Científicos de Cuba buscan combinar varias vacunas para reducir la cantidad de inyecciones previstas en el programa de inmunización, que protege a la infancia de 13 enfermedades, entre ellas la hepatitis B y la meningitis meningocócica B y C.
Ese tipo de preparado forma parte de los proyectos, algunos de los cuales están a punto de salir al mercado, puestos en marcha por el Instituto Finlay, centro de investigación y producción de vacunas que aspira también a fabricar varios de los antídotos que son importados en la actualidad.
«Combinar vacunas es una tendencia en el mundo actual, debido a la gran cantidad de inyecciones que reciben los niños en su primer año de vida», señaló a IPS Franklin Sotolongo, director de Asistencia Científico-Técnica Aplicada del Instituto Finlay.
Sotolongo añadió que la inoculación de algunos antídotos coincide en tiempos muy cercanos y se pueden combinar si se comprueba que no son incompatibles y que no interfieren entre sí desde el punto de vista epidemiológico.
«No es un cóctel de vacunas, pero se pueden mezclar cuatro y hasta más», comentó Sotolongo, quien integró el equipo que obtuvo el único preparado efectivo que hoy existe en el mundo contra el meningococo B, incorporado desde 1991 al programa cubano de inmunización del Ministerio de Salud.
Este programa incluyó en 1992 el antídoto contra la hepatitis B, elaborado en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), líder entre las más de 40 instituciones del llamado polo científico y tecnológico ubicado al oeste de La Habana.
Entre los proyectos prioritarios del Instituto Finlay figura la vacuna combinada Meningitis BC-Hepatitis B y la Tétano-Difteria- Pertusis, además de un preparado contra la leptospirosis y la salmonella B, causante de la fiebre tifoidea.
Estas dos últimas vacunas podrían estar listas para ser aplicadas el año próximo, informó Sotolongo, quien añadió que además se trabaja en un antídoto contra el cólera, enfermedad que, aunque no existe en Cuba, es un azote para muchos países del Sur en desarrollo.
«Las empresas transnacionales no lo incluyen en su línea de desarrollo, porque no se trata de una enfermedad que afecte al Norte industrializado, y Cuba puede prestar la tecnología, una vez que se logre resultado final», puntualizó el científico.
Sotolongo agregó que el Instituto Finlay tiene «muy avanzado» el proyecto para producir una vacuna contra la haemophilus influenzae tipo B, causante también de la meningitis, lo cual permitirá al Estado ahorrar recursos que actualmente dedica a la importación del producto.
Actualmente, los niños cubanos están protegidos contra la meningocócica B y C, hepatitis B, difteria, tétano, tosferina, haemophilus influenzae tipo B, parotiditis, rubeola, sarampión, fiebre tifoidea y poliomelitis.
Las autoridades sanitarias indican que el vasto plan de vacunación permitió la eliminación de la poliomelitis a partir de 1962, del tétanos neonatal y la meningitis tuberculosa en los niños menores de un año desde 1972 y la difteria desde 1979.
Así mismo, gracias a la campaña sanitaria desaparecieron el síndrome de rubeola congénita y la meningoencefalitis postparotiditis, en 1989.
Cuba dedica 1,2 por ciento del producto interno bruto a gastos domésticos en ciencia y tecnología y cuenta con 1,8 científicos e ingenieros por cada 1.000 habitantes.
En los laboratorios del CIGB se intenta obtener un antídoto de administración intranasal contra la hepatitis B, mientras continúa la búsqueda de una vacuna efectiva contra el dengue y otra contra el VIH (virus de inmunodeficiencia humana), causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
«Nuestros productos tienen un impacto importante en la salud de la población cubana de más de 11 millones de habitantes, y además se exportan», comentó Pedro López Saura, director de Regulaciones y Ensayos Clínicos del CIGB.
Tanto la vacuna contra la hepatitis B como la antimeningocócica (VA-MENGOC-BC) probaron su eficacia también en países de América Latina, de Asia y más recientemente en Argelia y en Túnez.
La vacuna VA-MENGOC-BC podría penetrar en fecha próxima el codiciado mercado europeo y posteriormente el de Estados Unidos, una vez finalizado el proceso abierto en 1999 por la firma británico-estadounidense Smith Kline Beecham Pharmaceuticals.
Esa empresa transnacional obtuvo en 1999 la autorización de Washington para firmar un convenio con el Instituto Finlay, con vista a la comercialización en Europa de la VA-MENGOC-BC.
El acuerdo abrió, con ciertas condiciones, una brecha en el embargo impuesto por Estados Unidos, que prohíbe desde comienzos de los años 60 todo comercio con la isla de régimen socialista.
«Una de esas condiciones exige que la mitad de las ganancias logradas por la futura venta del antídoto debe ser entregada en alimentos y medicamentos, no en efectivo», recordó Sotolongo.
Otra cláusula del convenio establece que para, llegar a Estados Unidos, el producto debe ser aplicado primero en Europa.
Una prueba de la vacuna que se realizará en meses próximos en Bélgica resulta decisiva para obtener la licencia de registro en ese país en 2002.
«Tenemos previsto un estudio en España, que permitiría completar los requisitos para que pueda entrar al mercado europeo», concluyó Sotolongo. FIN/IPS/pg/dm/he/01