Los hacendados de Colombia apelan a las llamadas «vídeosubastas ganaderas» de las ciudades para eludir las extorsiones y los secuestros perpetrados por guerrilleros de izquierda y paramilitares derechistas.
Esta modalidad de promoción y venta de ganado comenzó a practicarse hace tres años en la noroccidental ciudad de Medellín, la segunda del país, y desde el último año, también en Bogotá.
Así, los cómodos salones de la Cámara de Comercio de la capital colombiana, por ejemplo, sirven de sede para que los ganaderos de la región central del país compren y vendan animales sin exponerse a las prácticas de extorsión y secuestro de los grupos armados irregulares.
Esa subasta, organizada cada quincena desde el 12 de octubre de 2000 por la Federación de Ganaderos del Llano, se desarrolla en un ambiente seguro, donde los hacendados, acompañados de un buen trago, siguen los lotes que desfilan por una gran pantalla, mientras un tablero detalla peso, edad y precio de cada animal.
El escenario es muy similar al de las tradicionales ferias ganaderas, con música, pinturas y propaganda, muy común en los centros poblados del interior del país. En este caso, todo tiene que ver con el campo, aunque falta el olor típico de las subastas reales.
La ganadería bovina, el sector más importante de la producción agropecuaria colombiana, abarca unas 25 millones de hectáreas, con alrededor de 22,5 millones de animales, y representa cinco por ciento del producto interno bruto del país.
Colombia cuenta con un excelente ganado de engorde y una ventaja competitiva frente a otros mercados, pues se produce exclusivamente por medio de pastoreo. Además, la mitad de la zona ganadera ya ha sido declarada libre de la fiebre aftosa con vacunación.
El asesor ganadero Juan Rincón comentó a IPS que esta modalidad de subasta «era una necesidad de los ganaderos para poder comercializar su producción de manera más segura, pues la grave situación de orden público muchas veces les impide llegar a los establecimientos tradicionales de exposición y venta».
La Federación Nacional de Ganaderos calcula que, sólo en el primer semestre de este año, sus afiliados fueron obligados a pagar unos 25 millones de dólares en extorsiones y otro tanto se ha perdido por causas de los robos.
Los ganaderos son las víctimas más frecuentes de las prácticas de secuestro cometidas por las organizaciones que participan en el conflicto interno armado, al punto que sólo entre enero y junio se denunciaron 319 casos.
Colombia ocupa el primer lugar entre los países con mayor incidencia de secuestros, con más de 4.000 casos anuales, la mayoría de ellos con fines extorsivos y cometidos principalmente por las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Pero los ganaderos no son sólo víctimas. Organizaciones de derechos humanos aseguran que este sector agrícola es el promotor de los paramilitares nucleados en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), culpables de la mayoría de masacres contra campesinas.
Uno de los puntos neurálgicos de las negociaciones de paz que el gobierno de Andrés Pastrana mantiene, por separado, con las FARC y el ELN es poner fin al secuestro y la extorsión.
En el acuerdo logrado el 23 de este mes en Cuba entre el gobierno y el ELN, que descongeló el proceso con el segundo grupo guerrillero del país después de las FARC, incluye como primer punto de la agenda rondas de trabajo par alcanzar un cese de hostilidades.
A su vez, el gobierno espera la pronta reanudación del diálogo de paz con las FARC, donde el cese del fuego y también de hostilidades, como el secuestro, parece ser la meta central.
Mientras, las telesubastas parecen ser la solución hasta que finalmente lleguen los acuerdos.
El mecanismo es sencillo. Los productores ofrecen diferentes tipos de ganado, que son filmados por la empresa organizadora de la subasta en cada uno de los establecimientos rurales, y proponen una base mínima de precio de venta.
La rueda de negocios empieza cuando el rematador da la orden para que se emita el vídeo del primer lote de ganado ofrecido.
«Esta es una oportunidad para los cebadores», señala a viva voz el director de escena de la subasta, ataviado como si estuviera en una feria de pueblo con botas, poncho al hombro y sombrero, mientras los animales son mostrados a través de una pantalla gigante.
Comienza la puja y una tras otra se levantan las paletas, hasta que el martillazo anuncia el cierre del negocio.
El volumen de comercialización en estas ferias virtuales sigue siendo aún bastante menor frente a las subastas tradicionales. Todavía una buena feria, como la del nororiental puerto Boyacá, mueve cada 15 días entre 2.000 o 3.000 animales, mientras que las telesubastas ciudadanas no superan los 800 al mes.
«En subasta presencial (en vivo), el proveedor puede ofrecer sólo uno, 50 o 100 animales. En cambio, nosotros tratamos de manejar volumen de camión para que el flete del transporte le salga económico al comprador», explicó a IPS el gerente de las subastas virtuales de Bogotá, Edgar Ariza, destacando las ventajas
Ariza apuntó que entre las ventajas de las vídeosubastas se cuentan la falta de intermediarios, la certeza para el que compra sobre el sitio de procedencia del ganado y la agilización y seguridad de los trámites de movilización y despacho del ganado.
«La calidad de las cámaras de vídeo es buena y los que trabajan son expertos que saben que nos gusta mirar a los ganaderos», contó a IPS José González, un asiduo asistente a las ferias virtuales.
«Por lo menos puedo ver el ganado, sentir por unos momentos que estoy en el campo. Sin embargo, lo malo es que no los puedo tocar, observar mejor, buscar defectos», agregó.
González habló con nostalgia del olor de la tierra, de la presencia de la gente en las ferias y de los campesinos, pues hace más de ocho años que no puede ir a su establecimiento rural debido a las amenazas recibidas.
«Lo dejan a uno quieto, y ésta es la única forma de ver ganado y vender», comentó González con cierta resignación.
Este ganadero maneja su hacienda por medio de un teléfono celular y de la red de computadoras, mientras que comercializa la producción en las vídeosubastas y se comunica computador. «Es la única forma de hacerlo», explicó.
El caso de González no es aislado. En algunas regiones del país la situación es tan grave que los ganaderos manejan su negocio a «control remoto», ayudados con fotos o vídeos que les mandan los administradores o veterinarios.
«Estos ganaderos son muy valientes porque pese a todo siguen invirtiendo y siguen trabajando en mejoramiento genético de sus ganaderías. Eso nos tiene vivos», aseguró Rincón.
Muchos creen que el nuevo esquema de subasta, que parece extenderse cada vez más, ha permitido que siga la ganadería en Colombia.
«Muchos ganaderos van entrando en esa modalidad, pues los riesgos se minimizan y se gana en comodidad», destacó el gerente de la vídeosubasta bogotana. (FIN/IPS/yf/dm/dv if/01