Varios países latinoamericanos desarrollan cultivos orgánicos, con métodos tradicionales y naturales para descartar los agroquímicos. El volumen obtenido es aún reducido, pero se apunta a mercados en Europa occidental y Estados Unidos dispuestos a pagar el costo de estos productos.
Vino chileno, café mexicano y cacao venezolano son algunas de las iniciativas en distinta fase de desarrollo. El propósito es lograr una producción armónica con el ambiente y utilizar sólo fertilizantes o plaguicidas de origen orgánico, sin componentes químicos.
En Chile, la Viña Undurraga, una de las más conocidas, está en el proceso de transición para iniciar la producción de vinos orgánicos tras la vendimia de 2003.
Undurraga comenzó con el proyecto en 1999 y calcula que en tres años logrará el certificado internacional de calidad orgánica, que en su caso se aplicará a la uva.
«En las viñas orgánicas no se debe aplicar ningún pesticida ni plaguicida. Su manejo se basa en productos naturales y en equilibrios biológicos, para impedir la aparición de hongos y otras enfermedades», dijo a Tierramérica Francisco Valdivieso, gerente agrícola de la empresa.
La superficie dedicada al proyecto, 12 hectáreas, es todavía marginal respecto de la extensión que cubren los viñedos deUndurraga.
Así mismo, la producción de vino orgánico por hectárea sembrada es bastante menor que el rendimiento de las variedades convencionales, que llega a 10.000 litros, señaló Valdivieso. Ese factor determina un costo mayor de estos productos.
«Para nosotros, el vino orgánico es un tema de marketing. La posibilidad de colocar otro vino 'top' en nuestro catálogo y ganar mercados. Vemos buenas posibilidades en Europa, donde demandan más productos naturales», dijo.
Si esta experiencia en Chile se debe a una decisión empresarial, en Venezuela un proyecto de cacao orgánico surgió de una organización ambientalista, Tierra Viva, que vio la necesidad de rescatar un cultivo tradicional, con métodos naturales, y de esa manera preservar un parque nacional en el centro-norte del país.
Venezuela fue líder en la exportación de cacao hasta mediados del siglo XIX. En las inmediaciones de lo que hoy se conoce como el Parque Henri Pittier surgió uno de los más famosos granos, el Chuao. La plantación de café y la producción petrolera iniciadas en el siglo XX relegaron a la materia prima del chocolate.
La Fundación Tierra Viva lanzó en 1999 el «Proyecto Pittier: parque, hombre y cacao», para admitir de una manera sustentable la presencia de pequeños agricultores tradicionales en un parque nacional.
«Se considera el cacao un cultivo de bajo impacto ambiental, ya que requiere la sombra que proporcionan los grandes árboles, por lo que evita la deforestación», indicó a Tierramérica Alejandro Luy, gerente general de Tierra Viva.
«Su limpieza y mantenimiento son selectivos y la recolección es hecha a mano», agregó.
«Si agregamos la utilización de abono orgánico, el control de plagas a través de sistemas biológicos y un adecuado control de calidad, tenemos un sistema agrícola compatible con los principios de conservación y rentable para las poblaciones productoras locales», comentó Luy.
El proyecto agrupa a una docena de productores y se ejecuta en pequeñas plantaciones que suman unas 60 hectáreas. El año pasado se recogieron unos 150 kilos de cacao por hectárea, un volumen muy bajo, incluso para el promedio nacional de 248 kilos, que también se considera reducido.
La meta es cuadruplicar la producción en dos años. Entonces será el momento de tramitar una certificación orgánica de Europa occidental.
En México, en tanto, este camino ya tiene larga data. Las certificaciones orgánicas comenzaron con el café mexicano en 1962, con la alemana Demeter y luego, con el paso de los años, se incorporaron IMO-Control, de Suiza, Naturland, de Alemania, y OCIA (Organic Crop Improvement Association) y QAI (Quality Assurance International), de Estados Unidos.
El café orgánico mexicano es hoy consumido en Estados Unidos, Alemania, Suiza, Japón, Italia, Dinamarca, España, Francia y Gran Bretaña.
Los consumidores pagan en promedio entre 15 y 20 por ciento más por este café que por el convencional.
Con 86.250 sacos de 60 kilos para un período bianual, México es el principal productor de café orgánico, en una lista en que le siguen Guatemala, Perú, Kenia, Nicaragua, Tanzania, Brasil, Etiopía, India y Madagascar.
De acuerdo con el Consejo Mexicano del Café, los productores de café orgánico son principalmente campesinos indígenas de los estados de Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Guerrero.
Aunque el comercio de café orgánico apenas representa el uno por ciento de las ventas mundiales del grano, para los productores mexicanos representa ingresos importantes: se ven beneficiados unos 20.000 pequeños caficultores.
Los cultivos orgánicos toman fuerza lentamente en América Latina, sobre todo alentados por los consumidores del Norte industrial dispuestos a pagar más por productos con el sello de calidad orgánica. La paradoja es que estos productos, más sanos y naturales, no están destinados por ahora a los consumidores de los países en que se obtienen. (FIN/Tierramérica/ac/gg/dc/en if/01