ASIA-EEUU: Ataque contra Afganistán evoca guerra de Indochina

Cada vez que Washington va a la guerra, muchos recuerdan su desastrosa participación en la guerra de Vietnam (1960-1975), y así ocurre ante la actual campaña estadounidense contra Afganistán, en especial en Indochina.

Muchos comentaristas han comparado al movimiento fundamentalista Talibán, que controla la mayor parte del territorio afgano, con los extremistas del Jemer Rojo que gobernaron Camboya a mediados de los años 70 y masacraron a su propio pueblo.

Otros han advertido que Washington puede meterse en un atolladero similar al de Vietnam, si despliega soldados en Afganistán.

Muchos habitantes de los tres países de Indochina, Camboya, Laos y Vietnam, llevan más lejos la comparación, y sienten que su propia desgracia fue similar a la que sufre hoy el pueblo afgano, víctima de las políticas estadounidenses durante la Guerra Fría.

«Mientras Estados Unidos va a la guerra en Afganistán, muchos tenemos la sensación de que la historia se repite», dijo el comentarista Lam Van Thuu, de Radio Vietnam, cuya juventud fue marcada por la guerra en su país, que causó la muerte de más de tres millones de vietnamitas.

Es difícil no recordar las acciones de Washington en Vietnam al ver una vez más imágenes de bombarderos B-52 que arrojan explosivos en racimo sobre un país pobre y devastado, señaló.

Los gobiernos de Indochina condenaron los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, y comprometieron su apoyo a campañas para erradicar el terrorismo internacional, pero también pidieron a Estados Unidos que no emplee su fuerza militar en forma ciega como respuesta a aquellos ataques.

La ofensiva en curso contra Afganistán comenzó el 7 de octubre, luego de que el Talibán se negara a entregar al saudita Osama bin Laden, a quien Washington considera responsable de los actos terroristas del 11 de septiembre.

«Respaldo cualquier operación contra el auténtico terrorismo, pero quiero expresar mi deseo de que no se cause daño a civiles», dijo a periodistas el primer ministro de Camboya, Hun Sen, tras los atentados en Estados Unidos.

Los gobiernos de Laos y Vietnam comparten esa preocupación, aunque no la hayan expresado con la misma claridad.

El Talibán como el Jemer Rojo, de orientaciones ideológicas muy distintas, tomaron el poder en sociedades agrarias poco desarrolladas, y emplearon a cuadros fanáticos con lealtad ciega para implantar un estricto orden puritano, indicaron historiadores.

Una similitud aun más básica es que la llegada al gobierno de ambas organizaciones se debió en gran medida a la devastación causada por políticas estadounidenses durante la Guerra Fría, añadieron.

El Jemer Rojo, con base en una versión fundamentalista del comunismo, se fortaleció a fines de los años 60 y comienzos de los 70, a medida que la política de Washington involucró a Camboya en la Guerra de Vietnam y radicalizó a gran parte de la población.

El Talibán, con base en una versión fundamentalista del Islam, emergió en el caos de la lucha entre facciones de guerrilleros islámicos en Afganistán, luego de su resistencia común, con apoyo de Estados Unidos, contra la invasión de ese país por parte de la Unión Soviética (1979-1989).

«No hay duda de que el devastador bombardeo de Camboya por parte de Estados Unidos cambió la naturaleza de la oposición camboyana, y llevó a los elementos más extremistas a posiciones de liderazgo», opinó Michael Vickery, especialista en la historia de Camboya.

El Talibán, integrado al comienzo por egresados de escuelas islámicas para hijos de refugiados afganos, tiene buena parte de sus raíces en Arabia Saudita y Pakistán, dos aliados clave de Washington durante la Guerra Fría.

«La única diferencia es que Estados Unidos se alió con el Talibán antes de que llegara al poder en 1996, y con el Jemer Rojo después de que fue derrocado en 1979», sostuvo Vickery.

El Jemer Rojo fue derrotado con apoyo de Vietnam, y llevó a cabo en los años 80 una guerra de guerrillas apoyada por Washington.

Muchos en Laos y Vietnam temen que la campaña contra Afganistán se convierta en una escalada de desastres como la Guerra de Vietnam, con el agravante de que el actual conflicto puede extenderse mucho más que el de los años 60 y 70, en la volátil región de Asia Central y Meridional.

«Estados Unidos tiene una larga tradición de usar bombas para tratar de resolver problemas cuya esencia es política», y parece estar siempre en guerra en algún lugar del mundo, con dicersos pretextos, comentó Lam Van Thuu.

No hubo presuntas acciones de terroristas indochinos en Estados Unidos hace cuatro décadas, apuntó, y los pueblos de la región sufrieron intensos bombardeos, como le ocurre hoy a los afganos, apuntó.

Por el contrario, los tres gobiernos de la subregión acusan a Washington de apoyar a grupos terroristas formados por exiliados camboyanos, laosianos y vietnamitas, que residen en Estados Unidos y realizan con frecuencia atentados con la intención de derrocar a las autoridades de sus países de origen.

Esos atentados han incluido ataques con bombas contra embajadas de Camboya, Laos y Vietnam, así como acciones violentas en esas naciones.

Durante todo el año pasado se produjeron en Vientiane explosiones no aclaradas de artefactos explosivos.

En noviembre de 2000 una organización denominada Combatientes Camboyanos por la Libertad lanzó ataques contra edificios gubernamentales en Phnom Penh, entre ellos el del Ministerio de Defensa.

Esos ataques, realizados siempre poco antes del amanecer, causaron la muerte de ocho personas y heridas a otras 14.

En agosto de este año, estalló una bomba en la embajada de Vietnam en Bagkok.

«Washington debería cesar su apoyo encubierto a terroristas que amenazan a las sociedades de Indochina, antes de pedir al mundo que apoye lo que llama guerra contra el terrorismo», dijo a IPS un diplomático asiático en Bangkok que no quiso ser identificado.

El irónico lema «algunas personas son más iguales que otras», se basa en la obra «Rebelión en la granja», del escritor británico George Orwell, una dura sátira del régimen estalinista en la Unión Soviética. Pero tras la Guerra Fría, ese lema describe a la política estaunidense mejor que a ninguna otra, añadió. (FIN/IPS/tra-eng/ss/js/mp/ip/01

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