Los musulmanes sirios que se privan de alimentos y de placeres sensuales durante el día en el mes sagrado de Ramadán, comenzado a mediados de este mes, ponen cada año más énfasis en el iftar, el festín de ruptura del ayuno al anochecer.
Los creyentes discuten si el iftar debe comenzar cuando el horizonte oculta al sol o cuando deja de verse la luz solar, pero unos y otros lo celebran en cafés, restaurantes y supermercados, o reunidos en las khiam, tiendas de campaña instaladas en las ciudades árabes durante el Ramadán, para comer, fumar y asistir a espectáculos.
«La comida, las reuniones familiares, la solidaridad entre los creyentes y la ayuda a los pobres han sido siempre tradiciones populares del Ramadán, aunque no tengan origen en textos sagrados», dijo a IPS Radwan Salem, graduado en estudios islámicos en la Universidad de Damasco.
«Pero en los últimos 20 años se han desarrollado nuevas costumbres vinculadas con el iftar. El énfasis se ha desplazado hacia las reuniones sociales y festines, y hacia la solidaridad entre ricos y pobres. Las reuniones para el iftar tienden a ser mayores, con más personas y más alimentos», explicó.
«Durante el Ramadán, trabajamos menos y comemos más», añadió.
El Ramadán se celebra desde comienzos del siglo VII, para conmemorar el periodo en el cual el Corán fue revelado al profeta Mahoma según la religión musulmana. Su nombre deriva de la palabra «ramd», que significa «quemar», y alude a la expiación de pecados.
Al comienzo se trataba de un mes de ascetismo y obras de caridad con fines de purificación, y el iftar consistía apenas en la ingestión de agua y un dátil.
En la actualidad, muchas comunidades musulmanas mantienen la costumbre de comenzar el iftar con dátiles, y otras, por ejemplo en Arabia Saudita, comen esos frutos al fin de los festines vespertinos, pero la gran mayoría consumen todo tipo de alimentos.
Existen distintas interpretaciones del proceso que condujo desde el mes de ascetismo al actual énfasis en el momento festivo del iftar, pero la mayoría de los musulmanes coinciden en que el cambio es reciente.
El historiador sirio Samir Ghani, residente en Damasco, se apresuró a enfatizar que el iftar no es contradictorio con el espíritu del Ramadán, y sostuvo que las reuniones vespertinas en hoteles y otros establecimientos «son excelentes novedades, porque reúnen a la gente».
Sin embargo, opinó que «esas fiestas en tiendas de campaña, para beber, bailar y escuchar música ajena a la religión no tienen relación alguna con el Ramadán».
Los maestros de religión también critican las reuniones en khiam, y en las reuniones de oración de los viernes se recuerda a los creyentes que la vida social no debe hacer olvidar las raíces religiosas del Ramadán.
«Es absolutamente cierto que ahora el iftar es más una diversión que un acto religioso. La gente compite por ofrecer la mejor fiesta, bebe y juega a las cartas o al tawle (backgammon), en vez de rezar y concentrarse en la purificación», dijo a IPS Abu Al-Nour Khorsheed, de la mezquita de Qanawat.
Esos cambios han aumentado la popularidad del Ramadán, practicado en la actualidad por 60 por ciento de los musulmanes, apuntó.
La revitalización de las prácticas musulmanas en los últimos 20 o 30 años se debe en gran parte a «una crisis de identidad», sostuvo.
«En cierta medida, se trata de un resultado de la globalización de la economía y la cultura, que empuja a las comunidades a mostrar símbolos de los vínculos de solidaridad que las unen. Cada musulmán quiere mostrar que lo es, y lo mismo ocurre con los cristianos o los hinúes», afirmó.
Ali Amin, un negociante de 25 años de edad, comenzó hace pocos años a ayunar con regularidad durante los días del mes sagrado.
«Practicaba el ayuno sólo unos pocos días del Ramadán, hasta que un año, por casualidad, todos mis amigos ayunaban y decidí acompañarlos. Era divertido, y me di cuenta de que le hacía mucho bien a mi cuerpo. Me estabilizó y me dio disciplina, en términos físicos y psicológicos», dijo a IPS.
«Si decidiera abstenerme de actos pecaminosos, lo haría durante todo el año. No quiero ser un hipócrita que se detiene sólo durante un mes. ¿De qué serviría eso?», comentó.
De todos modos, muchos jóvenes aún enfatizan el sentido religioso del Ramadán.
«Ayuno porque mi religión lo prescribe. Es parte de mi vida», dijo a IPS el taxista Hassan Turanilsi, de 25 años de edad, quien vive el Ramadán como una tradición familiar, y no siente deseos de participar en fiestas.
«Sería apropiado que las familias se visitaran para el iftar, o después de él, y que donaran alimentos a los pobres si pueden», opinó.
Sin embargo, las nuevas prácticas invluyen mayor cantidad de reuniones públicas en las cuales los pobres reciben alimentos para el iftar, y de otros actos de caridad.
«Este año habrá muchas reuniones para el iftar en las cuales se recauden fondos para los hambrientos de Afganistán, o para apoyar la insurgencia palestina contra Israel», dijo a IPS un creyente que oraba en una mezquita y no quiso ser identificado. (FIN/IPS/tra-eng/gb/sm/mp/cr/01