AFGANISTAN: EEUU se enemista con etnia mayoritaria

El fuerte bombardeo del sur de Afganistán y las maniobras diplomáticas de Estados Unidos para la creación de un gobierno pos-Talibán aumentan la distancia entre Washington y la mayoritaria etnia patán (pashtun), cuya colaboración es esencial para derrotar el terrorismo.

Analistas de Medio Oriente y Washington coinciden en esa opinión, mientras Estados Unidos concluye la cuarta semana de bombardeo sobre Afganistán.

El ataque con misiles y bombas es la respuesta del gobierno de George W. Bush a los atentados del 11 de septiembre en Washington y Nueva York, que dejaron unos 5.500 muertos y desaparecidos, según la última información oficial. El principal sospechoso es el saudí Osama bin Laden, protegido por el gobierno afgano.

«El hecho es que los bombardeos fortalecieron la determinación de Talibán», afirmó el periodista pakistaní Ahmed Rashid, autor de un libro sobre ese grupo fundamentalista islámico que gobierna 95 por ciento de Afganistán.

«Mucha gente en el sur de Afganistán (bastión de los Talibán y blanco de la mayoría de los ataques) reacciona con ira ante los bombardeos», agregó.

El apoyo de los patanes, que son al menos 40 por ciento de la población afgana y base del grupo Talibán, es esencial para el éxito de la «guerra contra el terrorismo» encabezada por Washington, según Rashid y otros expertos.

Sin el respaldo de los patanes, Washington no podrá restaurar la estabilidad en Afganistán, ni siquiera si logra derrocar a los Talibán.

Así mismo, le resultará mucho más difícil atrapar a Osama bin Laden y otros líderes de su red terrorista Al Qaeda (La base), quienes presuntamente se encuentran en áreas patanes del sur, según los analistas.

«Se necesita a la mayoría de las fuerzas patanes para conquistar áreas patanes», destacó el periodista Anatole Lieven, miembro de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional.

Lieven y Rashid hablaron el jueves ante un foro del Instituto para la Paz, de Washington. Lieven acababa de regresar de Pakistán, y Rashid intervino por vía telefónica desde ese país.

Los patanes han dominado la política de Afganistán por largo tiempo, en general a expensas de las minorías étnicas.

Los tajikos constituyen 25 por ciento de la población afgana y se concentran en el norte y en la capital, Kabul; los hazaras forman 19 por ciento y tienen fuerte presencia en el centro y el oeste del país, y los uzbekos constituyen seis por ciento y se concentran en el norte, cerca de la frontera con Uzbekistán.

Esas tres minorías forman 90 por ciento de las fuerzas de la opositora Alianza del Norte, que lucha contra el gobierno Talibán desde una pequeña porción del territorio nacional que controla en el norte.

La Alianza es una coalición de milicias étnicas, algunas de las cuales pelearon alguna vez entre sí y contra las fuerzas patanes, tanto durante la larga guerra contra la ocupación soviética, en los años 80, como después que capturaron Kabul, en 1992.

La coalición sólo alcanzó la «unidad» cuando fue expulsada de la capital por Talibán, en septiembre de 1996.

Desde el momento en que Bush amenazó con acciones militares en Afganistán, Washington supuso que la Alianza lo apoyaría, pero los planificadores de políticas también admitieron que precisarían el apoyo de los patanes para crear un movimiento de base amplia que pueda suceder a Talibán y ser estable.

Ese imperativo político dio paso a numerosas gestiones diplomáticas para forjar una coalición entre la Alianza y líderes patanes disidentes de Talibán o integrantes «moderados» de ese grupo.

La estrategia parecía posible, en especial luego que el rey patán exiliado Zahir Shah y la Alianza del Norte acordaron iniciar un proceso político convocando un consejo de unidad nacional integrado por 120 delegados, 60 elegidos por cada parte, para negociar un acuerdo sobre un gobierno interino.

Al mismo tiempo, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos y la inteligencia militar de Pakistán, que había respaldado a Talibán desde su nacimiento en 1994, comenzaron a atraer a jefes patanes y comandantes militares del sur de Afganistán con dinero y promesas de influencia en cualquier nuevo gobierno.

Se preveía que esos halagos y el poderío militar que el Pentágono comenzó a exhibir mediante bombardeos nocturnos a partir del 7 de octubre provocarían el rápido colapso de la autoridad talibán en la zona patán y su posterior reemplazo por la nueva coalición.

Pero la estrategia parece haber fracasado, según expertos que citan diferentes causas relacionadas entre sí.

En primer lugar, las iniciativas políticas para forjar una coalición se derrumbaron rápidamente por cuestiones clave.

Pakistán, donde viven 10 millones de patanes, condicionó su apoyo a la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo a la inclusión de patanes, entre ellos líderes moderados de Talibán, en cualquier nuevo gobierno del vecino Afganistán.

Aunque el secretario de Estado estadounidense Colin Powell aceptó en forma tentativa esa condición, ésta resulta inaceptable para la Alianza del Norte y sus aliados extranjeros, como India, Irán y Rusia.

Una segunda razón para el colapso de la estrategia de Washington en el sur afgano es su falta de apoyo significativo a los comandantes que entraron en esa zona desde Pakistán, por sus propios medios, para convertirse en jefes locales o líderes militares contra Talibán.

La semana pasada, Washington sufrió un duro revés cuando los Talibán capturaron y ejecutaron a Abdul Haq, un famoso comandante patán durante la ocupación soviética que ingresó a Afganistán para recabar apoyo para el rey.

El jueves, fuerzas Talibán capturaron a un contingente de guerrilleros que acompañaban a otro comandante, Hamid Karzai, quien se encuentra en una misión similar. Karzai logró escapar por ahora, según informes procedentes de la región.

La falta de apoyo efectivo de Estados Unidos a esos líderes o a Ismael Khan, un comandante de la Alianza cuyas fuerzas están avanzando hacia el sur pero se están quedando sin suministros esenciales, fortalece de hecho a los Talibán en la región, según Rashid.

En tercer lugar, los propios bombardeos, que han cobrado numerosas vidas de civiles en áreas patanes, están ayudando al gobierno afgano.

«La guerra hace más difícil atraer apoyo antitalibán», afirmó Lieven.

Además, la decisión del Pentágono de ofrecer ayuda directa a las fuerzas de la Alianza al norte de Kabul hace pensar a muchos patanes que Washington prefiere ahora una victoria de la Alianza a una solución política que proteja los intereses de la etnia patán.

Una prueba definitoria será el anunciado ataque de la Alianza contra Mazar-i-Sharif, cerca de la frontera con Uzbekistán.

Si las fuerzas de la Alianza toman esa localidad y masacran a los Talibán y a la población local patán, el resultado será «catastrófico en el sur y en Pakistán», advirtió Lieven.

El despliegue por Washington de al menos 20 miembros de sus Fuerzas Especiales para trabajar junto a la Alianza cerca de Mazar- i-Sharif estaría destinado precisamente a impedir eventuales masacres, sugirió el analista. (FIN/IPS/tra-en/jl/mlm/ip/01

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