Las expectativas de creación de empleo que rigieron la adopción de modelos de economía de mercado en América Latina durante los años 90 se frustraron, y los resultados en ese sentido son desalentadores, según un estudio de la Cepal.
Bárbara Stallings y Jürgen Weller, investigadores de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), dijeron que durante la década anterior «la generación de empleo fue poco dinámica, la calidad de los puestos de trabajo empeoró y es probable que haya aumentado la desigualdad» en la región.
Stallings y Weller son los autores del estudio sobre los efectos de las economías de mercado en el mercado laboral, publicado en la edición número 75 de la Revista de la Cepal, en circulación desde este jueves.
Los expertos indicaron que «los problemas relacionados con el empleo y la equidad se agudizaron», en contraste con las expectativas de creación de puestos laborales que se abrieron con la adopción de modelos de economía de mercado.
Si bien el panorama ocupacional presenta resultados desalentadores, sus características difieren según la ubicación geográfica, explica el estudio.
En México, América Central y tal vez en el Caribe, el vínculo con la economía de Estados Unidos creó una estructura productiva basada en la fabricación de productos industriales tradicionales, especialmente textiles, y artículos electrónicos y automóviles, de mayor contenido tecnológico.
En cambio, la actividad económica y laboral de América del Sur tiene su eje en productos basados en recursos naturales, como acero, petroquímicos, celulosa, papel y alimentos elaborados, que se exportan a Europa y otros mercados.
Por último, el Mercado Común del Sur (Mercosur) se constituyó en la década del 90 en receptor de productos manufacturados en el propio bloque, señalaron Stallings y Weller.
Como consecuencia de estos cambios, la categoría ocupacional que más creció en el norte de la región fue la de trabajadores asalariados, con una tasa media anual de 4,2 por ciento, que representa dos tercios de los nuevos puestos de trabajo.
En los países del sur, el empleo asalariado aumentó sólo 1,8 por ciento al año, aportando menos de la mitad de los nuevos puestos de trabajo, mientras la fuerza laboral independiente se expandió a un ritmo anual de cuatro por ciento.
«Como proporción del total de puestos de trabajo generados, en los países del norte de América Latina el trabajo por cuenta propia representó 27 por ciento, comparado con 37 por ciento en los del sur», puntualizó Stallings.
El factor que determinó la expansión del trabajo asalariado en México, América Central y el Caribe fue la maquila, explicaron los investigadores.
Las plantas maquiladoras se dedican al armado de productos textiles, electrónicos y otras manufacturas, con insumos importados y se instalan en zonas francas (libres de aranceles y otros impuestos) para reexportar la producción a otros mercados.
No obstante los cambios productos y económicos registrados durante la década del 90, el desempleo tendió a aumentar en prácticamente todos los países latinoamericanos.
El desempleo y la agudización de la desigualdad representan grandes retos para las políticas sociales de los gobiernos, indicaron los investigadores de Cepal.
«A menos que haya un número suficiente de puestos de trabajo que proporcionen el mínimo necesario para mantener al trabajador y a sus familiares, las políticas sociales se verán agobiadas por la exigencia de satisfacer las necesidades básicas de la población», dijo Weller.
«Así, (estas políticas sociales) no podrán cumplir la función que les corresponde, como complemento del mercado de trabajo, de mejorar el grado de preparación de los trabajadores actuales y potenciales y de suministrar una red de seguridad para quienes no estén en condiciones de trabajar», explicó el experto.
El estudio insta a los gobiernos de la región a resolver los problemas de empleo, caracterizado como el vínculo principal entre el desarrollo económico y social.
Los desajustes en el mercado laboral y sus implicaciones «son también un peligro para las democracias de la región, como se ha comprobado en varios casos», advirtió Stallings.
Los gobiernos son los que deben «ofrecer incentivos para que el crecimiento se base en un uso más intensivo de la mano de obra», pese a que el sector privado tiene el liderazgo en la inversión de acuerdo al modelo de economía de mercado, señala el estudio.
Las políticas en ese sentido deben adecuarse a las características de cada país, pero como norma general en el norte hay que potenciar la maquila y corregir sus deficientes condiciones de trabajo, que incluyen a veces la negativa al derecho de la sindicalización.
En el sur de América Latina, según Stalling y Weller, lo más relevante debe ser el apoyo a las empresas pequeñas, para que complementen una estructura productiva de uso intensivo de capital.
Magdalena Echeverría, socióloga del Departamento de Estudios de la Dirección del Trabajo en Chile, dijo este jueves que surge una nueva tendencia en el mercado laboral a través de la subcontratación, que deteriora las condiciones de los trabajadores.
La subcontratación consiste en que una gran empresa despide a su personal y vuelve a contratar a parte de los trabajadores a través de empresas anexas con menos años de funcionamiento y menor capital que su matriz.
Mediante la subcontratación «lo que se logra es alejar a un grupo de empleados de los beneficios alcanzados, como bonos, convenios de salud y, lo más importante, de la posibilidad de conformar un sindicato, dada la precariedad de su situación laboral», advirtió Echeverría.
Los expertos laborales chilenos estiman que aumentará el uso de los subcontratos, como un recurso de los empresarios para eludir obligaciones previstas en las últimas reformas del Código Laboral, que entraron en vigor el 1 de este mes en Chile. (FIN/IPS/ggr/dm/lb if/01