La crisis social en Argentina precipitó este miércoles una ola de saqueos a supermercados y comercios protagonizada por mujeres, hombres, jóvenes, niños y ancianos en procura de alimentos.
El presidente Fernando de la Rúa ordenó al Ministerio de Desarrollo Social la urgente distribución de alimentos por siete millones de dólares. Pero, cansados de promesas incumplidas, sin trabajo y con hambre, miles de personas se lanzaron contra los comercios en busca de comida.
«¡Jamás había tenido que hacer esto en toda mi vida!», lloraba una mujer de 60 años tras haber forcejeado con sus vecinos para llenar una bolsa con alimentos que pudo tomar de una montaña de paquetes formada en la calle, frente a un supermercado de Ciudadela, localidad de la central provincia de Buenos Aires.
La crisis social se aceleró luego que hace tres semanas el Ministerio de Economía ordenara restringir la extracción de efectivo de los bancos para frenar una corrida, lo que afectó profundamente el comercio y asestó un golpe mortal a millones de personas que apenas sobreviven en la economía informal.
Este miércoles, el presidente se reunió con ministros, gobernadores, dirigentes empresariales, sindicales y eclesiásticos, y al salir una multitud lo insultó y lanzó una piedra contra su automóvil.
Un empresario que participó del cónclave dijo que la gente exige alimentos «con razón» y que De la Rúa esta «demasiado tranquilo».
Mientras el gobierno gestionaba la ayuda, se producía al menos un centenar de asaltos a comercios y episodios de violencia en la legislatura de las provincias de Córdoba y Buenos Aires.
Los manifestantes en Córdoba fueron reprimidos por la policía luego de incendiar la planta baja del parlamento local en protesta por el recorte de salarios.
«Preferimos morir en la calle y no de hambre y de indignidad», gritaba una empleada municipal de la capital de Córdoba, indignada por la represión policial desatada contra trabajadores que vieron recortados sus ingresos y que ni aun así reciben los salarios que se les adeuda hace meses.
También en la capital argentina hubo incidentes. En tres barrios de la ciudad de Buenos Aires hubo concentraciones frente a los supermercados de personas a la espera de que les dieran algo para llevar a casa.
La crisis estalló de forma aislada en distintos puntos. Los episodios estuvieron al margen de los frecuentes cortes de rutas y caminos realizados por el movimiento de desempleados desde hace ya años, que se transformaron casi en rutinarios. Este martes hubo al menos cinco cortes de ruta en todo el país.
«¡Nos tiraron la comida al suelo para que nos empujemos como animales!», recriminó una mujer que dijo tener cinco hijos y a su esposo sin empleo desde hace tres años. La misma escena se repetía en otra docena de localidades de la provincia de Buenos Aires, así como en otras provincias.
«¡Tenemos hambre! Hay que ver a los niños que tienen que irse a dormir con un té… ¡El hambre nos está enloqueciendo!», clamaba un manifestante concentrado frente a un comercio. «¡Queremos trabajar, pero no hay trabajo y tenemos hambre!», repetía un hombre con su hijo en los hombros.
La anterior ola de saqueos de comercios en Argentina, con 771 casos, se registró entre mayo de 1989 y marzo de 1990, poco después del triunfo electoral del luego presidente Carlos Menem (1989-1999). La situación social estaba signada por los cuatro dígitos de inflación alcanzada en un año.
El entonces presidente Raúl Alfonsín (1983-1989) debió entregar el gobierno a Menem en junio de 1989, seis meses antes de lo previsto por la Constitución, debido a la elevada conflictividad. La ola de saqueos concluyó con 17 muertos, más de 300 heridos y más de 3.100 detenidos.
A diferencia de lo sucedido entonces, hoy existen muchas más personas con armas, advirtió el dirigente del movimiento de desocupados Juan Carlos Alderete. La televisión mostró el martes a comerciantes de la ciudad de Rosario, en la centroriental provincia de Santa Fe, que exhibían sus escopetas.
Muchos de los manifestantes dicen carecer de trabajo hace muchos meses, y también años. Lo mismo ocurre con jubilados y pensionistas que reciben montos mínimos.
No obstante, los trabajos eventuales y hasta la limosna permitían a algunos sobrevivir, hasta que se secó completamente la plaza por falta de efectivo.
Ningún saqueador se preocupó de cubrirse el rostro o de eludir las cámaras de televisión. Los habitantes de barrios pobres que se apostaban en pequeños grupos frente a grandes supermercados para exigir comida forzaron persianas, rompieron vidrios y trabajaron como hormigas hasta, en algunos casos, vaciar los locales.
Se los veía salir con cajas, bolsos, botellas. Algunos vendedores de cartón y papel ofrecieron sus carros para el traslado de las mercaderías. Hubo quienes salían arrastrando una heladera para la venta de helados, otros con botellas de sidra, champaña o vino, reses faenada enteras y verduras.
«¡Vamos a tomar champaña como ellos!», gritaba un joven que se llevaba varias botellas, aludiendo a los altos ingresos de dirigentes políticos y legisladores, blancos de casi todas las críticas por la falta de soluciones a los reclamos de la ciudadanía.
Los manifestantes «se llevan lo que encuentran, lo que pueden, no solo comida… pero se nota que es una expresión de bronca (rabia), algunos rompen lo que encuentran a su paso», comentó un comerciante de la localidad de Concordia, en la provincia de Entre Ríos, después de que saquearon su pequeño establecimiento.
La mayoría de los comerciantes reconocían con pesar que los asaltos responden al hambre, pero también señalaban que en su caso, con las ventas en caída y una presión impositiva cada vez mayor, este tipo de ataques y la perspectiva de un tener el local cerrado representa un tiro de gracia para su negocio.
Muchos comerciantes reclamaban a los pobladores por qué no van a pedir comida frente a la sede de los gobiernos. «Pero es que allí no hay comida, y la gente necesita llenar hoy el estómago, no puede seguir esperando los planes de ayuda que nunca llegan», replicó un desempleado de Rosario.
La tensión había comenzado a advertirse ya el viernes pasado, cuando centenares de pobladores en diversos puntos del interior del país se apostaron de manera pacífica frente a supermercados y reclamaron la entrega de bolsas con mercadería.
En algunos casos les dieron una mínima ración. En otros, fueron echados del lugar violentamente por la policía.
Pero en la noche de este martes y la madrugada del miércoles, los episodios de reclamo de alimentos se multiplicaron y se hicieron más violentos, dando lugar al saqueo de comercios de comestibles, pero también de ropa, electrodomésticos y otras mercaderías que fueron robados. Algunos comercios quedaron destruidos.
Los asaltos surgieron de manera espontánea, aunque en ciertos casos los comerciantes denunciaron que algunos pobladores convocaban a los vecinos con la promesa de que les entregarían alimentos en forma gratuita. Luego, esos mismos pobladores forzaban las persianas e incitaban a sus acompañantes a llevarse la mercadería.
La policía recibió la orden de no reprimir, sino de disuadir a los asaltantes a dejar los alimentos y volver a sus hogares. Pero la televisión mostró que en algunos casos se usaron gases y balas de goma para repeler los asaltos, y en otros se dejó a los pobladores llevarse hasta muebles, computadoras y heladeras.
Una vez que los pobladores lograban entrar a los locales, se observaba a los policías exhortando a los vecinos a no llevarse dinero o máquinas registradoras. Mientras, llegaban personas en automóviles para llenarlos con mercadería.
Los supermercados intentan organizar la entrega de alimentos, que ya realizaba a través de organizaciones religiosas de beneficencia, con el fin de evitar que miles de personas se concentren solicitando comida e impidiendo el acceso a los clientes.
De hecho, numerosos locales de venta de alimentos, sobre todo las cadenas de supermercados, decidieron este miércoles no abrir sus puertas. Los que lo hicieron mantienen una fuerte custodia policial, inclusive a caballo, por ejemplo en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.
Los pobladores manifestaron indignación cuando los encargados de un supermercado, luego de una larga espera, les entregó alimentos en mal estado. (FIN/IPS/mv/mj/ip if/01