La principal línea aérea canadiense, Air Canada, atrapada en el colapso general de la aviación comercial, anunció el despido de 9.000 empleados y que sin asistencia del gobierno no sobrevivirá más de tres meses.
Air Canada decidió hacer efectivos 5.000 despidos esta semana y redujo su flota en 84 jets y 20 por ciento sus vuelos, alcanzada de lleno por la crisis estallada luego de los atentados en Estados Unidos.
«Desafortunadamente, no podemos asegurar que estas reducciones serán suficientes. A menos que reciba una importante inyección de fondos, Air Canada no sobrevivirá más de tres meses», dijo el presidente de la compañía, Robert Milton.
El gobierno anunció el martes una asistencia global de 100 millones de dólares al sector de la aviación comercial.
Air Canada había solicitado unos 2.000 millones de dólares, aunque redujo sus aspiraciones al ver que las aerolíneas estadounidenses obtuvieron sólo 15.000 de los 25.000 millones solicitados a su gobierno.
El índice financiero de la firma Standard & Poor's rebajó el martes la calificación de la deuda de la compañía.
Air Canada ya había pedido auxilio antes de que se perpetraran los atentados el 11 de septiembre con aviones de pasajeros lanzados como proyectiles contra las torres gemelas, en Nueva York, y el Pentágono, en Washington.
La compañía solicitó al gobierno federal un préstamo de 320 millones de dólares para financiar la compra de jets a la fabricante Bombardier Corporation, una rebaja por un monto similar del pago de servicios a las terminales aéreas, así como reducciones impositivas al combustible.
El ministro de Transporte, David Collenette, sugirió la posibilidad de una ayuda mayor. Pero un salvataje completo de Air Canada insumiría todo el fondo de contingencia del gobierno, y lo colocaría en situación deficitaria por primera vez en cuatro años, afirmaron autoridades.
La quiebra de la principal aerolínea nacional dejaría a Canadá virtualmente sin servicios aéreos.
Con 60 años de vida y privatizada en 1995, Air Canada tiene casi el monopolio del espacio aéreo nacional, pues el gobierno prohibió la competencia extranjera en los vuelos de cabotaje, para evitar las dificultades que ya antes de los atentados en Estados Unidos agobiaban a las líneas aéreas.
Sólo un puñado de empresas pequeñas desafían la hegemonía de Air Canada, pero casi todas tienen problemas financieros.
La protección no bastó para mantener a flote a la compañía, que está abrumada por una deuda a largo plazo de 7.000 millones de dólares y por la caída de sus ingresos. Las acciones de la firma perdieron 75 por ciento de su valor en 2000.
Las deudas se deben en gran medida a la política de reducción del precio de los pasajes aplicada por Air Canada para liquidar la competencia en el hasta hace poco lucrativo mercado de las rutas cortas entre Montreal, Ottawa y Toronto.
En enero de 2000, la empresa adquirió la segunda línea aérea nacional, Canadian Airlines, tras una puja con otra firma interesada, Onex Limited.
Muchos aseguran que Air Canada pagó demasiado por Canadian Airlines, una alicaída empresa que cubría rutas internas de larga distancia y vuelos internacionales a Asia, entre los más golpeados por la recesión en el sector.
La perspectiva de más despidos puede complicar las relaciones con los sindicatos. Un acuerdo laboral impide a Air Canada a despedir hasta marzo de 2004 a empleados afiliados al Sindicato Canadiense de Trabajadores del Transporte (CAW).
«Los trabajadores no tienen nada que ver con la crisis y no pueden ser los que paguen los platos rotos», advirtió el presidente de CAW, Buzz Hargrove. Los pilotos de la línea aérea tienen un convenio similar de seguridad laboral.
El gobierno debe colaborar para minimizar el impacto de la grave situación en los empleados, señaló François Bellemare, presidente del sector aéreo del Sindicato Canadiense de Empleados Públicos.
«En los últimos años hemos sufrido más que suficiente por las decisiones que las autoridades tomaron sobre la industria aérea. Es tiempo de que empiecen a ayudar a los empleados», dijo Bellemare.
En lo inmediato, Air Canada debería recortar gastos, retirándose del negocio de venta de pasajes por la red mundial de computadoras Internet, vendiendo sus talleres de reparaciones y cancelando sus planes de crear una subsidiaria, opinan los analistas.
Pero ejecutivos del sector pretenden que el gobierno autorice a capitales extranjeros a adquirir al menos una parte de la compañía, que sólo sobrevivirá si recibe una gran inyección de fondos y realiza más recortes de personal y de vuelos, sostienen.
«Tienen que optar por alguna de estas opciones, porque la inmovilidad no va a funcionar», dijo Richard Bittenbender, vicepresidente de la consultora financiera Moody's Investor Service.
La política oficial de cielos cerrados para compañías extranjeras ahora no tiene sentido, pues «ninguna compañía aérea del mundo puede encarar su axpansión» y todas luchan únicamente por su supervivencia, puntualizó Bittenbender. (FIN/IPS/tra- eng/mb/aa/dc-ff/if/01