La crisis alimentaria causada en Afganistán por la guerra y la sequía puede propagarse a países vecinos, que también están afectados por falta de lluvias y por el aluvión de refugiados afganos, advirtieron agencias humanitarias internacionales.
Existe el riesgo de que la hambruna desborde las fronteras de Afganistán para alcanzar a estados limítrofes en que los numerosos refugiados afganos agregan más peso sobre frágiles economías, señaló Stephanie Bunker, portavoz de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de la Asistencia Humanitaria a Afganistán.
La guerra no sólo causa inseguridad alimentaria en el territorio afgano, sino que puede propagarla a toda una región, agregó Shahid Zia, del Grupo de Acción por la Agricultura Sustentable, una coalición de 24 grupos de la sociedad civil.
Primero en la lista de los países vecinos vulnerables figura Tajikistán, donde una guerra civil ha destruido la infraestructura social, dijo Bunker. Pakistán todavía tiene medios para hacer frente a la difícil situación, pero también ha sufrido una fuerte sequía.
«Durante los últimos tres años, Afganistán y Tajikistán han sido los países más afectados por la sequía, que es un fenómeno regional», explicó Jalid Mansour, del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
«Muchas áreas de Pakistán e Irán fueron alcanzadas por la hambruna, pero la superaron, porque tenían reservas de trigo suficientes. De hecho, las operaciones del PMA dependen de las reservas de Pakistán e Irán para proveer alimentos a Afganistán», añadió.
Los 22 millones de habitantes de Afganistán ya se enfrentaban a una grave crisis alimentaria antes del comienzo de los bombardeos encabezados por Estados Unidos, el 7 de octubre.
Los 22 años de guerra y la peor sequía registrada en la historia del país dejaron al menos 5,6 millones de personas (uno de cada cuatro habitantes) total o parcialmente dependientes de la ayuda del PMA.
Otros dos millones de personas podrían agregarse a la población necesitada de asistencia si aumentan los desplazados, y especialmente, si se concreta la eventualidad de una guerra de aniquilación tras la retirada del movimiento Talibán de ciudades clave, verificada la semana pasada.
Las reservas domésticas de alimentos son extremadamente bajas en algunas áreas, y en otras, las condiciones son de hambruna.
Agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calcularon que se precisarían 584 millones de dólares para garantizar la entrega de ayuda humanitaria y programas de protección para unos 7,5 millones de afganos.
Los organismos de la ONU aguardan 400.000 refugiados más en Irán, cerca de un millón en Pakistán, donde ya se cuentan más de dos millones, y 100.000 en países de Asia central, como consecuencia de la guerra en Afganistán.
Ya en agosto, la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de la Asistencia Humanitaria en Afganistán había estimado que la crisis de este año continuaría en el primer trimestre de 2002.
«Con el invierno, las condiciones para los más de cuatro millones de campesinos afganos más afectados por la crisis se agravarán», advirtió el informe.
«Luego de tres años de sequía y dos cosechas al menos 50 por ciento inferiores a lo normal, la vulnerabilidad de la población probablemente generará más desplazamientos», agregó.
El PMA estimó el déficit de cereales para este año en 2,3 millones de toneladas. La ayuda alimentaria suministrada hasta ahora suma apenas 240.000 toneladas, o 10,4 por ciento del déficit total.
Sin embargo, la directora ejecutiva del PMA, Catherine Bertini, anunció el viernes 16 en Londres que por primera vez su agencia logró alcanzar el objetivo mensual de 52.000 toneladas, suficientes para alimentar a los seis millones de hambrientos.
Esta tendencia parece relacionarse con el nuevo interés de la comunidad internacional por la situación humanitaria en Afganistán en el marco de la «guerra contra el terrorismo» lanzada por Estados Unidos a raíz de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
No obstante, la situación todavía dista de ser satisfactoria.
Trabajadores humanitarios temen que el conflicto impida la siembra de trigo, que debería ser cosechado en mayo de 2002.
El trigo, el principal producto alimenticio de la región, representa 80 por ciento de la producción cerealera total de Afganistán.
La temporada de siembra habitualmente comienza a fines de octubre y dura hasta principios de diciembre.
Aunque no se dispone de información de primera mano sobre los trastornos provocados en la plantación por los bombardeos aéreos, existen muchos motivos de preocupación, porque aún en años anteriores, el rendimiento era la mitad del potencial, señaló Mansour.
Además, los suministros de fertilizantes de Afganistán, en general importados de Pakistán, Irán y Turkmenistán, también están afectados, lo cual produce una significativa reducción en el rendimiento agrícola.
Los vecinos de Afganistán tienen sus propios problemas alimentarios.
Tajikistán, una de las repúblicas ex soviéticas más pobres, padece las consecuencias de una amarga guerra civil de cinco años.
El PMA prevé que la producción de alimentos este año en ese país será de 303.000 toneladas, una cantidad 36 por ciento inferior al promedio de los últimos cinco años.
Tajikistán precisa más de un millón de toneladas de cereales al año para satisfacer sus necesidades domésticas. Pero como las importaciones comerciales no excederán las 400.000 toneladas, quedará una brecha de unas 341.000 toneladas hasta mediados de 2002.
En cuanto a Pakistán, pese a tener mejor reservas para hacer frente a la escasez, también sufrió graves consecuencias económicas por la sequía.
Islamabad redujo su previsión de crecimiento económico de 4,5 a 3,8 por ciento para este año a causa de la seca, que provocará una pérdida de 2.000 millones de dólares, según cálculos de las autoridades.
Durante mucho tiempo, la escasez de trigo en Afganistán había sido compensada con el contrabando desde el vecino Pakistán, según funcionarios. (FIN/IPS/tra-en/ni/js/mlm/dv/01