BURUNDI: Gobierno provisorio en delicado equilibrio

Un gobierno provisorio que deberá poner fin en Burundi a ocho años de guerra civil en un plazo de 36 meses asumió el jueves el control de la capital, Bujumbura, en medio de la incertidumbre por la continuación de los combates.

Cinco jefes de estado africanos y el ex presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela (1994-1999), principal negociador del proceso de paz, asistieron a la ceremonia de asunción en el edificio del parlamento. Unos 1.000 soldados del ejército sudafricano protegen la capital desde el 28 de octubre.

La instalación de un gobierno de transición forma parte del acuerdo de paz firmado en agosto de 2000 en Arusha, Tanzania, por 19 partidos políticos y facciones del país, ubicado en la región de los Grandes Lagos centroafricanos.

Pero no participaron en el acuerdo los dos mayores movimientos rebeldes hutu que continúan combatiendo contra el gobierno, el Partido por la Liberación del Pueblo Hutu-Fuerza Nacional de Liberación (Palipehutu-FNL) y las Fuerzas para la Defensa de la Democracia (FDD).

El presidente Pierre Buyoya, perteneciente a la etnia tutsi y en el poder desde 1996, gobernará durante 18 meses, y los sucederá entonces el vicepresidente hutu, Ndayizeye Domitien. Transcurrido este periodo, el país deberá celebrar elecciones.

El conflicto desatado en 1993 entre las etnias hutu y tutsi dejó 250.000 muertos y cientos de miles de refugiados en este país de 6,3 millones de habitantes.

La guerra civil enfrentó a rebeldes hutu, que constituyen 85 por ciento de la población, con la minoría tutsi (14 por ciento) que ostenta el poder político y militar del país desde su independencia en 1962.

Los 26 ministros del gabinete (14 de la etnia hutu y 12 de la tutsi) juraron trabajar por la reconciliación nacional y combatir la ideología del genocidio. Esta semana se instaló, así mismo, un Senado conformado por representantes elegidos por las comunidades locales de las dos etnias.

«Felicitamos a los líderes de Burundi por responder al desafío de priorizar los intereses de la sufrida población en lugar de sus consideraciones de poder personal», sostuvo Mandela en un conmovedor discurso.

«Aún resta mucho trabajo para que la paz se establezca de forma irrevocable en Burundi. Pero nadie puede negar que la instalación de un gobierno provisional e intercomunal en este país profundamente dividido representa un avance enorme en el camino hacia la paz», agregó.

No obstante, la paz no será posible hasta que los dos principales grupos rebeldes hutus acuerden un cese del fuego. Varios de los oradores instaron a estas organizaciones a sumarse a la mesa de diálogo.

«La actitud adoptada por la comunidad internacional en el manejo del proceso de paz no facilitó nuestra tarea. En cualquier lugar del mundo las negociaciones se inician con un acuerdo de cese del fuego, pero nosotros fuimos empujados a negociar mientras seguía la guerra», se lamentó Buyoya.

«El resultado es un acuerdo de paz sin un cese del fuego, que no conduce, por lo tanto, a la paz. Esta es una situación embarazosa que irrita a Burundi», afirmó.

Mandela confió en que el cese del fuego se alcanzará pronto y sostuvo que las organizaciones rebeldes le comunicaron su voluntad de considerar el diálogo.

«No debemos permitir que el proceso sea rehén del desinterés de esos grupos. Hemos trabajado mucho para comprometerlos y seguiremos haciéndolo mediante la gestión del presidente de Gabón, (Omar) Bongo, y del vicepresidente de Sudáfrica, Jacob Zuma», sostuvo.

Alcanzar el cese del fuego es la prioridad del gobierno de Buyoya, consideró Jan van Eck, profesor de la sudafricana Universidad de Pretoria.

«El gobierno provisional entiende la necesidad de lograr el fin de las hostilidades, del cual dependen su legitimidad y credibilidad», afirmó.

Van Eck advirtió que «la comunidad internacional debe generar un proceso de cese del fuego que sea genuino y viable y que cuente con la confianza de los tres beligerantes: el gobierno y los dos movimientos armados».

«Los rebeldes del Palipehutu-FNL no fueron consultados sobre la designación del presidente Bongo como negociador. También se los debe consultar acerca del lugar de las reuniones y de los técnicos que representarán al vicepresidente sudafricano Zuma y a Bongo, pues ninguno dispone de tiempo para realizar el trabajo», consideró Van Eck.

En su opinión, los rebeldes están luchando para ser incluidos. «En las primeras etapas de las conversaciones de Arusha (iniciadas en 1998), pidieron participar y fueron rechazados. Mandela procuró sumarlos, pero no lo logró», dijo.

«Una vez que se sumen al proceso de negociaciones, que implica un compromiso aceptable, creo que será muy fácil obtener decisiones similares a las adoptadas en Arusha», consideró.

Por ejemplo, los rebeldes reclaman la creación de un nuevo ejército en sustitución del actual, dominado por los tutsi, contra el cual combaten. Pero mediante el diálogo, estimó Van Eck, podrían aceptar una reforma militar como la prevista en el acuerdo de Arusha.

La exclusión de estos grupos es un error fatal del documento de paz y continuará desafiando su legitimidad, concluyó. (FIN/IPS/tra- eng/ks/mn/dc-mj/ip/01

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