Estados Unidos saludó este martes el avance de la Alianza del Norte sobre el movimiento Talibán en Afganistán y su ingreso a la capital, Kabul, mientras que organizaciones de derechos humanos informaban de ejecuciones sumarias masivas.
El presidente estadounidense George W. Bush está «muy complacido con el avance de la guerra y con los últimos acontecimientos», aseguró el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer.
Los cazas estadounidenses continuaron su bombardeo durante la jornada, siguiendo el repliegue del movimiento Talibán hacia el sur, mientras se multiplicaban las informaciones sobre ejecuciones perpetradas por la avanzada de la Alianza del Norte.
Las principales víctimas serían los combatientes procedentes de varios países musulmanes, supuestamente vinculados a la organización Al Qaeda, del saudita Osama bin Laden, que llegaron a Afganistán para luchar junto al movimiento Talibán.
De momento, esas versiones no han sido confirmadas, puntualizó Victoria Clarke, portavoz del secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld.
Según informes de prensa, la población salió a las calles en Kabul y en otras ciudades a saludar la entrada de las tropas de la Alianza.
«La población afgana está a merced de grupos armados con terribles antecedentes en materia de derechos humanos. Tenemos gran preocupación por los residentes de Kabul, que están expuesto a represalias y asesinatos», advirtió Irene Khan, secretaria general de la organización Amnistía Internacional.
Amnistía y otros grupos instaron a los dirigentes de la Alianza del Norte, que representa a varias minorías étnicas, a respetar la seguridad de los civiles y prisioneros de las ciudades y aldeas que controla desde que el inicio de su ofensiva sobre la septentrional ciudad de Mazar-i-Sharif, el viernes.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia, que respaldan el avance de la Alianza del Norte, tendrán que asumir su responsabilidad por las violaciones a los derechos humanos que se cometan, dijo Khan. «Si hay un baño de sangre, ésta también manchará nuestras manos», señaló.
Washington exhibió a la prensa filmaciones de los bombardeos efectuados para respaldar el avance de la Alianza sobre la septentrional localidad de Taloqan.
El gobierno estadounidense había pedido a la Alianza del Norte que no entrara a Kabul la capital, para evitar represalias contra la población de la etnia patán (pashtún), que constituye 40 por ciento de los 23 millones de habitantes de Afganistán.
La etnia patán se concentra en la zona central y meridional, donde se encuentran los bastiones de Talibán y de Al Qaeda. Así mismo, unos 10 millones de patanes viven en el área fronteriza con Pakistán y la mayoría respaldan a Talibán.
La Alianza, por su parte está compuesta por grupos de tres etnias: tadjikos, que son 25 por ciento de la población, hazaras, que suman 19 por ciento, y uzbekos, que alcanzan a seis por ciento.
«El problema es que los comandantes militares (de la Alianza) han avanzado mucho más que los dirigentes políticos y hay sentimientos de venganza», dijo este martes a Radio Nederland Ahmed Rashid, un experto en cuestiones afganas.
Así mismo, pueden estallar conflictos violentos entre las diversas facciones que integran la Alianza.
Cuando algunos de estos grupos tomaron Kabul en 1992, en medio de la guerra civil que sucedió a la expulsión de las fuerzas soviéticas, la ciudad se convirtió en un campo de batalla entre diferentes facciones étnicas.
Sólo en 1994, unas 25.000 personas, la mayoría civiles, murieron en Kabul debido a combates entre fuerzas uzbekas del general Abdul Rashind Dostum y tropas patán de Gulbuddin Hekmatyar contra el gobierno dominado por grupos tajikos del presidente Bruhanuddin Rabbani, sostuvo el grupo defensor de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW).
La guerra entre facciones y el caos del gobierno de la Alianza entre 1992 y 1996 fue factor del surgimiento y popularidad inicial del movimiento Talibán, formado en Pakistán, que tomó Kabul en 1996.
«Lo último que necesitamos es el regreso de la violencia indiscriminada que abrió el camino a Talibán», dijo Tom Malinowski, director en Washington de HRW.
El secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, Colin Powell, urgió a que Kabul sea declarada «ciudad abierta».
El gobernante militar de Pakistán, Pervez Musharraf, propuso una ciudad desmilitarizada bajo el control de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En una entrevista televisada en Estados Unidos, Musharraf advirtió este lunes el riesgo de nuevas luchas internas en la Alianza del Norte.
El representante de la Alianza del Norte en Washington, Haroon Amin, respondió que Pakistán tiene responsabilidad en la prolongada guerra civil. Islamabad, sostuvo Amin, retiró su apoyo irrestricto a Talibán sólo en las últimas semanas y bajo intensa presión internacional.
En la sede de la ONU, el representante especial de Afganistán Lakhdar Brahimi dijo que la comunidad internacional y los afganos en el exilio acordaron la creación de «un gobierno amplio, representativo de todos los grupos del país, que responda ante sus ciudadanos, sea amistoso con sus vecinos y goce de legitimidad interna y externa».
La caída inesperada de Kabul forzó a la ONU a definir rápidamente su papel en los asuntos políticos, humanitarios y de seguridad en Afganistán tras la salida de Talibán.
Brahimi propuso acelerar la creación de un consejo consultivo y un gobierno interino con maandato por no más de dos años.
La seguridad será esencial en el futuro inmediato. Brahimi, quien según observadores tenía órdenes de oponerse a una fuerza de la ONU de mantenimiento de la paz para Afganistán, señaló que hay «pocas posibilidades de constituir en el corto plazo» la opción preferida por la Alianza del Norte.
Esta opción sería un contingente formado por los países «dispuestos» a colaborar, que operaría de modo independiente, aunque con la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, como sucedió con la misión encabezada por Australia en Timor Oriental antes de la instalación de una fuerza de paz del foro mundial.
La opción menos deseada por la Alianza del Norte es una fuerza de la ONU porque, según dijo Brahimi, llevaría meses «obtener un número suficiente de soldados para asegurar el fin de los operativos militares».
Funcionarios de la ONU anunciaron que el foro se prepara para volver a enviar a Afganistán personal de ayuda humanitaria.
El portavoz de la ONU Fred Eckhard informó que los equipos de seguridad tomarán una ruta desde Pakistán a Faizabad, en el noreste, y estudian vías hacia Mazar-i-Sharif, al norte, y hacia Kabul.
Además de ayuda humanitaria, funcionarios de asuntos civiles serían enviados a Kabul, informó Eckhard, para aconsejar a los afganos «cómo establecer algo que se parezca a un gobierno». (FIN/IPS/tra-en/aa-jl-jw/dc-lp-ff/01)
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