Las bombas de la Luftwaffe, la aviación de guerra de Alemania, fueron la pesadilla de los británicos durante la segunda guerra mundial, pero ahora el gobierno de Gran Bretaña cree insuficiente la actividad de esa fuerza aérea.
El parlamento alemán aprobó la movilización de 3.900 soldados para apoyar a las tropas estadounidenses en Afganistán, y esta semana la Luftwaffe comenzó a transportar equipo militar a la base aérea turca de Incirlik. Tales hechos han causado más protestas en Alemania que en Gran Bretaña.
Esos dos países son los únicos comprometidos a contribuir con importantes contingentes a la campaña encanezada por Estados Unidos en Afganistán y compartirán eventuales bajas. El interés de Gran Bretaña en que Alemania despempeñe un papel militar más importante se debe a su preocupación por sus propias tropas.
El gobierno británico alistó un contingente de 6.000 soldados para su despliegue en la campaña, pero aún no los ha movilizado por discrepancias con la afgana Alianza del Norte y por la incertidumbre sobre su mandato.
«No vamos a desplegar tropas (en Afganistán) hasta que se establezca con claridad su papel y los riesgos que afrontarán», dijo a IPS un portavoz del Ministerio de Defensa británico.
No se trata del primer involucramiento de Alemania en una situación bélica posterior a la segunda guerra mundial, ya que apoyó operaciones militares multinacionales en la provincia yugoslava de Kosovo y en Macedonia, pero esta nueva intervención ha tenido un fuerte impacto simbólico en Europa.
«La mayor parte de los británicos dan la bienvenida» a la participación de fuerzas alemanas en la campaña militar, dijo a IPS William Hopkinson, especialista del Real Instituto de Estudios de Defensa, con sede en Londres.
«En la actualidad, pensamos en la defensa de Europa, y Alemania debe estar preparada para desplegar tropas y dejar atrás la posición adoptada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial», cuando el impacto social del conflicto y la voluntad de sus vencedores se sumaron para acotar su desarrollo militar, añadió.
El canciller (jefe de gobierno) alemán, Gerhard Schroeder, logró el 16 de noviembre por muy estrecho margen aprobación parlamentaria para participar en la campaña afgana. Eran necesarios 334 votos a favor en el Bundestag, la cámara baja del parlamento, y hubo 336.
De hecho, las mayores preocupaciones sobre el asunto en Gran Bretaña no se refieren a la decisión adoptada, sino a la fuerte resistencia en Alemania contra la iniciativa de Schroeder.
«El canciller alemán quería esto, pero no estamos seguros de que el conjunto de la sociedad alemana lo deseara. La situación no ha madurado, aún es delicada, y puede volverse crítica si se producen bajas alemanas en la operación», señaló Hopkinson.
La oposición social a la iniciativa en Alemania puede ser mayor que la expresada en el Bundestag, ya que «las Fuerzas Armadas son aceptadas para la defensa territorial, pero hay muy poco apoyo a la idea de que cumplan un mandato más amplio», agregó.
Permanece indefinido el papel que desempeñará el contigente alemán, integrado por 800 soldados con vehículos capaces de afrontar ataques con armas biológicas, químicas o nucleares, 1.800 efectivos de la marina de guerra entrenados para defender puertos, y 100 integrantes de una fuerza de combate de elite.
«Lo más sorprendente es que un país como Alemania, que se declara pacifista, disponga de sistemas de defensa más avanzados que los británicos. Muchos no sabíamos que los tenían», comentó el mayor retirado británico retirado Steve Roberts, en un debate transmitido por radio.
El primer ministro británico, Tony Blair, enfatizó su apoyo al desarrollo militar de «una nueva Alemania» durante un acto del gobernante Partido Socialdemócrata alemán realizado en la meridional ciudad alemana de Nuremberg, en el 56 aniversario del comienzo de juicios a criminales de guerra nazis.
«Para ustedes, el militarismo de épocas anteriores se asocia con muchos recuerdos amargos, pero deben reconocer que esos hechos pertenecen al pasado, no al presente ni al futuro», dijo a los asistentes.
«Estamos en el siglo XXI, y Alemania es un líder de Europa con enorme poder económico y político. Sus intereses y los del mundo exigen que cumpla por completo el papel que le corresponde en las políticas exterior y de defensa», enfatizó.
«Para ustedes, la integración a Europa no es una cuestión muy polémica, y el despliegue militar sí lo es. Nosotros (en Gran Bretaña) estamos en la situación inversa», comentó.
Blair no mencionó directamente en su discurso las delicadas cuestiones vinculadas con el aniversario que se conmemoraba en Nuremberg, y fue aplaudido de pie por los asistentes al acto.
Varios analistas políticos británicos indicaron que pueden comprender por razones históricas la renuencia en Alemania a enviar tropas a una guerra.
Una decisión de esa índole «aún plantea graves dilemas y causa enorme dolor a todos los progresistas alemanes de la era posterior a Hitler», pero es hora de que Alemania se libere de esa histórica carga, escribió Martin Kettle para el periódico The Guardian. (FIN/IPS/tra-eng/ss/raj/mp/ip/01