El gobierno de Pakistán logró controlar al costo de la vida de cuatro personas una protesta nacional de militantes políticos islámicos partidarios del movimiento Talibán de Afganistán.
El gobernante militar Parvez Musharraf llegó a Nueva York, para participar de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, con la certeza de que había sofocado de momento la reacción islámica contra el apyo de su régimen a la ofensiva de Estados Unidos contra el Talibán.
La jornada de manifestaciones de este viernes no logró el respaldo deseado. La huelga nacional convocada contra el apoyo de Musharraf a la guerra encabezada por Estados Unidos contra Afganistán dejó un saldo de decenas de heridos y cientos de detenidos.
Unos 5.000 manifestantes, integrantes del partido fundamentalista Jamat-I-Islami (JI), bloquearon una línea ferroviaria en la ciudad de Dera Gazi Khan, 500 kilómetros al sudoeste de Islamabad.
La huelga fue organizada por el Consejo Pakistaní de Defensa Afgana, una alianza de más de 20 partidos islamistas favorables al gobierno del movimiento Talibán.
Los Talibán brindan reufigio al saudita Osama bin Laden, a quien Estados Unidos acusa de los ataques terroristas del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington.
El Consejo Pakistaní aseguró que la huelga fue un éxito, pero el 9 de noviembre es fiesta pública en Pakistán, por lo cual los comercios y oficinas ya habían decidido cerrar.
Musharraf respalda a Estados Unidos, pero es partidario de un operativo militar rápido, pues teme el fortalecimiento de la oposición fundamentalista, que exige su dimisión.
El presidente pakistaní advirtió el peligro de un agravamiento del conflicto «en todo el mundo musulmán» si se prolongan los ataques contra Afganistán.
Musharraf, que se reunió el jueves en Londres con el primer ministro británico Tony Blair, declaró que las imágenes de la televisión transmiten la idea de que el bonbardeo está dirigido contra civiles inocentes en Afganistán.
Según el diario británico The News, la demanda de Musharraf de suspensión de la ofensiva miltar durante el mes sagrado de Ramadán, que empezará el 17 de este mes, tiene el respaldo de Arabia Saudita. Durante el Ramadán, los musulmanes peregrinan a la ciudad saudita sagrada de La Meca.
El gobierno de Arabia Saudita teme que si la guerra contínúa, las reuniones religiosas se conviertan en protestas masivas.
Al comienzo de los bombardeos contra Afganistán, Musharraf aseguró que Pakistán no ofrecería bases a Estados Unidos. Pero no mantuvo su palabra, aumentando el descontento de los partidos fundamentalistas que buscan desplazarlo.
Analistas indicaron que los partidos islámicos no tienen el poder para derrocar al gobierno. No obstante, las medidas de control de las manifestaciones del viernes fueron estrictas.
El gobierno movilizó a miles de policías y a fuerzas paramilitares, y numerosos manifestantes fueron detenidos en la madrugada, antes del comienzo de la protesta nacional.
Además, la policía prohibió el uso de altavoces en las mezquitas, excepto para el llamado a la oración.
Una semana antes de la huelga, el gobierno había dispuesto la detención domiciliario de los jefes de los partidos religiosos más importantes. En Islamabad, la manifestación fue prohibida por las autoridades y en Peshawar, el despliegue policial y militar impidió que muchos llegaran al lugar de reunión.
El presidente del Consejo Pakistaní de Defensa Afgana, Maulana Samiul Haq, que coordina una red de escuelas religiosas en que se formaron los militantes de Talibán, dijo que la huelga fue una suerte de referendo «que dejará expuestos a los infieles».
El dirigente religoso Abdul Hafeez desmintió a Musharraf, quien había dicho que sólo una minoría se alinea junto a la oposición a la política del gobierno favorable a Estados Unidos.
La huelga de este viernes fue la segunda convocada en Pakistán por partidarios del Talibán desde el comienzo de los bombardeos en Afganistán el 7 de octubre.
La primera movilización nacional fue lanzada el 15 de octubre, el día de la visita a Islamabad del secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, Colin Powell. En aquella jornada murieron dos personas y 50 resultaron heridas en incidentes en todo el país.(FIN/IPS/tra-en/ni/ral/lp-ff/ip/01