La «huella ecológica», un nuevo índice que homologa en términos de área territorial el consumo de las personas, es otro testimonio de la creciente brecha entre ricos y pobres en Chile.
Vitacura, uno de los municipios de más altos ingresos de Santiago, tiene una huella ecológica 40 veces mayor a la de Cerro Navia, municipio que figura entre los más desposeídos de la capital chilena.
Así lo estableció a inicios de este mes el investigador Patricio Lanfranco, del Instituto de Ecología Política (IEP), una organización ambientalista no gubernamental que está promoviendo en Chile el nuevo indicador, adoptado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) en su informe anual 2001.
La «huella ecológica» es creación del suizo Mathis Wackernagel, experto en desarrollo comunitario, y del profesor canadiense William Rees, de la Universidad de British Columbia, Vancouver.
La versión en español de la obra de ambos autores se presentó, junto a la investigación de Lanfranco, durante un seminario en la sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, en Santiago.
«La huella ecológica evalúa el impacto humano en la naturaleza. Para vivir, la gente consume lo que la naturaleza ofrece. Así, cada uno de nosotros tiene un impacto en nuestro planeta», explicó Wackernagel.
Esto no es negativo, si no tomáramos más de lo que la tierra tiene para ofrecernos, y el problema radica precisamente en que este consumo de naturaleza viene excediendo ese límite razonable, advirtió el experto.
La «huella ecológica» muestra cuánta tierra y agua productiva se ocupan para producir todos los productos que una persona consume, ya sea alimentos, energía, medios de transporte, vestuario y otros bienes materiales o intangibles que sustentan un determinado estilo de vida.
Rees y Wackernagel establecieron como parámetro para medir el consumo y la absorción de los desechos que éste genera, la disponibilidad de suelos productivos en el mundo con respecto al volumen de población.
Así, la unidad de cálculo de la «huella ecológica» es la hectárea, medida de superficie equivalente a 10.000 metros cuadrados.
El planeta proporciona actualmente, en promedio, dos hectáreas por persona. En 2050, con una población mundial de 10.000 millones de habitantes, el espacio se reducirá a 1,2 hectáreas.
Las perspectivas son críticas, ya que hoy por hoy la huella ecológica de la humanidad es 30 por ciento mayor que los recursos existentes en el mundo. «Consumimos más de lo que puede darnos la naturaleza», puntualizó el experto suizo.
La distribución o uso de ese patrimonio es absolutamente desigual.
Un canadiense ocupa en promedio 7,7 hectáreas para sustentar su estilo de vida. Un estadounidense, alrededor de 10 hectáreas, un mexicano 2,6 hectáreas y un habitante de India apenas 0,8 hectáreas.
En su investigación, Lanfranco indica que Chile tiene una huella ecológica promedio de 3,5 hectáreas, con un déficit bio- productivo de 0,7 hectáreas.
La comuna (municipio) de Vitacura tiene una huella ecológica de 22,6 hectáreas por habitante al año, mientras la de Cerro Navia es de 1,27 hectáreas por persona. Con casi 172.000 habitantes, el empobrecido municipio de Cerro Navia duplica a la población de Vitacura.
Lanfranco aclaró que le huella no depende sólo del consumo, sino también del tipo de productos que se adquieren, ya que no es lo mismo gastar 10 dólares en alimentos producidos en la tierra, que en gasolina.
«Vitacura tiene respecto a Cerro Navia una huella 40 veces mayor en energía fósil y de sus 22,6 hectáreas, 17,57 son explicadas únicamente por consumo de energía», indicó el investigador chileno.
No en vano, Vitacura es la comuna de Santiago con la tasa de vehículos motorizados por habitante más alta de Chile. (FIN/Tierramérica/gg/dv en/01