Muchos habitantes de Siria temen que Estados Unidos responda con un ataque al apoyo de Damasco a organizaciones armadas como la libanesa Hizbolá (Partido de Dios), considerada terrorista por Washington.
La campaña internacional antiterrorista lanzada por Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington comenzó con el bombardeo de Afganistán, pero altos funcionarios estadounidenses han advertido que puede extenderse a otros países.
El subsecretario de Estado estadounidense, Richard Armitage, dijo que su país podría iniciar acciones militares contra naciones como Siria, si éstas no accedían a las demandas de Washington de cooperar en la lucha antiterrorista.
Sin embargo, parece poco probable que Washington ataque a Siria, que ocupa desde el 15 de este mes un lugar rotativo en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el que obtuvo con 160 votos en 177 en la Asamblea General del foro mundial y retendrá hasta 2003.
Eso no ha tranquilizado a la población siria, que desde la semana pasada compra grandes cantidades de obras sobre religión en la anual Feria del Libro de Damasco, para tratar de compremder mejor los atentados del 11 de septiembre, de los cuales Washington y sus aliados acusan a terroristas islámicos.
La mayoría de la población siria es musulmana, aunque el Estado es laico, a diferencia de los de otros países de Medio Orienta, y su apoyo a organizaciones armadas de otros países que reivindican el Islam se debe ante todo a razones políticas.
Un taxista de Damasco dijo a IPS que estaba muy enojado con el magnate saudita Osama bin Laden, dirigente de la organización fundamentalista islámica Al Qaeda, a quien el gobierno estadounidense considera responsable de los atentados contra Nueva York y Washington.
El bombardeo de Afganistán comenzó luego de que el movimiento fundamentalista islámico Talibán, que controla la mayor parte del territorio afgano, se negara a entregar a Bin Laden, su huésped desde hace años.
«¿Por qué Bin Laden no usa su dinero para ayudar al pueblo afgano, mediante la construcción de hospitales y escuelas, en vez de desperdiciarlo en una guerra contra Estados Unidos?», dijo el taxista, quien opinó que el saudita desfigura la doctrina del Islam.
Sin embargo, también condenó los ataques estadounidenses contra Afganistán, como lo hacen muchos otros árabes y musulmanes.
«No tendrían que bombardear al pobre pueblo afgano, que ya ha sufrido mucho. Después de todo, Bin Laden es saudí. Estados Unidos debería bombardear Arabia Saudita», opinó.
«Tenemos miedo. Nadie sabe qué va a pasar», dijo a IPS Dalal Rajabasha, una mujer de mediana edad que compró en la Feria del Libro una obra sobre Bin Laden escrita por un sirio, y otra sobre el secretario de Estado estadounidense, Colin Powell.
«Estados Unidos puede bombardear aeropuertos o carreteras de este país, debido a nuestro apoyo a Hizbolá», opinó.
El respaldo de Damasco a Hizbolá, una organización musulmana chiíta que luchó contra la ocupación israelí de Líbano, es el principal motivo de que Washington haya incluido a Siria en su lista de Estados que patrocinan el terrorismo.
El gobierno estadounidense también supone que Damasco tuvo relación con ataques mediante bombas, secuestros, toma de rehenes y asesinatos de diplomáticos cometidos en Berut en los años 80, en perjuicio de occidentales.
Sin embargo, en el informe de este año del Departamento de Estado estadounidense sobre terrorismo internacional se afirmó que «no hay evidencia de que funcionarios sirios hayan estado directamente involucrados en planear o ejecutar ataques terroristas desde 1986».
Pero Damasco aún apoya a varias organizaciones palestinas con sede en Damasco, consideradas terroristas por Washington, entre ellas el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), liderado por Ahmad Jibril, una escisión de ese grupo llamada FPLP- Comando General, y Abu Nidal.
La organización palestina Hamas, también considerada terrorista por el gobierno estadounidense, fue autorizada el año pasado a abrir una oficina en Damasco.
Sin embargo, el anterior presidente sirio, Hafez el Assad, fallecido en junio del año pasado, reprimió con extrema severidad a algunos grupos fundamentalistas islámicos, y en especial a la insurgente Hermandad Musulmana, de orientación sunnita.
Según versiones periodísticas, Washington estaría dispuesto a borrar a Siria de su lista de países que patrocinan al terrorismo, si Damasco ejerce presión para acotar las actividades de Hizbolá.
Analistas regionales opinan que el gobierno sirio emplea a Hizbolá como una herramienta para apoyar su reivindicación de los altos del Golán, territorio de Siria ocupado por Israel desde 1967.
«Es posible que Siria esté dispuesta a brindar a Estados Unidos información sobre personas que han pasado por el país», dijo a IPS un diplomático occidental que no quiso ser identificado.
«La negociación se lleva a cabo entre tres partes. No sólo Estados Unidos y Siria, sino también Israel», añadió.
Otras fuentes diplomáticas en Damasco afirmaron que en la actualidad no hay fricciones entre el gobierno estadounidense y el sirio, pero que no está claro que niveles de cooperación contra el terrorismo pide y recibe Washington.
Esas fuentes descartaron la posibilidad de un ataque estadounidense contra Siria, un país al cual uno de los diplomáticos definió como «el corazón del mundo árabe».
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, dijo la semana pasada que tomaba en serio la oferta siria de cooperación en la campaña antiterrorista, pero agregó que hacían falta hechos, y no sólo palabras.
El parlamentario sirio Yasser Nahlawi enfatizó que su país no escatimará esfuerzos en la lucha antiterrorista, si ésta se inscribe en el marco de las normas internacionales y respeta los derechos de los pueblos.
Eso significa que la campaña contra el terrorismo debería ser conducida por la ONU, y que Damasco debería mantener su apoyo a grupos como Hiszbolá, a los cuales no considera terroristas sino combatientes por la libertad, explicó.
«Es preciso distinguir a los terroristas que matan civiles de los movimientos de resistencia que atacan objetivos militares, para liberar a sus países de una ocupación», enfatizó.
Esa distinción es una de las grandes diferencias entre los enfoques del asunto por parte de Estados Unidos y de la mayoría del mundo árabe. (FIN/IPS/tra-eng/kg/mn/mp/ip/01