La conferencia ministerial de la OMC abre en una atmósfera enrarecida la etapa final de las negociaciones para profundizar la liberalización del comercio mundial y eliminar las desigualdades del régimen multilateral de intercambio.
Los borradores de tres declaraciones que discutiran los ministros de 142 estados miembros de la OMC (Organización Mundial de Comercio) suscitan diferencias pronunciadas entre países y entre grupos regionales.
Representantes de gobiernos y de organizaciones no gubernamentales han impugnado esos textos por considerarlos sesgados a favor de los países industriales.
Los documentos que debatirán los ministros en la capital de Qatar, desde este viernes hasta el 13 de este mes, establecen la posición de la OMC sobre el futuro del comercio, sobre acuerdos comerciales anteriores cuya aplicación está aún pendientes y sobre la propiedad intelectual y el acceso a los medicamentos.
Alí Mchumo, representante de Tanzania y coordinador de los 49 Países Menos Adelantados, lamentó que los documentos no reflejan en general las demandas y los puntos de vista de los países en desarrollo.
Los tres textos fueron negociados durante casi un año en Ginebra, la ciudad suiza sede de la OMC. Pero Martin Khor, director de la no gubernamental Red del Tercer Mundo, con filiales en Asia, Africa y America Latina, sostuvo que ese proceso ha estado «increíblemente manipulado».
Khor afirmo que los países en desarrollo han soportado fuertes presiones de las naciones industriales que pretenden obtener apoyo para que en Doha se apruebe el lanzamiento de una ronda amplia de negociaciones comerciales multilaterales.
Estados Unidos y la Unión Europea han propuesto el nuevo ciclo de negociaciones como una panacea para superar el trance recesivo de la economía mundial, acentuado después de los atentados terroristas cometidos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre.
El director general de la OMC, Mike Moore, declarado partidario de la nueva ronda, estimó inclusive que un fracaso de esa aspiración representará también un serio perjuicio para la credibilidad de la organización.
Phil Twyford, de la organización no gubernamental Oxfam Internacional, replicó que la crisis de legitimidad que afronta la OMC no se debe a las acciones contra la globalización, sino a «la hipocresía y el doble discurso de los países ricos».
La OMC soporta prácticamente desde su nacimiento, en 1995, una campaña de desprestigio alentada por el movimiento de activistas contra la globalización, que le reprocha sus supuestos servicios a los intereses de los países industriales.
Esas manifestaciones de oposición, que en algunos casos han llegado a la violencia, no fueron ajenas al fiasco de la última conferencia ministerial de la OMC, celebrada en Seattle, Estados Unidos, a fines de 1999.
Pero evaluaciones más desapasionadas atribuyen el derrumbe de Seattle a las profundas diferencias que existían entonces entre la posición de los países en desarrollo y los industriales, y advierten que un cuadro de discordia semejante se presenta en la apertura de Doha.
Los países en desarrollo se oponen al designio de los industriales de entablar negociaciones sobre los denominados «nuevos asuntos», que incluyen las inversiones, la competencia, la transparencia de la contratación publica y la facilitación del comercio.
Los europeos alientan la apertura de esas negociaciones con la intención de ampliar el número de asuntos a considerar, de manera que se disimulen sus dificultades para afrontar la liberalización de la agricultura, una de las áreas más atrasadas en la liberalización comercial debido a las trabas que interponen los países industriales.
Moore reconoció este jueves, en una rueda de prensa, que la agricultura es una de las cuestiones más difíciles que afronta la conferencia de Doha.
En ese campo, a los intereses proteccionistas de la Unión Europea, Japón, Suiza, Corea del Sur y también Estados Unidos, se oponen los productores eficientes del Grupo de Cairns, que reclaman una apertura del comercio agrícola similar al de los bienes industriales.
Un tercer sector, de países en desarrollo, critica que el texto de la declaración ministerial propuesto ignora su demanda de un mecanismo que ampare las características de la actividad rural en esas sociedades.
La representación de Kenia reprochó al presidente del consejo general de la OMC, Stuart Harbinson, por haber excluido del borrador del documento toda mención a esa «caja de desarrollo» dentro del acuerdo sobre agricultura.
El debate más aspero de la conferencia se preanuncia en la cuestión de los obstáculos que el régimen de propiedad intelectual de la OMC opone al acceso a los medicamentos en los países pobres.
El texto al respecto preparado por Harbinson refleja de manera aproximada las diferencias que separan a los países en desarrollo, liderados por el Grupo Africano, India y Brasil, de naciones industriales como Estados Unidos y Suiza, que son sedes de las transnacionales farmacéuticas.
Pero las diferencias comerciales más flagrantes entre países ricos y pobres surgen en la cuestión de la aplicación de los acuerdos ya alcanzados y aún no aplicados, en particular en el rubro de textiles y vestido.
Los tratados comerciales adoptados en el marco de la Ronda Uruguay de negociaciones multilaterales (1986-1994) crearon dificultades de aplicación para los países en desarrollo, debido en algunos casos a su complejidad y en otros al esfuerzo legal y pecuniario desproporcionado que les exigía.
Los países en desarrollo han solicitado en vano la revisión de algunas cláusulas y en otros casos un trato preferenciado para poder aplicar los acuerdos.
En contraste, los países ricos retrasan la liberalización del negocio de textiles y vestido, sector en que los países pobres cuentan con ventajas comparativas.
En ese marco de divergencias, los representantes de los países miembros de la OMC reanudaron en Doha las consultas para tratar de acercar las posiciones, dijo Moore. Sin embargo, el director de la OMC estimó que el texto que discutirán los ministros es equilibrado.
Moore observó que la conferencia de Dohá podra celebrar, al menos, la incorporación de tres nuevos miembros. Uno, de envergadura excepcional, como China, con su mercado de 1.100 millones de consumidores. Los otros dos, que elevarán a 145 el numero de estados miembros, son Taiwan y Vanuatu. (FIN/IPS/pc/mj/if/01