y más organizadas y determinadas.
Dirigentes del PSDB, que antes defendían la unidad de la coalición como única forma de impedir un triunfo de Lula, ahora afirman que el partido no renunciará a un «candidato propio», y admiten la posibilidad de total fragmentación.
Coimbra entiende que un candidato oficialista sólo podrá triunfar si logra convencer a la población que promoverá «cambios sin ruptura». El rechazo al gobierno actual puede ser más fuerte que la resistencia a Lula, explicó.
Por su parte, Juereissati admitió «posibilidades reales» de un triunfo del ex sindicalista, observando que ya se extinguió el temor de empresarios y de las capas medias a un gobierno encabezado por Lula. «No habrá fuga de capitales», como se temía en 1989, opinó.
Sin embargo, las elecciones de 2002 serán similares a la de 1989, cuando Lula perdió por pocos votos, sostienen Coimbra y otros expertos en opinión pública, como Gaudencio Torquato, profesor de la Universidad de Sao Paulo, que prevé una de las disputas electorales más intensas de la historia brasileña.
En las elecciones de 1989, Lula disputó la segunda vuelta con otro joven y sorprendente político, Fernando Collor de Mello, quien triunfó por pocos votos y fue derrocado en 1992 por denuncias de corrupción.
La candidatura de varios líderes tradicionales dispersó la votación en esa oportunidad, como tiende a ocurrir en 2002. (FIN/IPS/mo/dm/ip/01