«¿Cómo podríamos regresar? Nuestras tierras son incultivables, están yermas, no tenemos agua», se lamenta Malik Mohammad, un refugiado afgano de la provincia de Baghlan que vive ahora en un campamento en la fronteriza Pakistán.
Junto con su familia de siete miembros, Mohammad ha pasado veranos sofocantes y noches heladas de invierno en una tienda de plástico improvisada, en el campo de Nueva Jallozai, cerca de la ciudad pakistaní de Peshawar.
Como miles de otros refugiados afganos, Mohammad no desea volver a su país natal pese a la caída del régimen Talibán, en noviembre, tras los bombardeos de Estados Unidos y las ofensivas terrestres de la opositora Alianza del Norte.
«Pertenezco a una familia de agricultores. Es lo único que sé hacer. ¿Cómo podría alimentar a mi familia si volviera a esas tierras secas?», dice el barbado hombre, de unos 40 años.
Los combates constantes a partir de la invasión soviética en 1979, en un país ocupado en 75 por ciento por montañas con escasa o nula vegetación y en 25 por ciento por desiertos y tierras cultivables, han convertido a Afganistán en la pesadilla de los ambientalistas.
«Es un país donde las cosechas fracasan, los campos y huertos se marchitan, los cursos de agua se secan, y el ganado, el medio de vida para millones de afganos, muere», comentó un funcionario del Banco Mundial, una de las instituciones que proveerá fondos para la reconstrucción del país.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la sequía persistente desde hace tres años destruyó el sustento de millones de personas, en uno de los países más pobres del mundo, con cerca de 24 millones de habitantes.
Se estima que más de tres millones de afganos están ahora refugiados en los vecinos Pakistán e Irán, y por lo menos seis millones son desplazados internos.
Más de 25 por ciento de los niños de Afganistán mueren antes de cumplir cinco años y la expectativa de vida al nacer es de apenas 44 años. Algunos informes sugieren que más de 10.000 aldeas fueron destruidas por la guerra y la sequía.
«Cerca de 80 por ciento del ganado ha muerto. Ocho de los diez ríos de la región se han secado», señala un informe de ACNUR.
Más de dos décadas de guerra provocaron graves daños al ambiente y los recursos naturales. Los bombardeos lanzados por Estados Unidos desde el 7 de octubre tienen su cuota específica de responsabilidad.
«Todavía tratamos de evaluar la magnitud exacta del daño provocado por meses de bombardeos, pero ya confirmamos que muchas represas grandes y pequeñas y reservorios de agua en el sur del país están devastados», dijo a IPS Siddique Momand, director de Asuntos de los Refugiados Afganos en el nuevo gobierno designado de la provincia oriental de Nangarhar.
Aunque aún falta por documentar con precisión el desastre ambiental, un informe de la organización humanitaria británica Oxfam ofrece una idea de la situación en el terreno.
«Aunque el país ya estaba muy subdesarrollado antes de la invasión soviética, los 20 años de guerra redujeron la infraestructura existente a ruinas», señaló Oxfam.
«Sólo dos por ciento de la población tiene acceso a la atención de la salud y apenas 12 por ciento al agua potable. Más de 70 por ciento de la población es analfabeta «, agregó la organización.
Según algunos expertos, las minas terrestres son el peor problema ambiental de Afganistán y matan a unas 15 personas cada día.
Más de 10 millones de minas aguardan a sus víctimas enterradas en granjas, caminos, bosques y montañas, y también en cursos de agua. Las bombas de racimo arrojadas por los aviones de Estados Unidos en su actual «guerra contra el terrorismo» sólo aumentaron el miedo.
«Afganistán precisa con urgencia tierras libres de minas», resaltó un líder del Frente Islámico Nacional de Afganistán que representó al grupo de Peshawar en la reciente conferencia de Naciones Unidas sobre el futuro del país en Bonn, Alemania.
El llamado grupo de Peshawar, compuesto por exiliados afganos en Pakistán, fue uno de cuatro grupos que el 5 de diciembre firmaron en Bonn el acuerdo sobre un gobierno interino para Afganistán.
La reconstrucción de Afganistán costará más de 20.000 millones de dólares en los próximos años, según expertos.
«La asistencia inicial podría destinarse a la seguridad alimentaria, la salud, el agua y el saneamiento, la vivienda, infraestructura social básica, ayuda a los refugiados que regresen y a los desplazados internos», dijo un portavoz del Banco Asiático de Desarrollo.
Si todo va bien, y la reconstrucción es también un incentivo para la paz entre los jefes militares de ese país, millones de refugiados podrían rehacer sus vidas. Esa es, al menos, la esperanza de Mohammad, en el campamento de Nueva Jallozai: «Todo lo que pedimos es paz y alimentos para poder regresar». (FIN/Tierramérica/tra-en/mr/en pr/01