Personal especializado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en la remoción de minas busca en Afganistán 25.000 bombas arrojadas por aviones de Estados Unidos que no explotaron.
Unas 245.000 bombas fueron utilizadas en la campaña que Estados Unidos y Gran Bretaña iniciaron el 7 de octubre contra Afganistán, de acuerdo con la información suministrada por la coalición militar.
«Según los primeros cálculos, un mínimo de 10 por ciento de esos explosivos, aproximadamente 25.000, no explotaron al caer y permanecen sobre el territorio como un material letal», advirtió el administrador del Programa de Naciones Unidas para la Acción contra las Minas en Afganistán, Dan Kelly.
El funcionario agregó que esperaba que los países que participaron de la campaña militar —Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Australia— aportaran más datos sobre los lugares donde fueron arrojados los explosivos.
Las bombas de dispersión, que no son guiadas por mecanismos de precisión, tienen una serie de compartimentos que se rompen para liberar gran cantidad de pequeños explosivos. Muchos no explotan, y permanecen en el suelo como minas antipersonal.
Las fuerzas estadounidenses lanzaron gran cantidad de esos explosivos sobre Afganistán, al igual que en la provincia serbia de Kosovo, en 1999, y durante la guerra del Golfo, en 1991.
A raíz del peligro que representa este armamento para la vida y la reconstrucción del país, la ONU decidió intensificar su programa de eliminación de minas en Afganistán.
Más de 5.000 afganos especializados en la búsqueda e inutilización de explosivos esperan para iniciar la tarea, mientras otro contingente será entrenado el año próximo, informó el foro mundial.
El entrenamiento en la búsqueda, eliminación y conocimiento de las nuevas municiones secundarias, incluyendo bombas de dispersión y minas terrestres, se llevó a cabo en las últimas seis semanas en las ciudades pakistaníes de Peshawar y Quetta, y en Kabul, la capital afgana, y Herat, informó Kelly.
La semana pasada, dos niños de nueve y 10 años murieron y otros dos resultaron heridos en un campamento de refugiados en Herat, cuando una bomba BLU-97 explotó junto a ellos mientras recogían leña.
En noviembre, el Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos resolvió cambiar el color amarillo de los paquetes con alimentos que arrojaban desde el aire en Afganistán, el mismo de los pequeños explosivos, algunos de los cuales tienen inclusive un tamaño similar.
«Es desafortunado que las bombas de dispersión sean del mismo color que los paquetes de alimentos. Lamentablemente, ellos (la población afgana) se acostumbraron a buscar lo amarillo», se disculpó el jefe del estado mayor conjunto, Richard Myers.
Durante la ocupación militar de la Unión Soviética, en la década de los 80, 10 millones de minas terrestres antipersonas fueron colocadas en el territorio afgano, devastado por más de 22 años de guerras.
El programa de la ONU, el mayor y más antiguo del mundo, ha eliminado más de 1,6 millones de explosivos de campos de batalla, tierras agrícolas, caminos y zonas residenciales.
La Unión Europea consideró el mes pasado que la presencia de minas antipersonas en Afganistán es un enorme problema humanitario.
Al menos 2.812 personas fueron víctimas de las minas en el país entre marzo de 1978 y diciembre de 2000. Se estima que cada año más de 150.000 personas en todo el mundo son heridas por las minas, mayoritariamente mujeres, niños y niñas.
Estas armas no sólo destruyen vidas, sino que constituyen un obstáculo para la reconstrucción posterior a los conflictos en países como Angola, Laos, Mozambique, Sierra Leona y Vietnam.
Según la ONU, las minas y las bombas sin explotar cubren un área de 724 millones de metros cuadrados en Afganistán, de los cuales 344 millones son clasificados como prioritarios para la eliminación.
La ONU auspicia una campaña internacional para reconstruir Afganistán, a un costo de más de 9.000 millones de dólares en los próximos cinco años.
«Hablamos de reconstruir un país entero, caminos, infraestructura, puentes, hospitales, escuelas, sistema educativo, ejército y policía. La comunidad internacional se comprometió a hacerlo», dijo el portavoz del foro mundial, Ahmed Fawzi.
Cada año se identifican entre 12 y 14 millones de metros cuadrados de territorios minados en todo el mundo, de acuerdo al Informe de Control de Minas Terrestres 2001, publicado por la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Terrestres.
La Campaña respalda la suspensión en el uso, producción y comercio de bombas de dispersión, y «también apoya los intentos de establecer un nuevo derecho humanitario que abarque los problemas de los explosivios remanentes de las guerras», afirmó Steve Goose, integrante de la organización no gubernamental.
Quienes usan este tipo de armas y otras municiones explosivas deberían asumir la responsabilidad de eliminar las unidades no explotadas o brindar asistencia a esa tarea, opinó Goose.
Se debería suministrar información técnica a la ONU y otras instituciones inmediatamente después de usado el armamento, incluyendo detalles sobre los tipos de armas, su ubicación geográfica y los procedimientos para disponer de ellas en forma segura.
«Los usuarios de armas como las bombas de dispersión, que tienen un impacto de largo plazo, deberían dar información apropiada y advertencias a la población civil durante y después del conflicto», sostuvo Goose. (FIN/IPS/tra-eng/td/aa/dc/ip/01