Crudas imágenes de la masacre de Wounded Knee, de 1890, en la que 300 indígenas lakota fueron asesinados a sangre fría por el ejército de Estados Unidos, se exhiben en los salones del Museo Nacional del Indígena Estadounidense de esta ciudad.
La muestra de fotografías, titulada «Captura del espíritu», coincide con el mes de la Herencia Indígena e incluye imágenes de la masacre y otras 200 de los siglos XIX y XX. Con esta exposición, los organizadores procuran combatir estereotipos sobre la comunidad nativa.
La exhibición documenta una historia narrada por fotógrafos blancos, que con frecuencia manipulaban las imágenes en beneficio de los intereses económicos, políticos y religiosos de su comunidad.
La tribu nativa lakota llevaba muchos años en las praderas del septentrional estado de Dakota del Sur cuando llegaron los blancos. Junto a los arapaho y los cheyenne, los lakota lucharon contra los invasores hasta que derrotaron a la caballería en 1868.
El gobierno se vio obligado a respetar las tierras que rodeaban los cerros Black Hills, considerados sagrados por los lakota, pero violó el acuerdo cuando descubrió yacimientos de oro en la zona.
El 29 de diciembre de 1890, en el pueblo de Wounded Knee, el ejército masacró sin piedad a la tribu, que huía en medio del frío invernal.
Pero la muestra de Nueva York es también una celebración del espíritu aborigen estadounidense. Su título fue tomado de la creencia indígena de que el espíritu de una persona es capturado en las fotografías.
«El principal objetivo de la exhibición es compartir la historia de la fotografía usada como herramienta para fabricar una imagen falsa del indígena estadounidense», explicó la encargada del proyecto, Ann Silverman.
Las fotografías de Wounded Knee, tomadas por los soldados como prueba de su victoria, fueron usadas como una advertencia para los demás nativos que se resistían al programa del gobierno de concentrarlos en «reservas» para solucionar «el problema indígena».
Pero también en el siglo XX muchas fotografías de aborígenes fueron usadas como propaganda política y social. A veces eran tomadas para acentuar la diferencia entre el mundo «civilizado» y el «salvaje».
«Al mostrar un indígena desnudo, el fotógrafo podía sugerir un estilo de vida arcaico», señala el encabezamiento de una de las imágenes en el museo de Nueva York.
Aunque a veces los propios indígenas, como el célebre apache Gerónimo, que aceptó posar a cambio de dinero, explotaron esta herramienta para sus propósitos políticos y económicos.
En la fotografía que abre la muestra, Gerónimo aparece apoyado en un rifle, símbolo de modernidad. El famoso líder indígena usó estas imágenes para propagar el miedo y el odio entre los blancos de su tiempo.
«La carrera de Gerónimo, jefe de los Apaches, justificó el proverbio de que el buen indígena, es el indígena muerto. Gerónimo acaba de morir a la edad de 90 años», escribió el periódico New York Times el 18 de febrero de 1909.
«Astuto, sediento de sangre, increiblemente cruel y furioso, fue toda su vida el peor tipo de salvajismo aborigen», añadió.
Gerónimo es recordado por haber estado 16 meses fugitivo de los agentes federales, luego de escapar de la reserva de San Carlos, en el occidental estado Arizona, con 144 hombres, mujeres y niños.
La exhibición continúa con la obra de Edward C. Curtis (1868- 1952), fotógrafo blanco que a comienzos del siglo XX ilustró la vida de las tribus aborígenes.
Dedicó tres décadas de su vida a una expedición peligrosa y costosa, en la que tomó más de 40.000 imágenes, redactó 20 volúmenes de textos etnográficos y filmó una película documental sobre los kwakiutl.
Curtis es respetado por la belleza de sus fotografías, pero desdeñado por los métodos que usó para tomarlas. El artista fue criticado por coaccionar a los nativos para que usaran sus ropas tradicionales y para filmar los ritos ancestrales.
Pero el fotógrafo contemporáneo Jeff Thomas sostuvo que muchas de esas críticas son infundadas. «Como cualquier director, contaba con diversos métodos para hacer su trabajo, en especial en un tiempo en el que se ignoraba la historia de los indígenas estadounidenses», dijo Thomas.
«Curtis, esencialmente, fue el mensajero. Por lo tanto, se le merece al menos ese reconocimiento. Tenemos la suerte de que creó esas poderosas imágenes», añadió.
Thomas, fotógrafo desde los años 80, es autor de varias obras que comparan la vida en las reservas indígenas con la vida en la ciudad.
En una de sus fotografías, un joven aparece vestido en traje nativo típico, con el rostro pintado y portando un tomahawk. A su lado se presenta una imagen del mismo joven con ropas modernas y urbanas.
Otros fotógrafos que utilizaron su trabajo para fabricar una imagen estereotipada de los indígenas fueron Clara y Frank Churchill. Este matriomonio visitó cerca de 100 tribus desde 1899 hasta 1908 como agentes del Servicio Indígena, y acumuló más de 2.000 fotografías.
Contratados por la gubernamental Comisión de Paz, los agentes viajaban por todo el país para «integrar» a los nativos.
Con estas obras, las autoridades del museo sugieren que la verdadera celebración de la «captura del espíritu» comienza con una relación de mutuo respeto y entendimiento entre el fotógrafo y el fotografiado.
La muestra permanecerá hasta julio del año próximo y podría ser presentada en otros museos del país, según la organizadora Kathleen Ash-Milby. Se pueden obtener más detalles en el sitio en Internet http://www.si.edu/nmai. (FIN/IPS/NA/tra-eng/ks/aa/rp- mj/cr/01