El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, dijo en la capital portuguesa que para gobernar no necesita el apoyo de los medios de comunicación, a los que acusó de realizar una «campaña perversa» y «una guerra psicológica», motivada por intereses mezquinos.
Chávez finalizó este sábado una breve e intensa visita a Portugal, en que desplegó ampliamente sus dotes de comunicador, en contraste con la imagen de militar populista que se difunde todos los días desde Venezuela.
El mandatario dijo a IPS que el fenómeno venezolano es digno de estudio, pues demuestra que la opinión pública se forma de muchas maneras, y que los grandes medios de comunicación no gozan de la influencia que creen tener o se les atribuye.
En su país, Chávez no cuenta con las simpatías de los medios de comunicación, que frecuentemente lo acusan de ocultar propósitos absolutistas detrás del proyecto de «revolución bolivariana» que intenta aplicar desde que asumió la presidencia en 1999.
En estas circunstancias, Chávez ha ganado desde 1998, en forma abrumadora, dos elecciones presidenciales y dos plebiscitos, que le han permitido revolucionar el sistema institucional y político venezolano vigente desde 1958, cuando cayó la última dictadura militar en ese país.
En Venezuela se está creando una corriente alternativa a los grandes medios de comunicación privados a través de las comunidades, apoyada por créditos oficiales, para «democratizar» la prensa, aseguró el gobernante.
Citó el ejemplo de TV Catia, una estación de televisión comunal en uno de los distritos más empobrecidos de Caracas, fundada por «jóvenes profesionales cansados de ser explotados» por los propietarios de los medios tradicionales, «peores que el stalinismo». dijo.
Chávez indicó que se están abriendo radios comunitarias en todo el país, entre ellas en la tradicionalmente abandonada región amazónica, donde funciona «una radio indígena que transmite en su propia lengua».
Una forma peculiar, y tal vez controvertida, de contrarrestar a la prensa de oposición, proviene de los «voceros populares», gente que «anda por la calle voceando» y que representa al «pueblo que defiende su revolución», añadió.
Chávez reconoció, sin embargo, que la respuesta principal a la «perversidad» de los medios de comunicación proviene de él mismo, a través de su programa sabatino en la radio oficial llamado «Aló Presidente» y las cadenas obligatorias de radio y televisión.
Aparentemente incansable, después de viajar a la isla portuguesa de Madeira y sostener una rueda de prensa, Chávez grabó un programa de radio y un vídeo para la televisión, antes de abordar el avión que lo llevaría a Arabia Saudita, donde se reunió este sábado con el rey Fahd.
En esas cadenas, «que duran tres, cuatro o cinco horas, a veces los he vuelto trizas moralmente, y hasta se han visto obligados a rectificar», subrayó.
«En Venezuela como nunca antes hay libertad de expresión. En la falsa democracia (los gobiernos entre 1959 y 1998) siempre hubo represión, periodistas encarcelados, presiones de todo tipo y hasta el uso de los servicios de inteligencia del Estado», aseguró Chávez.
Ahora los mismos medios abusan de la libertad, y por ello el parlamento venezolano – donde dominan las fuerzas oficialistas – está discutiendo una «ley de contenidos», porque «¿dónde se dijo que la libertad debe ser absoluta?», añadió.
Los adversarios de Chávez advierten en estos intentos la tan anunciada tentación totalitaria.
Aunque informal y afable -agradece siempre que uno de sus escoltas le trae agua o café- en sus modales, Chávez no deja espacio para ambigüedades acerca de donde reside la autoridad.
Chávez, de 47 años, proviene de una familia modesta del interior de Venezuela y se formó como oficial de ejército. En 1992, cuando lideró un fracasado golpe de Estado, comandaba el regimiento de paracaidistas de Maracay, la unidad más importante de la infantería venezolana.
La veloz transformación del sistema institucional venezolano no ha tenido hasta ahora una equivalencia en el plano social y económico. La pobreza sigue siendo el factor dominante para la vida de cerca de 80 por ciento de los venezolanos.
Sin embargo, Venezuela es uno de los más importantes productores mundiales de petróleo y el programa económico de Chávez apenas refleja una vieja aspiración de los economistas progresistas del país: usar esa inmensa riqueza para financiar una economía diversificada, equitativa, sólida y sustentable.
La historia dice que donde hay petróleo hay corrupción y despilfarro. Durante la última parte del siglo XX, Venezuela se deslizó por esa misma pendiente, anulando las conquistas sociales de las décadas del 60 y 70, en que subieron los índices de desarrollo humano gracias a la intervención estatal.
Pero Chávez, el comunicador, tiene éxito. Obtiene sonrisas aprobatorias y hasta fenómenos políticos, tales como la renovada potencia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), de la que Venezuela es uno de los 11 países miembros.
Este fin de semana, en una campaña para recortar la oferta mundial de petróleo, está saltando entre Ryad, Teherán y Moscú, para seguir luego a Londres, México y Ottawa.
Sin embargo, en Venezuela las desigualdades sociales y la criminalidad siguen siendo igualmente agobiantes, una cuerda que se estira y que algunos esperan que reviente antes de que se sepa si hay o no, como se dice en ese país, «carne en la tostada».
Tras hablar cinco minutos con Chávez, una funcionaria del municipio de Lisboa calificó el viernes al mandatario venezolano como «charmoso», una palabra que resume atributos de simpatía, calidez y atracción física.
Poco antes, el alcalde de Lisboa, Joao Soares, había elogiado el estilo «informal» de Chávez, quien recibió feliz las llaves de la ciudad, se asomó al balcón a ver el paisaje y se preocupó de saludar no sólo a los diplomáticos, sino también a dos asombrados invisibles: el portaestandarte y el operador de sonido.
Tras la salida del mandatario venezolano, los funcionarios municipales inmediatamente lo compararon con su par chileno, Ricardo Lagos, quien participó días atrás de una ceremonia similar sin salirse un segundo del protocolo, dejó invisibles a los invisibles y se marchó sin dejar rastro. (FIN/IPS/ak/dm/ip/01