El interés público por la cultura musulmana aumenta en Japón, mientras la pequeña comunidad islámica del país intenta separar la religión de la guerra.
Las librerías japonesas ofrecen ahora una amplia gama de libros sobre el Islam y el mundo árabe. La mayoría son traducciones del inglés, pero aumenta el número de obras de escritores japoneses sobre la cultura musulmana.
El libro «El terrorismo y la guerra religiosa con el mundo», del japonés Sho Takahashi, es un éxito de ventas.
El público está interesado en la historia del terrorismo y la relación entre la política de Estados Unidos y Osama bin Laden, el saudita oculto en Afganistán a quien el gobierno de George W. Bush acusa de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, en los que murieron más de 5.000 personas.
Mimasaki Higuchi, portavoz de la Asociación Japonesa-Musulmana, afirma que los japoneses buscan comprender la cultura árabe y su religión.
Los atentados de septiembre y el ataque de Estados Unidos contra Afganistán, iniciado el 7 de octubre, son «el catalizador de ese nuevo interés», asegura Higuchi, quien se convirtió a la religión islámica tras vivir en Egipto durante su juventud.
La cultura japonesa tiene profundas similitudes con la cultura musulmana, como el respeto por los mayores, o por quien pasa por duras pruebas, uno de los ejes de la cultura samurai, indicó.
Pero los ataques contra Estados Unidos y la relación con Osama bin Laden «asestaron un duro golpe a nuestra campaña por aumentar la confianza y la amistad entre los musulmanes y el público japonés», dijo Higuchi.
La pérdida de vidas japonesas en Nueva York con el derrumbe de las Torres Gemelas el 11 de septiembre predispuso al público contra el mundo árabe en general, agregó.
La tendencia a estereotipar a los musulmanes, según Higuchi, es consecuencia de la imagen propagada por la guerra, que ve a los musulmanes como «maníacos, violentos y faltos de razón».
El flujo de personas de Asia en las últimas dos décadas durante la explosión económica de Japón, en especial de países musulmanes como Indonesia, Pakistán e Irán, produjo un gradual aumento de seguidores del Islam.
Se estima que unos 100.000 inmigrantes musulmanes trabajan en Japón y unas 200 familias japonesas se han convertido al Islam.
La pequeña comunidad musulmana de Japón no ha escapado a los debates sobre el supuesto fundamento religioso del terrorismo y la guerra.
Selim Yucel Gulec, vicedirector de Camii, la mayor mezquita en Tokio, entregó una declaración en la cual afirma que el terrorismo no es otra cosa que un crimen contra la humanidad.
Los ataques del 11 de septiembre, sostiene Gulec, nada tienen que ver con la esencia religiosa del Islam.
«Desde los atentados, mi devoción y mi fe sólo han crecido, porque siento la desconfianza contra nosotros a medida que aumentan las noticias que vinculan al Islam con el terrorismo», dijo Nagai Hafumi, una empleada de 28 años de madre indonesia y padre japonés.
No obstante, Nagai, casada con un malasio musulmán, dice no haber sido víctima de discriminación directa en Japón, aunque últimamente la gente mira con desconfianza el velo con que se cubre.
El gobierno japonés, como muchos otros países, reforzó las medidas de seguridad tras los ataques de septiembre. La policía aumentó el control de visas de personas pertenecientes a países islámicos para que no permanezcan en Japón más tiempo del previsto.
A mediados de octubre, el gobierno informó que 12 extremistas islámicos, la mayoría pakistaníes, podrían haber ingresado al país antes de los ataques terroristas en Estados Unidos, e incrementó la seguridad en aeropuertos y estaciones de transporte.
La Agencia Nacional de Policía, en un documento de octubre, afirma que «los extremistas islámicos se expanden en todo el mundo», y llama a la adopción de medidas antiterroristas mediante la mejora de la recopilación de información. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/lp/aq/cr/01