El estancamiento de la guerra que Estados Unidos y Gran Bretaña libran contra Afganistán empieza a crear fisuras entre los mandos militares de ambos aliados, preocupados por la ineficacia de los bombardeos.
Pese al persistente ataque con bonbas y misiles, los aliados no han logrado avances significativos para capturar al saudita Osama bin Laden, a quien responsabilizan de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Tampoco parece cercana la caída del movimiento fundamentalista Talibán, que controla casi todo el territorio afgano y se negó a entregar a Bin Laden a Estados Unidos.
El comandante de la Marina Real británica, brigadier Roger Lane, dijo a la cadena BBC que no enviará tropas a Afganistán hasta que «se hayan identificado objetivos adecuados. No queremos apresurarnos, debemos estar seguros».
Lane efectuó sus declaraciones tras conocerse informes militares según los cuales cuatro semanas de campaña y 4.000 bombas arrojadas infligieron escaso daño al movimiento Talibán, porque las fuerzas aliadas hallaron muy pocos objetivos.
Ya en el segundo día de la guerra, comenzada el 7 de octubre, aviones cazas estadounidenses volvían a sus bases sin haber lanzado todos sus proyectiles.
Tras las palabras de Lane, varias fuentes militares anónimas conversaron con la prensa de Londres. Los comandantes británicos quieren una acción decisiva, pero fundada en información fiable. Aseguran que ignoran dónde atacar y culpan de las fallas de inteligencia a Estados Unidos.
«Es habitual que supuestas unidades de comando afgano que los estadounidenses afirman haber destruido terminen siendo cobertizos con un teléfono que no funciona», dijo a IPS M. J. Gohel, director de la Fundación Asia-Pacífico, con sede en Londres.
La ineficacia militar es consecuencia de problemas de los servicios de inteligencia. «Washington empieza a darse cuenta que cometió un enorme error al confiar en la agencia de inteligencia pakistaní», dijo Gohel.
Estados Unidos «está descubriendo (que los pakistaníes entregaron) información inútil o, peor aún, diseñada para evitar la efectividad de los bombardeos», agregó.
El jefe del estado mayor británico, almirante Michael Boyce, dijo esta semana que la guerra contra Afganistán puede durar varios años y que la campaña contra el terrorismo llevaría 50 años o más.
Los gobernantes estadounidenses también han dicho que la guerra será larga, pero su interés primordial está en los objetivos que puedan alcanzar antes de que llegue el invierno a Afganistán.
Una de las cuestiones que más preocupa a Washington es la finalización de los bombardeos antes del Ramadán (mes sagrado de los musulmanes) que comienza a mediados de este mes.
Pese a la frustración por los ataques aéreos a ciegas, algunos jefes militares en Londres están deseosos de una acción mayor, aseguró a IPS el coronel Terence Taylor, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. Los británicos parecen inclinarse por una invasión terrestre.
Estados Unidos tiene un puñado de efectivos de fuerzas especiales dentro de territorio afgano, mientras que Gran Bretaña ha alistado a 200 comandos y asegura que podría disponer de una cantidad mayor en poco tiempo.
«Londres está listo para una acción militar amplia. Los comandantes británicos quieren atacar Kabul (capital afgana) y (la ciudad de) Kandahar, pero Washington no lo está aún», sostuvo Taylor.
Tales diferencias no son buenas, opinó Gohel. «Los militares británicos son cada vez más conscientes de que los estadounidenses no están manejando la cuestión en forma apropiada», sostuvo.
La decepción empieza a insinuarse en la opinión pública de los dos países. Sesenta y dos por ciento de las personas consultadas el martes por el periódico británico The Guardian respaldan los bombardeos, pero el apoyo era de 74 por ciento hace 20 días.
En Estados Unidos, sólo 25 por ciento de las personas consultadas por el diario The New York Times y la cadena de televisión CBS consideraron que la guerra avanza muy bien, 58 por ciento que marcha «algo bien» y 13 por ciento que marcha mal.
Si bien el apoyo a la campaña militar es aún mayoritario, su declinación en apenas dos semanas preocupa a gobernantes de ambos países.
En Gran Bretaña, las dudas se manifiestan claramente en la opinión pública, la prensa y los debates políticos.
«En la última semana vimos colapsar la certeza de los objetivos perseguidos por la alianza militar contra el terrorismo», dijo el domingo el diario londinense The Observer.
The Sunday Times, por su parte, afirmó que «los errores de inteligencia» ayudan a que Bin Laden siga en libertad.
«En los últimos días hubo una cantidad de notas que retratan cada pequeño inconveniente como un desastre mayor», replicó una portavoz del primer ministro británico Tony Blair. Esas informaciones dicen mucho sobre la impaciencia de la prensa, agregó.
El martes, Blair pronunció un conmovedor discurso en Gales destinado a animar a sus compatriotas.
«La inquietud es más grande en Gran Bretaña que en Estados Unidos, lo cual no es sorprendente. El discurso del primer ministro se debió a las voces que se escuchan aquí y en Europa, sobre todo en Alemania», afirmó el coronel Taylor.
El gobierno de Blair enfrenta además una fuerte resistencia de las organizaciones islámicas, algunas de las cuales hicieron saber a Londres que la mayoría de los musulmanes británicos preferirían luchar del lado de Talibán.
El ministro de Defensa, Geoff Hoon, advirtió a esos grupos que consideraran la seguridad propia y de sus familias y lo que los esperaría a su regreso a Gran Bretaña si se atrevieran a partir rumbo a Afganistán.
Las diferencias políticas también se manifiestan entre el gobernante Partido Laborista y el opositor Partido Liberal Demócrata, cuyo líder, Charles Kennedy, advirtió que el país debe apoyar a Estados Unidos como un amigo y no como un seguidor ciego. (FIN/IPS/tra-eng/ss/mn/dc-ff/ip/01