COLOMBIA: Mujeres enemigas embarcadas en la paz

Veinte mujeres guerrilleras, paramilitares, reservistas del ejército y campesinas colombianas, enfrentadas por el conflicto armado, se reunieron durante dos semanas en el Barco de la Paz frente a las costas de Ecuador, para abrir caminos de diálogo.

El grupo, reunido a instancias de una organización no gubernamental japonesa que «fomenta la paz en el mundo», decidió impulsar una mesa de diálogo a la que denominaron «Echar pa'lante».

Ese diálogo femenino se desarrollará de manera paralela a las negociaciones de paz que llevan adelante el gobierno de Andrés Pastrana y las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), proceso al que contribuirán con propuestas concretas.

«Echar pa'lante» enviará sus iniciativas a Pastrana, al jefe de las FARC, Manuel Marulanda, y a dirigentes de otros grupos que participan del conflicto interno armado.

«Nos alejamos de los enfrentamientos para buscar un diálogo entre mujeres, pues seguramente tenemos más sensibilidad que los hombres que se sientan a dialogar en otras mesas», dijo Roxana.

Esta mujer, que prefiere no revelar su apellido, fue secuestrada y liberada luego de cinco meses por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla del país después de las FARC.

Aseguró, además, que dejó atrás su odio inicial sobre los guerrilleros que la detuvieron junto a su esposo cuando asistían a un oficio religioso en una iglesia de la sudoccidental ciudad de Cali.

«La propia convivencia durante el cautiverio me demostró que el odio no lleva nada. Incluso a muchos de los jóvenes y las jóvenes que nos custodiaban les enseñamos a leer, porque tenían muchas dificultades», narró.

Por su parte Laura, una ex guerrillera del ELN que tampoco divulgó su apellido, se manifestó optimista por la reunión y comentó que en otras circunstancias hubiese sido imposible realizar un encuentro de este tipo.

«En Colombia se vive una guerra civil en la que, si no atacás, te atacan, y si te atacan, debes defenderte y atacar. Por lo tanto, es muy difícil conversar en medio de las balas y hay que buscar espacios en los que el diálogo no esté condicionado por el fusil», precisó.

La reunión de mujeres, impulsada por la organización japonesa Peace Boat (Barco de la Paz), permitió dejar a un lado temores y desconfianzas mutuas, para empezar a buscar puntos de encuentro, según apuntaron.

«Hay algo muy claro, queremos solucionar nuestros problemas entre colombianas y colombianos, y queremos que no intervenga ningún país extranjero en un conflicto que es nuestro», arguyó Laura.

Esta ex guerrillera cree que «Echar pa'lante» puede constituirse en algo que remueve la quietud de las colombianas, ante la necesidad de lograr una paz «en la que, luego de escuchar las razones de las partes, se llegue a acuerdos que duren en el tiempo, sin resentimientos».

Por su parte, Margarita Pacheco, activista de los derechos de la mujer, entiende que, aunque la tarea de iniciar un diálogo es difícil, que el esfuerzo de la reunión no fue en vano.

«La idea es que esto se lleve a la sociedad para que todas las mujeres asumamos el reto de la paz y que no quede como un intento de 20 mujeres que nos reunimos una vez por un anhelo utópico», indicó.

Pacheco apuntó que la diferencia con otras mesas de diálogo que se desarrollan en Colombia es que ésta «tratará el conflicto desde todos los ámbitos y viéndolo desde el lado de las mujeres».

«El proceso de paz no funcionará mientras no haya mujeres en la mesa de negociaciones, porque hemos sido excluidas de esas conversaciones. Aquí están todos los diferentes grupos de la guerra en Colombia», explicó.

A su vez, María Lastenia Pito, representante del pueblo indígena Napaez, cuestionó las fumigaciones masivas de coca en el marco del Plan Colombia, pues, dijo, en lugar de contribuir a la paz «fomentan la guerra, porque causan mucho daño a los campesinos de esas zonas».

«Se están dañando los cultivos domésticos, los animales de cría y la salud de nuestra gente, y (no hacen) ningún daño a quienes trafican» drogas, puntualizó la dirigente indígena.

El Plan Colombia, de lucha antidrogas y de desarrollo social, fue implementado por el giobierno de Pastrana, con una asistencia especial de 1.300 millones de dólares de Estados Unidos.

Analistas políticos opinan que ese programa, cuyo costo es de 7.500 millones de dólares, está dirigido a terminar con los campesinos de la zona de influencia guerrillera.

Nancy Lozano, presidenta de la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, dependiente del gobierno de Colombia, comentó que la reunión del Barco de la Paz fue muy alentadora y abre una nueva puerta de esperanza hacia la pacificación del país.

Por su porte Juana, una ganadera que optó por no identificarse y que financió a un grupo paramilitar para que combatiera a la guerrilla que mató a su esposo, señaló que decidió sumarse a quienes buscan la paz luego de que su hijo, de 14 años, le dijo que quería ir a la guerra para vengar a su padre.

María de la Fuente, coordinadora de Peace Boat, afirmó que la propuesta de las 20 mujeres de crear una mesa alternativa de diálogo constituye el mayor proyecto que ha respaldado ese grupo y aspira a que «Echar pa'lante sea una mediadora de la paz».

Explicó, además, que ya cuentan con apoyo de organizaciones de la sociedad civil y de otro tipo de instituciones de Noruega, Suiza y Estados Unidos.

Angela Cuevas, también de Peace Boat, destacó que uno de los puntos de acuerdo es proponer la legalización de las drogas, e informó que próximamente emitirán el primer comunicado con sus propuestas.

«Estamos contra la intervención extranjera en el conflicto, creemos que la legalización de las drogas terminaría con el negocio y queremos que el diálogo sea ampliado a toda la sociedad, entre otros aspectos del acuerdo», agregó.

Las mujeres que integran grupos armados participantes de la reunión decidieron mantener en reserva su identidad para evitar riesgos, aunque, según Cuevas, todas fueron muy activas en los diálogos.

«Una combatiente paramilitar y una guerrillera compartiendo un camerino, era algo que nadie podía imaginar y, sin embargo, se dio. A pesar de las diferencias se pudo dialogar y, sobre todo, dejar la puerta abierta para seguir haciéndolo», puntualizó Cueva. (FIN/IPS/kl/dm/ip/01

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