Un belga llegado en 1928 a Argentina se propuso formar con los obreros de su fábrica textil una banda de música como la que su padre dirigía en su país natal, y lo logró. La firma sucumbió en 1996 ante la avalancha de productos importados a bajo precio, pero la banda sigue tocando.
«Yo tenía 11 años y ya tocaba el trombón en la banda», cuenta a IPS José Chiurco, de 78 años. Su padre trabajaba entonces en la Algodonera Flandria, la planta industrial que Julio Steverlynck levantó en la provincia de Buenos Aires, a 75 kilómetros al oeste de la capital argentina.
Esta fábrica de tejidos de algodón, ubicada en el partido de Luján, llegó a emplear a 3.000 personas en sus buenos tiempos.
Chiurco, embargado por una profunda emoción, hace una larga pausa antes de comenzar a explicar la manera en que la banda, llamada Rerum Novarum, pudo sobrevivir al cierre de la empresa.
«Son 65 años de alegrías y penas con la banda. Es un pedazo de nuestra historia. Como una novia es, ¿sabe? No podemos dejarla, y a veces no podemos ni siquiera hablar de ella», dijo.
Esa particular historia del grupo musical de obreros, la mayoría de cuyos componentes hoy son jubilados octogenarios, fue recreada en un documental realizado por un grupo de directores recién egresados de la escuela de cine.
La intención de los cineastas es ayudar a proyectar la banda más allá de los márgenes en los que actuó hasta ahora.
La película, llamada también Rerum Novarum, se estrenó esta semana de manera simultánea en dos cines de Buenos Aires y en uno de Luján, ciudad ubicada a sólo siete kilómetros de Villa Flandria, la localidad desarrollada a impulsos de la algodonera desaparecida.
Nicolás Batlle, uno de los cineastas, comentó a IPS que mientras filmaban temían que el público no comprendiera el «discurso indirecto» que se pretendía transmitir, más allá de la anécdota.
El mensaje del documental es la necesidad de mantener la esperanza y no bajar los brazos, pese a la enorme crisis económica, la falta de empleo y la desilusión política, indicó.
Sin embargo, a la hora de mostrar su trabajo, la reacción «es increíble». Los espectadores se emocionan, agradecen, y les cuentan que en sus lugares de origen ocurrió lo mismo con frigoríficos o con otros tipo de empresa.
Mientras, la banda de Flandria se hace conocer y consigue nuevos contratos.
Los cineastas proyectaron el documental en un congreso de médicos latinoamericanos, que se desarrolló en un hotel de Buenos Aires. Al finalizar, muchos de los congresistas estaban emocionados y el salón estalló en lágrimas y aplausos cuando la propia banda irrumpió en el lugar a toda música.
«Fue una de las mayores alegría que he recibido en mi vida», dijo Chiurco.
«Por lo menos la mitad de los 300 médicos lloraban sin consuelo y nos abrazaban como si nos conocieran desde siempre. Había argentinos, chilenos y uruguayos y quedamos amigos de todos, nos agradecieron por haberles permitido compartir con nosotros esa emoción», narró.
El documental les dio una fama que recuerda el caso de los veteranos músicos cubanos nucleados por el músico estadounidense Ray Cooder, conocidos en todo el mundo por la película «Buena Vista Social Club».
Ahora, la banda de Villa Flandria discute si participan o no en una publicidad, y a cuántos y cuáles compromisos podrán asistir en los próximos meses.
«El otro día, cuando volvíamos de tocar como cierre de la presentación del documental, les dije a los músicos: 'muchachos, este año no podemos tomarnos dos meses de vacaciones. Tenemos muchos compromisos y no podemos negarnos, pues le debemos varios sueldos al director», contó Chiurco, «alma mater» de la continuidad del proyecto.
Chiurco fue quien, al saber que flaqueaba la fábrica, reunió a sus compañeros y les dijo: «tenemos que hablar y decidir qué vamos a hacer si la fábrica cierra».
Todos querían seguir, igual que en la película británica «Tocando el viento», cuando una banda de mineros sobrevive al cierre de la mina.
La banda Rerum Novarum se mantiene con los aportes de cada uno de sus integrantes para pagar el sueldo de un maestro musical, mantener los instrumentos y los uniformes y solventar el costo del autobús que los transporta a los sitios de actuación.
«Como tesorero muchas veces debí poner algunos dólares de mis modestos ahorros y con gusto lo hice», reveló Chiurco.
La banda de trabajadores surgió por iniciativa de Steverlynck y él mismo la bautizó Rerum Novarum, en homenaje a la encíclica del papa León XIII, que en 1891 sentó las bases de la doctrina social de la Iglesia Católica.
«Don Julio era un enamorado de esa encíclica, él nos dio bienestar a los trabajadores en una época en que los patrones andaban con el látigo a la cintura, y se adelantó a (Juan Domingo) Perón en muchos beneficios para los obreros, como el aguinaldo, las vacaciones y todo lo demás», destaca Chiurco.
Al igual que Perón, tres veces presidente de Argentina, Don Julio murió en 1975 y el pueblo entero lo lloró. Su esposa siguió visitando a los vecinos, asistiéndolos ante cada nuevo nacimiento y dando la bienvenida cada vez que alguna familia decidía radicarse en Villa Flandria.
La historia de la fábrica y la de Chiurco se entrecruzan todo el tiempo. Cuenta que su padre, madre y cuatro hermanos vivían en Luján, y como el jefe de familia se trasladaba a Villa Flandria todos los días a caballo para trabajar en la fábrica.
«Don Julio compró tierras cercanas a la fábrica, las dividió y les regaló media hectárea a cada obrero. Después les preguntó cuánto necesitaban para hacerse una casa y les prestó el dinero», precisó.
«Teníamos una casa hermosa en Flandria. Yo nací allí, a los 11 ingresé a la banda y a los 13 a la escuela de tejedores de la algodonera», añadió.
La banda Rerum Novarum se reunía todos los sábados a tocar y allí iba Don Julio a escucharla. «El nos compró los trajes, los instrumentos y nos pagaba los traslados cuando íbamos a tocar a alguna otra ciudad», narró.
Después de 65 años, la banda sigue integrada por entre 30 y 40 músicos y contabilizan unas 2.500 presentaciones. Antes, para ser miembro del grupo había que trabajar en la fábrica o ser familiar directo de algún obrero, pero ahora, que cerró, las condiciones para incorporarse se ampliaron.
«Tenemos médicos, obreros, estudiantes», cuenta Jorge Moronda, quien trabajó en la algodonera durante 36 años y que toca el bombardón.
«Lo único que exigimos a los que se quieran sumar es que tengan buenas costumbres, respeto y dedicación por la música. Si no sabe tocar, le prestamos el instrumento hasta que el maestro vea que está listo para sumarse», explicó Moronda.
Antonio Parra, otro jubilado de la fábrica y que toca el trombón, dijo a IPS que debió jubilarse a los 51 años, porque hacía su trabajo parado y debió operarse de las piernas varias veces por una persistente flebitis.
Pero la enfermedad no le impidió seguir en la banda, pues, «por suerte, casi siempre marchamos», apuntó.
La historia de Villa Flandria y la banda Rerum Novarum es una manera de contar también la historia de Argentina, sostuvieron los realizadores del documental.
«En la película se puede ver la disolución de un proyecto de país que había comenzado a delinearse a principios del siglo XX y hoy casi está a punto de desaparecer», advirtió Batlle.
Sin embargo, al mismo tiempo que se ve el declive de un proyecto, la banda parece traer una esperanza que los mismos músicos no pueden explicar.
«De golpe no se qué pasa, pero estamos sobrepasados de pedidos para ir a uno u otro lado durante muchos meses», se alegra Chiurco, antes de enfundarse en su traje para una foto. (FIN/IPS/mv/dm/cr/01