La Iglesia Católica canonizará antes de fin de año al indígena mexicano Juan Diego, a quien en 1531 se le habría aparecido la virgen de Guadalupe, patrona de América Latina, pero cuya existencia histórica niegan religiosos y laicos amenazados de excomunión.
El anuncio, esperado por los católicos mexicanos desde 1990, cuando Juan Diego fue beatificado por el papa Juan Pablo II, fue proporcionado este viernes por la Iglesia local.
La canonización será el punto culminante de una investigación histórica del Vaticano que demostró la existencia del indígena, a quien la virgen María se le habría aparecido y luego impregnado su imagen en una tela vegetal en 1531, según sacerdotes.
En 1999, Guillermo Shulenburg, ex abad de la basílica de Guadalupe, junto con el arcipestre y el bibliotecario de ese templo, pidieron en una carta al Vaticano un análisis en detalle de la canonización, pues, dijeron, no existe evidencia histórica firme de la existencia de Juan Diego.
Los argumentos de Shulenburg, quien fue abad de la basílica por más de 30 años hasta 1996, recibieron duras críticas de la Iglesia y de los fieles, que pidieron incluso su excomunión.
Pero las observaciones del ex abad no eran las únicas. En los últimos cuatro siglos, varios historiadores y religiosos mantuvieron la tesis de que nunca existió el indígena hoy a punto de ser canonizado.
Según esos argumentos, Juan Diego y la supuesta impregnación milagrosa de la imagen de la virgen en una tela fueron parte de una estrategia de la antigua Iglesia Católica para facilitar la conversión de los indígenas al cristianismo.
La virgen de Guadalupe es símbolo de la religiosidad de México, el segundo país del mundo por su población católica, luego de Brasil.
La Iglesia proclamó a la virgen de Guadalupe «celestial patrona» de América Latina en 1920, y «madre de las Américas» 40 años después.
Más de 15 millones de peregrinos visitan anualmente el complejo religioso donde se ubica la basílica de Guadalupe, en una zona céntrica de la capital, hoy rodeada de miles de vendedores ambulantes.
En el lugar en que se habría aparecido la virgen hay varios templos, fuentes, jardines y estatuas dedicadas a la madre de Jesucristo y a Juan Diego, quien con la canonización adquirirá el rango de santo.
La canonización cumple uno de los anhelos más sentido de los creyentes de la Iglesia mexicana, dijo el cardenal Norberto Ribera.
En 1999, cuando trascendió que Shulenburg había enviado la carta al Vaticano, Ribera declaró que su par se excomulgaría a sí mismo si la Iglesia declaraba santo a Juan Diego, lo que está a punto de suceder.
«Si María no apareció, si Juan Diego no existió, entonces nuestra prédica no tiene sentido ni la devoción de ustedes (los católicos) tampoco. Como testigos de Dios resultaríamos el papa Juan Pablo II y nosotros unos embusteros», dijo Ribera entonces.
El sacerdote Manuel Olimón, profesor de la Universidad Pontificia de México, manifestó su preocupación de que la figura de Juan Diego sea manejada como dogma de fe y que cualquier cuestionamiento sea considerado herejía.
Los creyentes católicos atribuyen a la virgen de Guadalupe y a Juan Diego una serie interminable de milagros. Ambas figuras, junto con la cruz, son considerados los íconos religiosos más fuertes de los mexicanos.
Según cuenta la Iglesia, en diciembre de 1531 una virgen de piel morena vestida con un manto azul apareció ante Juan Diego, un indígena convertido al catolicismo.
La virgen le habría pedido al nativo indicar a los prelados de la Iglesia que se debía construir un templo en honor de ella. Pero los sacerdotes desconfiaron del relato de Juan Diego y le pidieron pruebas.
Tras cinco apariciones de la virgen, Juan Diego se habría presentado a los prelados con una manta llena de rosas, flor inexistente en la zona, que al abrirla mostró la imagen de la virgen impregnada de forma milagrosa.
Los creyentes argumentan que la manta tiene características extrañas y milagrosas, pero otros sostienen que es simplemente una pintura bien conservada. (FIN/IPS/dc/mj/cr/01
