La segunda reelección del conservador primer ministro de Australia, John Howard, se debió en gran parte a su línea dura contra los solicitantes de asilo que llegan desde Medio Oriente a las costas del norte en precarias embarcaciones.
La victoria de Howard en las elecciones generales del sábado marcó la tercera derrota consecutiva del Partido Laborista y una más para Pauline Hanson, la líder populista y de extrema derecha del partido One Nation.
El recuento de votos no había finalizado este lunes, pero se proyectaba que la coalición Liberal-Nacional de Howard obtendría 80 de los 150 escaños de la cámara baja, el Partido Laborista 67, y candidatos independientes los restantes tres.
Hanson se quejó, con razón, de que Howard adoptó las políticas de One Nation y así logró atraer el respaldo político de gran parte del millón de australianos que votaron por ese partido en los anteriores comicios federales.
El Partido Laborista, por su parte, está en crisis. Su líder Kim Beazely anunció en la noche del sábado, cuando admitió su derrota, que renunciaría a la jefatura en la primera asamblea partidaria.
Duncan Kerr, un miembro izquierdista del gabinete en la sombra, opinó que el Partido Laborista debió adoptar una posición más protectora hacia los solicitantes de asilo, en lugar de respaldar la línea dura de Howard para no perder votos.
«Los laboristas debemos optar entre transformarnos en un segundo partido de derecha o encontrar la valentía moral para pronunciarnos honestamente sobre aquello que defendemos», exhortó.
Pero la victoria de Howard tiene un alto precio. La reputación de Australia ante la comunidad internacional se deterioró mucho, en especial ante los vecinos Indonesia y las islas del Pacífico.
La idea de los australianos como sociedad multicultural y tolerante está en cuestión, pero Howard no dudó en jugarse la carta de la raza para su beneficio político.
El domingo, el reelecto primer ministro descartó enfáticamente la posibilidad de revisar su política sobre los solicitantes de asilo. «No vamos a reevaluarla», advirtió.
Mick Dodson, un respetado líder aborigen, denunció durante la campaña electoral el uso de la cuestión racial por Howard.
«El miedo xenofóbico a lo diferente es alentado de la manera más despreciable arguyendo motivos de seguridad nacional y promoviendo el nacionalismo. Los solicitantes de asilo reemplazaron a los indígenas australianos como chivos expiatorios del temor y el odio», dijo Dodson.
Howard no reconoce que su línea dura contra la inmigración le valió la victoria electoral.
«Hay muchas cosas que condujeron a la victoria. La idea de que todo se debió a la cuestión de la protección de las fronteras, aunque fue y sigue siendo importante, ignora los esfuerzos del gobierno» en otras áreas, dijo.
El fortalecimiento del control fronterizo en agosto, mediante la intercepción y el desvío de embarcaciones que llegaban con solicitantes de asilo de Medio Oriente y Afganistán, cambió radicalmente los pronósticos electorales para Howard, que a principios de año eran bastante sombríos.
En particular, la suerte cambió para el primer ministro debido a su firme postura ante la llegada en septiembre a la costa norte de Australia de un buque noruego con 430 solicitantes de asilo afganos, que habían sido rescatados en alta mar de otro barco a punto de hundirse.
Pese a las fuertes críticas de las Naciones Unidas y la comunidad internacional en general, pero con un fuerte respaldo de la ciudadanía, Howard envió tropas al buque para evitar el desembarco de los afganos y llegó a un arreglo económico con Papúa- Nueva Guinea y Naurú para que los aceptara temporalmente.
Para demostrar su determinación, Howard introdujo en el parlamento un Proyecto de Protección de Fronteras que facultaba a funcionarios gubernamentales a remolcar buques con solicitantes de asilo no autorizados de vuelta a aguas internacionales.
Se trató de una medida dramática que obligó al Partido Laborista a elegir entre una impopular oposición al proyecto y el respaldo a éste. Tras oponerse a la primera versión de la propuesta y encontrarse con una reacción pública negativa, los laboristas optaron por apoyar la iniciativa de Howard.
Sin embargo, los australianos se quedaron con la imagen de un Partido Laborista vacilante en lo que respecta a la protección de las fronteras nacionales. Fue una cruda estrategia política de Howard, pero muy eficaz. (FIN/IPS/tra-en/bb/ral/mlm/pr-ip/01