El papel de la televisión estatal en Perú volvió a ser objeto de debate, tras el reemplazo del contenido cultural del estatal Canal 7 por programas populares en procura de ampliar la audiencia.
En Lima existen siete canales de señal abierta, uno de los cuales, el 7, pertenece al Estado y encabeza la principal red nacional de televisión, con 180 estaciones repetidoras y 22 filiales en todo el país.
El presupuesto básico del Canal 7 es aportado por el Ministerio de Educación, pero sus ingresos se completan con la venta de espacios publicitarios. La necesidad de mejorar sus posibilidades financieras ha llevado a distintos administradores de la emisora a priorizar los índices de audiencia.
El gobierno de Alejandro Toledo, iniciado el 28 de julio, ratificó como presidente del directorio del Canal 7 al sociólogo Carlos Urrutia, un ex socialista que se refirió a los índices de audiencia como «un verdugo implacable».
Es posible que Urrutia renuncie, luego del cambio de programación anunciado este mes por Javier Rachitof, nuevo gerente general del Canal 7.
Rachitof dijo al diario oficialista La República que en los próximos días se suspenderá la programación de carácter cultural, debido a su escasa audiencia, para reemplazarla por series o programas de entretenimientos.
Entre otros, mencionó la serie de acción japonesa «Ultraman» y la vieja serie estadounidense «Little House on the Prairie» (conocida como «Pequeña casa en la pradera» o «La familia Ingalls»), pero negó que se prevea la asignación de horarios centrales a figuras populares.
Rachitoff también anunció el pasaje a la medianoche de «Mapamundi», un programa de análisis geopolítico, para dejar ese horario a un informativo de las actividades de Toledo y de la mayoría oficialista en el parlamento.
Analistas afirman que los últimos sondeos, según los cuales 62 por ciento de los encuestados desaprueban la gestión de Toledo, así como el abucheo sufrido por el presidente en ceremonias oficiales este mes, indujeron a sus asesores a solicitar un ajuste del manejo de los canales estatales de televisión.
«El rating induce a adaptarse al gusto más chabacano, lo que significa abandonar el papel formador y cultural que puede tener la televisión. Y esto es mas acentuado cuando se quiere ganar al sector C de la población», que, en la jerga publicitaria, es la de menor instrucción y nivel adquisitivo, dijo Urrutia.
El funcionario fue nombrado por el ex presidente provisional Valentín Paniagua, quien sustituyó en noviembre de 2000 a Alberto Fujimori, cuyo gobierno, iniciado en 1990, había entregado el control de la televisión pública y privada al jefe del Servicio de Inteligencia Nacional, Vladimiro Montesinos.
A través de comisiones ilegales y extorsiones, según numerosas denuncias, Montesinos convirtió la televisión en instrumento de propaganda política, proceso que incluyó la frivolización de sus programas.
«El envilecimiento de la televisión formó parte de la campaña masiva de lavado cerebral desarrollada por Montesinos, para manipular a la opinión pública e impedirle pensar», dijo el sociólogo Rafael Roncagliolo, presidente de la organización no gubernamental Transparencia.
Es posible que Urrutia no renuncie a la presidencia del directorio del Canal 7, sino que trate de dar la batalla dentro del organismo, para lo que contaría con el apoyo del ministro de Educación, el también ex socialista Nicolás Lynch.
En la mesa redonda «Educación y medios de comunicación», realizada el 12 de este mes, surgieron algunas voces que parecían presagiar el riesgo de que el gobierno de Toledo promueva un retroceso en la programación del canal estatal.
«Políticos de toda laya querrían utilizar el canal de televisión del Estado para convertirlo en un vehículo de propaganda gubernamental», comentó entonces Luis Peirano, conductor de uno de los programas del Canal 7 que serán suspendidos.
«Utilizando el lenguaje del marketing, hay un nicho cultural en la teleaudiencia que es necesario servir y ampliar, y ese es el papel de la televisión pública, que no debe competir en términos de genocidio cultural con la televisión comercial de bajo nivel», sostuvo Peirano. (FIN/IPS/al/mj/cr/01