La zona protegida más antigua de Venezuela es el lugar elegido para la implementación de un proyecto que conjuga el ecosistema con el tradicional cultivo de cacao, para lo cual se aplican técnicas de producción orgánica.
El Parque Nacional Henri Pittier siempre ha llamado la atención de los ambientalistas, pese a tener una extensión menor a la de otras zonas protegidas del país, debido a que sus 107.000 hectáreas encierran una gran diversidad biológica.
En ese parque, en el litoral norte, se desarrolla desde 1999 el programa «Pittier: parque, hombre y cacao», a cargo del grupo no gubernamental Fundación Tierra Viva y con el apoyo de países europeos, del ente gubernamental encargado de los parques nacionales y de empresas privadas.
El área, que combina distintos ambientes, que van desde la playa, pasando por la vegetación tropical y un pico de 2.430 metros de altura, fue declarada parque nacional en 1937 con el nombre de Rancho Grande.
Este parque, que ocupa el tramo central de la cordillera de la Costa y abarca parte de los estados de Aragua y Carabobo, fue denominado posteriormente Henri Pittier, en homenaje al botánico suizo que dedicó parte de sus estudios a Venezuela.
El programa de la organización no gubernamental apuesta a rescatar el cultivo tradicional de cacao, en las manos de campesinos asentados históricamente en esa área.
El cacao en Venezuela, país que lideró la producción mundial a mediados del siglo XVII, casi desapareció a comienzos del siglo XX con el descubrimiento y desarrollo de la industrial petrolera y luego de un lento y persistente desplazamiento por otros productos agrícolas, como el café, proceso iniciado en 1830.
«Ambientalmente, el cacao es uno de los cultivos considerados de bajo impacto, ya que requiere de la sombra que proporcionan los grandes árboles, por lo que evita la deforestación», dijo a IPS Alejando Luy, gerente general de Tierra Viva.
El activista recordó que el cacao requiere de un mantenimiento selectivo que se hace a mano, al igual que su recolección.
Luy precisó que el plan comprende «la utilización de abono orgánico, el control de plagas a través de sistemas biológicos y un adecuado control de calidad, que garantice la colocación del producto en un mercado que lo valore ecológica y económicamente».
El plan puede ser un ejemplo de desarrollo sustentable, ya que «estamos frente a un sistema agrícola compatible con los principios de conservación de la naturaleza y rentable para las poblaciones productoras locales», opinó.
En este proyecto están involucrados una docena de productores tradicionales de la zona y abarca unas 60 hectáreas, indicó a IPS Xiomara Bastarda, coordinadora de educación ambiental de la ONG.
El objetivo a corto plazo es aumentar el rendimiento y, mirando más allá, se pretende colocar la producción de este cacao orgánico en mercados de Europa, que estén dispuestos a pagar más por el sello de «calidad ambiental», añadió.
En la actualidad se producen 150 kilogramos por hectárea al año. Los especialistas estiman que 600 kilogramos podría ser una cifra factible, aunque ahora el promedio venezolano es muy bajo, debido al abandono del cultivo, otrora punta del país para la producción del chocolate.
«Si no hay una producción adecuada para que la gente pueda vivir de eso, no podrá darse la conservación del parque», sentenció Luy.
Pero la experiencia puede marcar el rumbo y demostrar que en algunas áreas protegidas por su valor ambiental habitan comunidades históricas.
«Debemos darles alternativa de trabajo sin que se vea afectado el hábitat de los parques», indicó.
Tierra Viva desarrolla, a la par del cultivo del cacao, un programa educativo en las escuelas de las poblaciones cercanas, para que conozcan el valor ecológico del parque y así pueden contribuir con su conservación, resaltó Bastarda.
En el Parque Nacional Henri Pittier habitan unas 700 especies de animales, entre mamíferos, aves, reptiles y anfibios, así como 1.400 plantas.
La zona protegida es atravesada por dos carreteras que son muy transitadas en épocas festivas, porque conducen a los populares poblados de playa de Choroní y Ocumare. Sin embargo, pese a este flujo, el parque se mantiene en líneas generales como una zona ambientalmente protegida.
En ese sentido, los esfuerzos oficiales no se orientan primordialmente al paso de los visitantes de las playas sino a lograr los pobladores tradicionales del parque encuentren formas ambientalmente adecuadas para llevar una vida digna. El cacao es el primer paso en ese camino. (FIN/IPS/ac/dm/en pr/01