AMBIENTE: Demanda de aluminio dispara construcción de represas

La creciente demanda de envases de aluminio, cuya fabricación insume gran cantidad de energía, propicia la construcción de proyectos hidroeléctricos dañinos para el ambiente, advirtieron activistas ecologistas.

«La mayor demanda hace necesarias nuevas fábricas de fundición, una pesada carga para los ríos, la atmósfera y otros recursos ambientales del planeta», sostuvo Lori Pottinger, directora de campaña para Africa austral de la organización Red Internacional de Ríos, con sede en Estados Unidos.

El renovado consumo de envases y otros productos de aluminio se debe al aumento de la población y del comercio internacional.

La industria del aluminio es una de las que exige más energía, pues requiere un consumo mínimo de 250 gigavatios de electricidad por hora, y aproximadamente dos por ciento del consumo mundial anual, afirmó Pottinger.

La energía eléctrica necesaria para fundir una tonelada de aluminio podría alimentar una vivienda estadounidense media durante un año y medio, de acuerdo al Worldwatch Institute, radicado en Washington.

Más de la mitad del suministro energético del sector es hidroeléctrico. Muchas empresas construyen represas exclusivamente para alimentar sus fundiciones.

Algunas de las obras más dañinas para el ambiente y la sociedad fueron construidas para responder a las demandas energéticas del sector, sostuvo Pottinger.

Por ejemplo, la represa Akosombo, en Ghana, determinó el desplazamiento de 80.000 personas y provocó un drástico aumento de las enfermedades infecciosas relacionadas con el agua.

La represa Kenney, en Canadá, desvió casi 40 por ciento del curso del río Nechako y redujo en gran medida la producción pesquera, afectando el sustento de las poblaciones indígenas locales.

«De no mediar el interés de las fundiciones de aluminio, ninguna de esas represas se hubiera construido», sostuvo Pottinger.

La industria ha recurrido a la energía hidroeléctrica como fuente esencial por más de 30 años, reconoció a IPS Robin King, portavoz de la empresarial Asociación del Aluminio, con sede en Washington.

Pero «los gobiernos alentaron el uso del agua como fuente de energía durante décadas, y la industria concuerda con esa promoción», dijo King.

Activistas ecologistas intentan impedir la construcción de 14 represas en los ríos Araguaia y Tocantins, en la nororiental región de la Amazonia de Brasil.

Las obras son impulsadas por un consorcio de compañías internacionales. que buscan fuentes de energía para nuevas fábricas de fundición, entre las que se cuentan la estadounidense Alcoa y la británica BHP-Billiton.

Las represas afectarán la selva, áreas pantanosas protegidas y reservas de tribus indígenas y exigirán la reubicación de varios miles de familias, afirmaron organizaciones ambientalistas brasileñas, europeas y estadounidenses en una carta dirigida el mes pasado al consorcio metalúrgico.

Entre los grupos firmantes se encuentra el Movimiento Brasileño de Población Afectada por las Represas y el Foro Carajas Brasil.

«La construcción de represas en la selva para suministrar energía a fábricas de aluminio contraría todas las concepciones de desarrollo sustentable, y los esfuerzos de los países de la Amazonia y de gobiernos de todo el mundo para proteger los ecosistemas selváticos», aseguró el documento.

El movimiento ecologista de Mozambique lleva adelante una campaña similar contra la represa Mepanda Uncua, sobre el río Zambezi, un proyecto de 1.200 millones de dólares destinado a alimentar la expansión de una fundición existente en las afueras de Maputo, la capital.

Un consorcio metalúrgico encabezado por BHP-Billiton procura ampliar —con respaldo de la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial— la capacidad productiva de la fábrica a 500.000 toneladas de lingotes de aluminio, utilizando alúmina procedente del yacimiento australiano de Worsley.

La obra desplazará a 2.000 personas que habitan el área de 100 kilómetros cuadrados que ocuparía el embalse, y agravará problemas ambientales generados por las represas de Cahora Bassa y Kariba, emplazadas en el curso superior del río Zambezi, sostiene el grupo ecologista Livaningo, radicado en el país.

Esas represas impiden el flujo de sedimentos arrastrados por las aguas y afectan el sensible sistema del delta y los manglares del Zambezi.

Los pobladores son «pastores que intentan reconstruir sus manadas diezmadas durante la guerra civil», de Mozambique que se prolongó entre 1976 y 1992, explicó Ryan Hoover, integrante de la Red Internacional de Ríos.

«Si la represa de Cahora Bassa estuviera bien administrada, no habría necesidad de un nuevo embalse», pues la misma incrementó su capacidad productiva en 600 megavatios, sostuvo Anabela Lemos, del grupo Livaningo.

En Islandia, los planes para embalsar los ríos del glaciar Vatnajoekull, en la región oriental, también despiertan la oposición del movimiento ecologista.

El proyecto de la compañía trasnacional Norsk Hydro y la empresa nacional de electricidad Landsvirkjun está concebido para suministrar 750 megavatios de electricidad a la fábrica de aluminio Reydaral, cuya producción proyectada ascenderá a 420.000 toneladas.

Esta obra afectaría el área silvestre de las tierras altas, donde se encuentran valiosas cascadas y los hábitat de poblaciones de renos. «Se secarían más de 100 cascadas, algunas de las más hermosas del país», dijo Arni Finnsson, presidente de la Asociación Islandesa para la Conservación de la Naturaleza.

Para satisfacer la demanda de aluminio, los países y las empresas deberían dedicarse a reciclar los productos existentes, una actividad que no cuenta con el respaldo necesario, afirman los ambientalistas.

El reciclaje de aluminio en Estados Unidos cayó de 65 por ciento en 1992 a 45,5 por ciento en 2000, según el Instituto de Reciclaje de Envases. En contraste, Suecia recicló el año pasado 87 por ciento de sus envases de aluminio y Japón 74 por ciento.

«Los envases de aluminio para bebidas proliferan en países que no cuentan con infraestructura para reciclar», sostuvo Jennifer Gitlitz, integrante del Instituto de Reciclaje.

La solución es crear leyes, como la aprobada por Alemania, que obliguen a los fabricantes de envases a hacerse cargo de los mismos una vez que son utilizados.

Otras medidas que deberían adoptar los gobiernos son el recorte de subsidios a la industria del aluminio, el establecimiento de normativas para el consumo energético eficiente y las oportunidades para el desarrollo de otros materiales. (FIN/IPS/tra- eng/dk/aa/dc/en/01

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