Un maestro irlandés que enseña en la ciudad palestina de Hebrón realiza una filmación documental sobre las penurias de sus alumnas y sus familias bajo la ocupación militar israelí.
Darren Irvine, de 35 años, llegó a la ciudad cisjordana de Hebrón en agosto para enseñar inglés. Pero luego de presenciar muchas situaciones de «gran injusticia», decidió llevar un «diario filmado» en vídeo para documentar su estancia en Cisjordania.
Según Irvine, la prensa internacional no expresa en forma adecuada la situación de los palestinos. Cuando retorne a su país en diciembre, procurará exhibir su vídeo a jóvenes estudiantes.
«Quiero llevar el mensaje de lo que significa vivir bajo ocupación militar. Quiero prestar una voz a estos niños y niñas palestinas», afirmó.
Tanto en árabe (Al-Khalil) como en hebreo (Hevron), el nombre de la ciudad significa «amigo», en referencia a Abraham, el amigo de Dios. Pero Hebrón, ubicada 32 kilómetros al sur de Jerusalén, es un hervidero de fervor religioso y enemistad.
Se trata de la única ciudad palestina de los territorios ocupados en la que el ejército israelí ejerce un control directo y permanente sobre la inmensa mayoría de la población.
Cuatrocientos colonos judíos viven en asentamientos fortificados en el centro de la ciudad, rodeados por vecindarios árabes en los que habitan 120.000 palestinos. Estos colonos se consideran a sí mismos guardianes de la segunda ciudad sagrada del judaísmo después de Jerusalén.
Las tareas cotidianas de Irvine en la escuela Qurduba no se limitan a la enseñanza de la lengua inglesa. Todos los días ayuda a escoltar de regreso a 160 alumnas de seis a 14 años que finalizan su breve jornada escolar de 45 minutos.
«Es muy difícil educar a nuestras niñas, pues nunca sabemos cuándo empieza el toque de queda, así que deben volver temprano a sus hogares», explicó el director Faisal Abu Hakal.
A media mañana, las niñas se congregan en el salón de entrada de la escuela, una antigua vivienda árabe emplazada en la ladera de la ciudad, y esperan que algún maestro las acompañe en grupos hasta sus hogares, para protegerlas del acoso de los colonos y los soldados.
Los encuentros desagradables comienzan en la puerta de acceso, donde un soldado israelí descansa a la sombra de su puesto de control, acompañado de un puñado de niños judíos menores de cinco años, que insultan a las niñas palestinas.
Más adelante, los soldados apostados en la azotea de un edificio palestino observan a las niñas con binoculares. Uno de ellos suelta un sonido como el lamento de un lobo, festejado por sus compañeros.
«Esto es parte de las humillaciones diarias que los extranjeros rara vez notan», explicó Irvine.
En la clase de inglés, las alumnas del maestro irlandés hablan del temor que sienten por los israelíes y judíos, y señalan que los soldados que han tomado las azoteas de sus casas y orinan en ellas. También refieren que jóvenes israelíes se sientan junto a los soldados en los puestos de control y les exigen sus documentos.
Ayah, una estudiante de 16 años, escribió que no puede dormir de noche por «la voz del helicóptero israelí» que sobrevuela su casa. «Todos en Hebrón me cuentan su historia», sostuvo Irvine.
Desde el comienzo en septiembre de 2000 del levantamiento contra la ocupación israelí, los residentes palestinos de la ciudad vieja son continuamente sometidos al toque de queda.
Cada vez que empieza o termina el toque de queda, soldados israelíes vocean la orden con megáfonos, recorriendo las calles en vehículos militares.
En esos periodos las escuelas a las que asisten miles de niños y niñas deben permanecer cerradas, obligando a los escolares palestinos a permanecer recluidos en sus hogares, mientras los israelíes son libres de caminar por la calle protegidos por los efectivos militares.
En la sede del gobierno municipal, Jamal Nofal, director de Asuntos Civiles, acumula decenas de expedientes sobre «incidentes diarios en Hebrón».
El último caso fue el de un adolescente palestino quien denunció haber sido golpeado en el rostro sin motivo por un soldado israelí cuando se dirigía a la escuela.
«Esto no es nada», sostuvo Nofal señalando cientos de denuncias de maestros, maestras y estudiantes a quienes se les impide concurrir a clases, se les rompen los neumáticos de sus automóviles, o son baleados en la escuela.
Las denuncias son entregadas al funcionario israelí del distrito de Hebrón, con la esperanza de que los infractores sean castigados o que se permita el traslado seguro de maestros y estudiantes en los periodos de toque de queda. Pero las denuncias no han generado ninguna respuesta.
«Todo es consecuencia de la ocupación», explicó Irvine. Mediante su filmación documental, el maestro aspira a demostrar que la paz será inalcanzable antes que cese la ocupación militar.
«Es cierto que (los israelíes) viven con temor, pero al contrario que los palestinos, son libres de ir donde quieran y cuando quieran. No viven las mismas pesadillas que los palestinos. Lamentablemente, la mayoría del público aún no lo entiende», concluyó. (FIN/IPS/tra-eng/vq/sm/dc/ip cr/01