El trabajo de la mujer rural en Africa es objeto de incomprensión, menosprecio y subestimación, a pesar de su importante aporte a la seguridad alimentaria de la población, dijeron sindicalistas africanas.
Como ocurre con las labores domésticas en la familia, el trabajo de gran parte de las mujeres rurales no recibe remuneración, advirtió la senegalesa Angelique Correa, de la Comisión de Mujeres de la Organización Democrática Sindical de Trabajadores Africanos.
La situación de las mujeres que se ocupan de tareas agrícolas en Africa fue expuesta durante la Conferencia Internacional de las Mujeres Trabajadoras de la CMT, que sesionó el fin de semana en Bucarest,
La CMT (Confederacion Mundial del Trabajo), un movimiento sindical internacional que agrupa a 140 organizaciones autónomas y democráticas de trabajadores, realiza esta semana su congreso cuadrienal en la capital de Rumania.
La discusión del tema de la mujer rural en Africa reflejó el grado de participación femenina en la agricultura de ese continente, que se eleva a 80 por ciento en el sector de cultivos de alimentos para la subsistencia.
A pesar de esa proporción, las mujeres rurales africanas sólo reciben cinco por ciento de los recursos suministrados por servicios externos, precisó Correa.
Los recursos y la ayuda técnica para la agricultura se canalizan en gran parte hacia los hombres que cultivan los alimentos para la exportacion. Las semillas y herramientas mejoradas se entregan a los grandes agricultores comerciales, que son casi siempre hombres.
Otro aspecto que relega a la mujer rural africana es la propiedad de la tierra. En muchos países, la mujer no posee la tierra que ella misma cultiva, confirmó Correa.
La secretaria confederal de la CMT, Necie Lucero, de Filipinas, otorgó dimensión mas amplia al problema, al indicar que los gobiernos, por lo general, transfieren la tierra casi únicamente a los hombres.
Esa conducta revela que la mayoría de las políticas gubernamentales están impregnada de concepciones incorrectas sobre género, sostuvo Correa.
La discriminación en la cesión de tierras demuestra que en los gobiernos predomina el criterio de que el hombre es responsable y la mujer es dependiente, a pesar de la evidencia de que en las sociedades agrarias de la actualidad, más mujeres que hombres trabajan la tierra, argumentó.
En el informe presentado al congreso, la CMT describió en general la agricultura como uno de los sectores más perjudicados por el fenómeno de la mundialización.
El mundo campesino es claramente marginado, afectado por la pobreza y la miseria, dijo Willy Thys, de Bélgica, secretario general de la central obrera.
La distribución de la tierra se hace ahora a través del mercado y no a través del Estado. En consecuencia, se produce una exclusión de miles de campesinos, que no tienen siquiera un pedazo de tierra para cultivar y sobrevivir.
En contraste, una concentración de grandes extensiones de tierra va a parar a manos de latifundios o de grandes empresas transnacionales. En algunos países se ha llegado a hablar de «contrarreforma agraria», señaló Thys en su informe.
Ese fenómeno determina en Africa y en otras regiones en desarrollo que la producción agrícola sea destinada a la exportación, mientras que los países pobres son totalmente dependientes de la importación de bienes alimenticios y su población sufre malnutrición y hambre crónica.
Correa aclaró que en los pocos casos en que mujeres rurales africanas son propietarias de tierras, se trata de extensiones pequeñas y de escaso valor. Además, cuando esas mujeres enviudan o se divorcian, pueden ser expulsadas de sus parcelas.
Por otra parte, una mujer tiene que vencer innumerables dificultades para obtener un crédito bancario. Lo mismo ocurre con el acceso a la tecnología, los servicios externos, la capacitación y la comercialización agrícolas.
En algunos países, numerosas instituciones de crédito y cooperativas que comercializan productos alimentarios de exportación limitan el derecho de asociación al jefe de familia.
De esa manera excluyen a gran parte de las mujeres, casadas o no. Los bancos demandan garantías en forma de propiedad inmobiliaria y un consentimiento masculino antes de aprobar el préstamo a una mujer trabajadora.
Correa subrayó que en Africa, la pandemia del sida ha acentuado la crisis en el empleo agrícola y agravado los problemas de desnutrición, sumando así un peso suplementario a las mujeres rurales. (FIN/IPS/pc/ff/lb dv/01