AFGANISTAN: Los requisitos de la paz

El fin del conflicto en Afganistán se aproxima con una celeridad propia del pragmatismo de la cultura tribal de ese país, y alienta esperanzas de desarrollo en paz, que dependen en gran medida de la conducta de otras naciones.

Muchos observadores internacionales temían una cruenta batalla final en la meridional ciudad de Kandahar, último bastión del movimiento Talibán, que controlaba la mayor parte del país antes del inicio el 7 de octubre de bombardeos de Estados Unidos y sus aliados que permitieron el avance de la afgana Alianza del Norte.

Sin embargo, el mulá Mohammed Omar, supremo líder del Talibán, acordó el jueves su rendición, e informes periodísticos de este viernes indican que ese movimiento, fundamentalista islámico, comenzó a entregar sus armas.

El Talibán aceptó rendirse a cambio de garantías de que el nuevo jefe del gobierno interino afgano acordado esta semana en Bonn, Hamid Karzai, otorgara a sus integrantes una amnistía general y garantizara su retiro con «dignidad».

Informes de este viernes indicaron que fuerzas afganas con respaldo estadounidense controlaban la noroccidental región de Tora Bora, en cuyas cuevas se suponía que estaba refugiado el saudita Osama bin Laden, cuyo paradero aún se ignora.

El gobierno de Estados Unidos considera a Bin Laden responsable de los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, y lanzó su ofensiva contra el Talibán, en el marco de una campaña internacional antiterrorista, luego de que ese movimiento fue se negara a entregar al saudita.

Decisivos acontecimientos militares y diplomáticos se precipitaron en 48 hours, como si Omar hubiera esperado la conformación de un gobierno afgano interino para entregarse a él, para no caer en manos de extranjeros.

El Talibán insistió en que estaba dispuesto a defender hasta el fin sus posiciones durante el primer mes de bombardeos, pero luego comenzó una sucesión de retiradas y rendiciones.

El 9 de noviembre capituló en la septentrional ciudad de Mazar- i-Sharif, y tras esa inflexión en el curso de la guerra se produjeron la rendición en la septentrional Kunduz, y la retirada de Kabul, de la noroccidental Herat y de la nororiental Jalalabad.

Las conversaciones en Bonn, auspiciadas por la Organización de las Naciones Unidas y bajo presión de Estados Unidos, se desarrollaron con la misma secuencia de obstinación inicial y rápido acuerdo final entre las facciones afganas representadas.

Ese acuerdo permitió formar una coalición de gobierno interino con razonable representación de diversas etnias e intereses políticos.

Karzai residía en la noroccidental ciudad pakistaní de Quetta, y al igual que Omar nació en Kandahar e integra la mayoritaria etnia afgana de los patanes o pashtun. Fue viceministro de Relaciones Exteriores del primer gobierno afgano posterior al régimen comunista derrocado por guerrilleros islámicos en 1992.

Desde el punto de vista político, sus posiciones son afines a las de Estados Unidos y a las del ex rey Zahir Shah, derrocado en 1973 y exiliado desde entonces en Italia.

Algunos grupos afganos piensan que no tienen representación adecuada en el gobierno interino de 29 integrantes cuya asunción está prevista para el 22 de este mes, para allanar el camino hacia una Loya Jirga (Gran Asamblea) de líderes tribales que prepare una nueva Constitución y elecciones generales.

Sin embargo, todo indica que ese acuerdo se mantendrá firme porque cuenta con respaldo de Estados Unidos y es la base para que la comunidad internacional aporte miles de millones de dólares destinados a la reconstrucción del país.

Todas las facciones y etnias de Afganistán, los países vecinos y el conjunto de la comunidad internacional coinciden en que ese país debe ser un Estado unificado, para garantizar su estabilidad y la de la región.

De todos modos, algunos asuntos delicados siguen pendientes.

En primer lugar, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, dijo a periodistas el jueves que Washington se opone a que Omar sea amnistiado, y al parecer hay planes para que lo juzgue por «proteger a terroristas» un tribunal militar estadounidense, creado por orden presidencial el 13 de noviembre.

Karzai negoció en persona la rendición de Kandahar, y ha afirmado que «se permitirá al mulá Omar y a otros líderes vivir con dignidad en sus propios hogares, si el Talibán renuncia al terrorismo».

Un juicio de Omar tras ese compromiso de Karzai crearía división entre los afganos, desestabilizaría al gobierno interino y extendería en Afganistán y en el mundo la opinión de que el deseo de venganza estadounidense prevalece sobre sobre la búsqueda de reconciliación.

Eso podría crear condiciones para que resurjan en Afganistán señores de la guerra como los que devastaron a ese país en los años 90, tras el fin de la invasión de la Unión Soviética (1979- 1989), y haya fracturas en la coalición formada en Bonn.

Ya hay informes de que el general Abdur Rashid Dostum, de origen étnico uzbeko y bajo cuyo control está en la actualidad Mazar i-Sharif, no acepta los acuerdos de Bonn porque no le fue asignado un lugar en el consejo de ministros interino.

Por otra parte, ambiciones y rivalidades de otros países pueden poner en peligro la estabilidad afgana, como ocurrió en otras ocasiones.

Desde 1978, todos los gobiernos de Afganistán y sus adversarios en ese país han contado con activo apoyo externo de diversos países, entre ellos, Estados Unidos, India, Irán, Pakistán, Tajikistán, Turquía, la ex Unión Soviética y Uzbekistán.

Esas naciones actuaron por intereses económicos o políticos, o debido a afinidades étnicas o religiosas con alguna parte de la población afgana.

Durante un largo periodo de los años 90, Arabia Saudita e Irán lucharon mediante intermediarios en territorio afgano, hasta lograr un acuerdo en 1997.

Es probable que el principal factor en juego contra la reedición de conflictos en Afganistán sea económico.

Las enormes tareas de reconstrucción necesarias requerirán asistencia de por lo menos 10.000 millones de dólares durante los próximos cinco años, y deberán incluir la remoción de unos 10 millones de minas terrestres, la mayor cantidad en un país.

Afganistán integra la Organización de Cooperación Económica, formada en 1992, junto con Azarbaiján, Irán, Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Tajikistán, Turkmenistán, Turquía y Uzbekistán. En los Estados miembros de esa organización viven unos 300 millones de musulmanes.

La paz en Afganistán puede abrir nuevas perspectivas económicas, entre las cuales se destaca la de construir oleoductos y gasoductos con origen en Asia Central, para la exportación desde Pakistán u otros países de Asia Meridional, o desde el Golfo, si esos conductos atraviesan Irán. (FIN/IPS/tra-eng/mh/js/mp/ip if/01

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