La Organización Mundial de la Salud (OMS) tomó nota de una evaluación científica que señaló los campos eléctricos y magnéticos de teléfonos celulares, tendidos de energía y radares como posibles causantes de cáncer en el hombre, pero pidieron más investigaciones.
La OMS recomendó que la identificación de los campos eléctricos y magnéticos de frecuencia en extremo baja (ELF) como cancerígenos sea sometida a investigaciones minuciosas y específicas que arrojen informaciones concluyentes.
Algunos de esos estudios se encuentran en marcha por lo menos desde 1979 y se espera que los resultados estén listos en los próximos dos o tres años.
Mientras, la OMS recordó su disposición a ayudar a las autoridades de los países para que evalúen los potenciales riesgos sanitarios de los sistemas de generación y distribución de electricidad, entre otras fuentes de ELF.
Las principales preocupaciones del público se relacionan con la inocuidad de los teléfonos celulares móviles, los tendidos eléctricos y los dispositivos de control de la velocidad por radar utilizados por la policía.
Informes científicos han sugerido que la exposición a los campos electromagnéticos emitidos por esos aparatos podría tener efectos perjudiciales para la salud, tales como cáncer, reducción de la fecundidad, pérdida de memoria y cambios negativos en el comportamiento y el desarrollo de los niños.
La investigación sobre el poder cancerígeno de los campos eléctricos y magnéticos ELF fue efectuada por una agencia dependiente de la OMS, el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer (CIIC), con sede en Lyon, Francia.
Un grupo del CIIC examinó en junio los estudios realizados sobre el poder cancerígeno de los campos eléctricos y magnéticos ELF y estáticos.
Los expertos, mediante el empleo de la clasificación estándar del CIIC que evalúa pruebas en humanos, animales y laborarorio, ubicó a los campos magnéticos ELF en la categoría de «posibles cancerígenos para el hombre».
La clasificación de «posible cancerígeno para humanos» se aplica a los agentes sobre los cuales existen indicios limitados de efecto cancerígeno en humanos e indicios insuficientes de efecto cancerígeno en animales de laboratorio.
El grupo se basó, para establecer esa clasificación, en estudios epidemiológicos realizados sobre la leucemia en la infancia.
En cambio, los expertos determinaron que, debido a la insuficiencia o a las contradicciones de la información científica, consideraban «no clasificables» otros tipos de cáncer en niños y en adultos.
Por las mismas razones tampoco clasificaron a los resultados de otras clases de exposiciones, como los campos estáticos y los campos eléctricos ELF.
La categoría de «posible cancerígeno para humanos» es la más débil de las tres que utiliza el CIIC para clasificar, con base en pruebas científicas publicadas, los factores que pueden provocar el cáncer.
En esa clasificación, además de los campos magnéticos ELF, se incluyen el café, el estireno (un hidrocarburo que se encuentra en el alquitrán), los gases de escape de los motores de gasolina y los gases de soldaduras.
La segunda clasificación comprende a factores «probablemente cancerígenos para el hombre», que se identifican por las pruebas sólidas de que causan cáncer en los animales.
La categoría intermedia abarca a los gases de escape de motores Diesel, las lámparas solares, los rayos ultravioletas y los formaldeídos (gas empleado para fabricar colorantes, resinas sintéticas, textiles, papeles y otros productos).
La más severa de las categorías se refiere a los «cancerígenos para humanos», sobre los cuales existen pruebas sólidas de sus efectos en el hombre.
La tercera clasificación comprende el amianto (también llamado asbesto), iperita o gas mostaza (un arma química), aspiración de humo de tabaco, tanto en fumadores activos como pasivos, y rayos gamma.
La OMS, que divulgó esta semana las conclusiones del CIIC, recordó que los campos ELF son conocidos porque actúan sobre los tejidos por medio de campos y corrientes eléctricos.
Sin embargo, las corrientes eléctricas inducidas por los campos ELF que se encuentran por lo común en el ambiente humano son normalmente más débiles que las corrientes más poderosas que circulan naturalmente por el organismo, como las que controlan los latidos del corazón.
Los primeros estudios epidemiológicos que comenzaron a crear dudas sobre los campos magnéticos cercanos a las líneas eléctricas se remontan a 1979.
Desde entonces se han efectuado numerosas investigaciones para determinar si la exposición a la ELF puede ocasionar cáncer, en especial la leucemia en los niños.
La OMS observó que hasta ahora no se ha podido establecer de manera consecuente que los campos ELF presentes en el ambiente humano dañen directamente las moléculas biológicas, incluido el ADN.
Como parece improbable que los campos ELF puedan iniciar el cáncer, la mayoría de las investigaciones se ha orientado a determinar si la exposición a los campos ELF puede tener influencia en la promoción o en colaborar para la promoción del cáncer.
Los resultados de estudios realizados en animales sugieren hasta ahora que los campos ELF no contribuyen a iniciar ni a promover el cáncer, refirió la OMS.
Sin embargo, análisis efectuados por el CIIC sugieren que en una población expuesta a campos magnéticos medianos, el número de niños que pueden contraer leucemia duplica al de una población sometida a campos más débiles.
Los estudios del CIIC encaran la cuestión del eventual poder cancerígeno de los campos de frecuencia extremadamente baja.
En la próxima etapa se concentrarán en estimar la probabilidad del cáncer en la población en general debido a las exposiciones habituales y también a examinar las pruebas sobre otras enfermedades, no tumorales.
La OMC recomienda la adopción de ciertas medidas de precaución, en particular por los gobiernos y las industrias, que deberán actualizarse sobre los últimos descubrimientos científicos y suministrar al público información equilibrada, clara y exhaustiva.
Con respecto al público, la OMS recomienda optar por una disminución de su exposición a los campos electromagnéticos mediante la reducción del uso de ciertos aparatos eléctricos o por el aumento de la distancia de las fuentes que producen campos elevados.
La institución sanitaria propone también que la instalación de nuevas líneas eléctricas se realice en consulta con las autoridades locales, la industria y el público. (FIN/IPS/pc/01)