Bangladesh, Indonesia y Malasia, tres países de tradición política secular, pero con mayoría de población musulmana, están convulsionados por el debate sobre la identidad islámica nacional, que es acompañado de movilizaciones políticas.
Ninguna de las tres naciones, que albergan en conjunto a casi 300 millones de musulmanes, son estados islámicos.
En Bangladesh, por ejemplo, el estado se asienta sobre los cimientos del nacionalismo bengalí y no sobre la tradición sunita islámica a la que adhieren más de 85 por ciento de los 130 millones de habitantes.
«Bangladesh pertenece a los bengalíes de todas las religiones», sostuvo la ex primera ministra Sheikh Hasina.
Pero, ¿por cuánto tiempo? Nuevas tendencias que emergen en el ambiente político de los tres países destacan la necesidad de la identidad islámica, que es el centro de los debates y las manifestaciones callejeras.
En las últimas semanas cientos de hindúes bengalíes huyeron a la vecina India debido a la persecución de extremistas musulmanes.
La minoritaria población hindú es agredida por organizaciones islámicas como el Jamait-i-Islami, en represalia por su adhesión a la Liga Awami de la ex primera ministra Hasina, derrotada en las elecciones parlamentarias del mes pasado.
Los grupos islámicos «quieren destruir los valores de la guerra de liberación de 1971. Quieren crear una nación musulmana homogénea expulsando a los hindúes», sostuvo este mes Abdur Razzaq, ex ministro bengalí.
La guerra que Estados Unidos y Gran Bretaña pusieron en marcha el 7 de octubre contra Afganistán ayudó a avivar la discusión política, que continúa mientras en territorio afgano el movimiento Talibán es acorralado por los bombardeos aliados y el avance en el terreno de la Alianza del Norte.
Miles de musulmanes, desde Indonesia a Bangladesh, aprovecharon los acontecimientos de las últimas semanas para protestar contra la guerra y obtener apoyo a su visión de la religión y el estado. Para ellos la lealtad al Islam prevalece sobre la adhesión al estado tal como está constituido.
«Creo que cada ser humano tiene lazos primordiales con una entidad superior, y no con conceptos tales como estado. Esos lazos permanecen dormidos hasta que un estímulo los despierta», opinó Surin Ptisuwan, ex canciller y actual miembro del parlamento de Tailandia.
«Los gobiernos no pueden ignorar esas voces. La legitimidad de la idea secular del estado-nación está a prueba», agregó Surin, integrante de la minoría musulmana en un país mayoritariamente budista.
«Luego de la guerra fría, la política se ha visto dominada por cuestiones de identidad, en muchos sentidos en relación con la idea del ser», sostuvo Chaiwat Satha-Ananad, director del Centro de Información para la Paz de la Universidad Thammasat, de Bangkok, capital de Tailandia.
A partir de esa noción se construye la pertenencia a una comunidad, agregó Chaiwat, también musulmán. «He sentido esa sensación en cada lugar donde existe un resurgir islámico, que nos coloca en una situación en la que debemos reafirmar nuestra identidad como musulmanes», afirmó Chaiwat.
«Los hechos no ocurren en el vacío. Algunos musulmanes indonesios cuestionan la forma en que el país se constituyó a sí mismo y en lo que eso significó para sus ciudadanos», sostuvo.
Con 170 millones de musulmanes en 200 millones de habitantes, Indonesia es el país con más población islámica del mundo.
Las protestas callejeras que grupos musulmanes llevaron a cabo contra los bombardeos sobre Afganistán pusieron de manifiesto cuán estridente puede ser ese renacimiento religioso.
A medida que los ataques aéreos se prolongaban, a las manifestaciones se sumaron las amenazas de ataque a ciudadanos estadounidenses alojados en hoteles de Yakarta, la capital indonesia.
La presidenta Megawati Sukarnoputri se alineó en forma entusiasta con la coalición creada por Estados Unidos contra el terrorismo, pero atenuó su postura tras el inicio de los bombardeos, reclamando una pausa en los mismos durante el Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, que comenzó el último fin de semana.
«Osama bin Laden (acusado por Estados Unidos de los atentados del 11 de septiembre y supuestamente refugiado en Afganistán) facilitó las cosas. Su papel en Afganistán es percibido como político, pero en nombre de la religión. Y la fuerza que lo ataca es descripta como foránea», dijo Chaiwat.
El primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, se involucró en un debate nacional sobre la naturaleza del estado malasio, en un país donde casi 50 por ciento de unos 22 millones de habitantes profesan la fe islámica.
Según algunos observadores, el propio gobernante dio pie a la discusión con el fin de apropiarse de la agenda política del conservador Parti Islam SeMalaysia (PAS), que controla dos de los 13 estados malasios.
El malestar y la agresividad generada en un sector de la comunidad islámica asiática podría «manifestarse de un modo peligroso», sostuvo una universitaria islámica que no quiso dar su nombre.
Estos sectores «toman ejemplo de los musulmanes de Medio Oriente, donde el Islam fue utilizado con fines políticos. Ese no ha sido hasta ahora el caso de los musulmanes de Asia sudoriental», agregó.
Lo preocupante es la «visión excluyente» que despliegan los principales sectores políticos islámicos de la región, que puede contrariar la base multirreligiosa y multicultural de países como Indonesia y Malasia. «Su idea de un estado islámico puede crear el tipo de extremismo que ya hemos visto», sostuvo la experta. (FIN/IPS/tra-eng/mmm/js/dc/ip cr/01