El costo de vidas humanas y bienes materiales del paso por Cuba el 4 de noviembre del huracán Michelle pudo ser calamitoso, de no mediar las previsiones con que la isla espera este tipo de desastres naturales.
«Lo importante es salvar vidas humanas y para eso trabajamos», dijo a Tierramérica José Rubiera, director del Centro Nacional de Pronósticos del Instituto de Meteorología, uno de los rostros más conocidos de Cuba por sus habituales informes sobre el estado del tiempo.
Michelle nació a fines de octubre como depresión tropical en la costa atlántica de Nicaragua. El viernes 2 de noviembre ya era huracán y 48 horas después entró en Cuba con una categoría de cuatro en la escala Saffir-Simpson, de un máximo de cinco.
Cinco personas murieron y la agricultura y los servicios de energía eléctrica, así como numerosas viviendas, sintieron el impacto del huracán, el de mayor intensidad en este país en más de medio siglo.
Siete de las 14 provincias cubanas, incluida la capital, además del Distrito Especial Isla de la Juventud, resultaron azotadas con particular fuerza por el fenómeno.
Cuba dispone de un buen Servicio de Pronósticos, una eficaz Defensa Civil, los medios de difusión necesarios y «sobre todo, el apoyo del gobierno» para enfrentar toda amenaza ciclónica, dijo Rubiera.
Pero la clave es la información, sin la cual de nada sirve aún el mejor de los pronósticos. «La gente necesita tener conciencia de que existe un peligro. Luego viene el trabajo de la Defensa Civil, que tiene planes específicos para estos casos", comentó.
La población, de 11,2 millones de personas, es informada en detalle de la presencia de cada uno de estos fenómenos atmosféricos en el mar Caribe y el riesgo que entraña.
«Nosotros tratamos por todos los medios de educar, de enseñar y por eso es que tenemos tanto tiempo en la televisión. Cuando hay un huracán, todo el mundo está al tanto», aseguró el especialista.
La peor catástrofe natural que se recuerda en Cuba ocurrió en 1932, cuando un huracán de categoría cinco llegó acompañado de una «marea de tormenta» de seis metros de altura, que sepultó bajo las aguas a Santa Cruz del Sur.
A causa del desastre murieron 3.500 residentes de esa localidad costera de la provincia de Camagüey, distante 558 kilómetros de La Habana, que se habrían salvado si hubieran sido trasladadas a tiempo a lugares seguros, afirmó Rubiera.
En esta ocasión, más de 700.000 personas fueron evacuadas oportunamente en prevención de derrumbes, inundaciones u otros accidentes provocados por la fuerza de los vientos y la intensidad de las lluvias.
Alimentos y otros bienes perecederos quedaron a buen recaudo en ciudades y pueblos, mientras que en los campos, también los animales fueron llevados a sitios seguros.
Los medios estatales de difusión repitieron una y otra vez las recomendaciones de la Defensa Civil, que orienta y dirige toda labor encaminada a la protección de la población y de la economía en caso de desastre.
Bajo alarma ciclónica, la población debe mantenerse informada, retirar escombros y limpiar desagües de azoteas y balcones, proteger viviendas, apuntalar construcciones en peligro de derrumbe y acumular agua potable, entre otras previsiones.
También se aconseja recoger y proteger los materiales de construcción que puedan obstaculizar el desagüe, prestar especial atención al cuidado de niños, ancianos y discapacitados, y abstenerse de transitar por las calles durante el paso del huracán. (FIN/Tierramérica/pg/dv/01