Japón, la segunda economía del mundo, se enfrentará con muchos países en desarrollo al defender su política agrícola proteccionista en la IV Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que comenzará este viernes en Doha.
Representantes de más de 140 Estados miembros de la OMC discutirán la posibilidad de aumentar la liberalización del comercio y la apertura de los mercados durante el encuentro en la capital qatarí, que terminará este martes.
La conferencia se llevará a cabo en el marco de fuertes tendencias recesivas en la economía mundial, sin que se avizoren tendencias de corto plazo a la reactivación.
En la actual coyuntura mundial, es inevitable que se tema un ataque terrorista contra los participantes, pero éstos parecen más preocupados por la agenda de la conferencia que por el eventual riesgo de un atentado.
Entre las cuestiones que se discutirán en Doha están la liberalización de los mercados agrícolas, las normas internacinales contra el dumping, y el fortalecimiento de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio.
Los países en desarrollo son 80 por ciento de los integrantes de la OMC, y la gran mayoría de ellos piden que el mundo industrializado les permita mayor acceso a sus mercados, en forma coherente con su impulso declarativo al libre comercio.
Japón es uno de los países ricos decididos a mantener sus barreras a los productos provenientes de otras naciones, en especial en el sector de la agricultura.
El proceso de liberalización del comercio no debe desarrollarse del mismo modo en relación con los bienes industriales y agrícolas, sostuvo el jefe de la oficina de la OMC del Ministerio de Agricultura, Forestación y Pesca japonés, Akira Karasawa.
La producción agrícola del país no es competitiva en escala internacional, y el gobierno la protege mientras mantiene una defensa a ultranza del libre comercio en otros sectores.
Este jueves, representantes de Tokio y Beijing no lograron resolver una disputa relacionada con las trabas impuestas por Japón a la importación de puerros, hongos shiitake y ajuncos tatami provenientes de China.
Las autoridades japonesas establecieron en abril trabas temporales al ingreso de esos productos, para proteger a agricultores locales tras un aumento de las importaciones.
La respuesta de Beijing fue establecer en junio aranceles de 100 por ciento para el ingreso a China de automóviles, acondicionadores de aire y teléfonos celulares japoneses.
China es el mayor socio comercial de Japón en Asia, y el segundo en el mundo después de Estados Unidos. El año pasado, el valor del comercio bilateral fue 80.000 millones de dólares.
El primer ministro japonés, Junichiro Koziumi, encabeza un movimiento reformista que busca revitalizar la economía local, pero otros dirigentes del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) resistirán cualquier intento de apertura en el sector agrícola, en el cual tienen importantes bases electorales.
«Los agricultores japoneses ejercen una fuerte presión política sobre Tokio para que resista las importaciones», observó Hiroko Maeda, del Instituto PHP, un gabinete de estrategia independiente.
Consciente del dilema que enfrenta, Tokio anunció esta semana que adoptará una posición flexible en la reunión de la OMC sobre cuestiones contenciosas como la relación entre el comercio y las inversiones.
«En cuanto a la inversión, tenemos nuestras diferencias con India, pero esperamos una posición flexible en Doha para poder atender las preocupaciones de los países en desarrollo», declaró Keyji Furuya, viceministro japonés de Economía, Industria y Comercio.
Furuya también manifestó esperanza en que ambos países puedan llegar a un acuerdo sobre inversiones y competencia.
Japón también dio a entender que considera como una cuestión de derechos de propiedad intelectual el acceso a los medicamentos para el VIH/sida y otras enfermedades infecciosas en los países en desarrollo.
Aunque la industria farmacéutica japonesa no participa en forma directa de la disputa por el alto costo de fármacos patentados (principalmente por laboratorios estadounidenses y suizos), Tokio teme que una relajación de las normas afecte a otros productos industriales que son copiados de modo ilegal.
Los activistas consideran a la reunión de la OMC no sólo como un asunto comercial, sino también como uno de seguridad, destacó Natsuko Kumasawa, portavoz de la Asociación Japonesa para la Seguridad Alimentaria.
«Estamos contra la liberalización del mercado agrícola japonés porque queremos proteger a los consumidores de productos que podrían ser peligrosos para su salud, como los alimentos modificados genéticamente de Estados Unidos», declaró Natsuko.
Las importaciones agrícolas de Estados Unidos incluyen alimentos básicos como frijoles de soya y harina de trigo, en su mayoría manipulados genéticamente.
Pero la creciente resistencia a la liberalización agrícola afectará a Asia más que a Estados Unidos en el futuro, debido principalmente al factor precio, predijeron analistas.
«Los productos alimenticios asiáticos son mucho más baratos que los producidos en Japón o en otros países. Si Tokio se ve obligado a importar más desde otras naciones asiáticas, los agricultores japoneses se disgustarán», advirtió Kumasawa.
Las hortalizas frescas de China y otros países de Asia son cerca de 75 por ciento más baratas que las cultivadas en Japón. (FIN/IPS/tra-en/sk/ral/mp-mlm/dv-if/01