El género del documental vive su mejor momento en Chile, con amplia aceptación del público y premios internacionales, pero el futuro de esta modalidad cinematográfica seguirá en la incertidumbre sin un apoyo resuelto de la televisión.
Cristián Leighton, presidente de la Asociación de Documentalistas de Chile (ADOC), sostuvo que el soporte fundamental de la producción y difusión de documentales es la televisión, en todo el mundo… menos en este país.
Este año, como nunca antes, el Festival de Cine Documental de Santiago tuvo una amplia acogida en el público, con más de 4.000 espectadores en una semana de exhibiciones en el Centro de Extensión de la Universidad Católica.
El interés de los cinéfilos no fue casual, ya que la muestra se caracterizó por el alto nivel artístico y profesional de las obras, con dos de ellas que llegaron precedidas de reconocimientos internacionales.
«El caso Pinochet», de Patricio Guzmán, ganó en septiembre el Festival Internacional de Documentales, en Marsella (Francia), luego de ser muy aplaudido en su exhibición, fuera de competencia, en el Festival de Cannes.
El documental, que narra los hechos que condujeron a la detención del ex dictador en Londres en octubre de 1998 y a su posterior procesamiento en Chile, fue estrenado comercialmente a fines de octubre en Francia con exhibición simultánea en 18 salas.
El quinto festival de los documentales chilenos, realizado entre el 6 y el 14 de este mes, tuvo como otra de sus estrellas a «Nena problema», de Leighton, que conquistó este año el premio al Mejor Documental Extranjero en el Festival de Nueva York.
Once de las producciones de este año, presentadas en el festival, se mantendrán hasta el 19 de diciembre en una sala de la cadena de Cine Hoyts, el más importante de los circuitos de exhibiciones cinematográficas de Santiago.
La muestra en este caso fue inaugurada, obviamente, con «El caso Pinochet».
También este mes, «La batalla de Chile», la mítica saga en tres episodios que Guzmán filmó entre 1971 y 1979 sobre el gobierno de la Unidad Popular y el golpe de Estado de 1973, convocó durante una semana a más de 2.000 espectadores en una sala de cine arte.
«La batalla de Chile» fue una de las películas cuya exhibición estuvo prohibida en este país durante la dictadura, mediante fallos no sujetos a revisión y que fue «liberada» sólo este año, gracias a una ley que eliminó la censura cinematográfica.
Guzmán, un cineasta que vive en España desde el golpe de Estado, ha sido así virtualmente descubierto por los jóvenes chilenos.
Contemporáneo de grandes directores cinematográficos chilenos de películas de ficción, como Raúl Ruiz y Miguel Littin, Guzmán seguirá desarrollando su registro de la historia contemporánea de Chile con un documental sobre el derrocado presidente Salvador Allende, que proyecta estrenar en 2003, a 30 años del golpe de Estado de Pinochet.
Desde la cadena Hoyts, «El caso Pinochet» circulará hasta fines de este mes por otras salas de Santiago, para luego salir a las provincias chilenas.
Al alero de Guzmán, numerosos documentalistas chilenos, desde cincuentones a veinteañeros, están produciendo obras de variadas temáticas en que concurren la política, la historia, las luchas sociales y la vida cotidiana.
Es una suerte de renacer del movimiento documentalista que se abría paso bajo el gobierno de Allende (1971-1973) y que tuvo una abrupta interrupción con la asonada militar en que el mandatario socialista se suicidó.
Guzmán y otros de los jóvenes documentalistas de esos años, como Pedro Chaskel, Gastón Ancelovici y Orlando Lübbert, salieron al exilio a Europa, Cuba o Canadá y ahora vuelven a ser conocidos en su país.
Junto a ellos, se legitiman como documentalistas numerosos cineastas más jóvenes, incluyendo a Leighton, Susana Foxley, Paola Castillo, Pamela Pequeño, Lily Gálvez y a dos egresados hace sólo tres años de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, Pedro Peirano y Alvaro Díaz.
Todos ellos fueron protagonistas del último festival chileno de documentales.
El presidente de la ADOC señaló que las producciones han tenido en algunos casos el apoyo del Fondo Nacional para el Desarrollo de las Artes, dependiente del Ministerio de Educación, que asigna fondos para creaciones artísticas a través de concursos anuales.
En otros casos, la relativa baja en los costos de producción a través de avances tecnológicos como las cámaras digitales, han hecho posible aventuras independientes que hasta hace algunos años eran inimaginables por lo onerosas.
El desafío está planteado en cómo mantener este «boom» a partir de esta «hora cero» en que el documental puede ingresar en un crecimiento sostenido o quedarse relegado en un estado de gran reconocimiento, pero de poca llegada al gran público, según Leighton.
Para ello, indicó, es fundamental el aporte de la televisión chilena.
«El involucramiento de la televisión es mínimo. A lo más, estas películas (documentales chilenos) las compran en los canales a un precio, entre comillas, de mercado, que es mínimo en relación al costo real de las películas», dijo Leighton al semanario Wikén.
El dirigente de los documentalistas señaló que la Televisión Nacional de Chile (estatal) es una de las pocas estaciones interesadas en comprar documentales, mientras que el respaldo del Canal 13, de la Universidad Católica, el otro gran canal de señal abierta, es casi inexistente.
La Televisión Nacional anunció su interés en adquirir algunas de las producciones del último festival, como «Nena problema», de Leighton y Foxley, y «La Hija de O'higgins», de Pequeño.
La estación pagará 2.500 dólares por cada cinta, lo cual está muy lejos de cubrir los costos de producción. (FIN/IPS/ggr/dm/cr/01