PERU: Víctimas de violencia doméstica renuncian al silencio

Lenta, pero perceptiblemente, la violencia familiar deja de ser un asunto vergonzante para la víctima en Perú y se extiende la idea de que debe ser erradicada con intervención de la justicia.

«Es cada vez mayor el número de mujeres, antes víctimas calladas de actos de violencia familiar, que ya no aceptan sufrir en silencio y se animan a denunciar a sus victimarios», comentó la trabajadora social Gloria Vázquez.

«Lo importante de esta nueva actitud no es sólo que las víctimas logran romper el muro vergonzante del silencio y pueden detener las agresiones, sino que, con su actitud, están diseñando nuevos modelos de comportamiento para sus hijas», explicó.

Vázquez añadió que, «al igual que en el campo laboral y en la legislación penal, en el escenario familiar se libra una de las batallas decisivas para erradicar la cultura abusiva del machismo».

Las autoridades comenzaron en julio a ejecutar el Plan Nacional contra la Violencia hacia la Mujer, que contempla acciones coordinadas de los ministerios de Promoción de la Mujer y del Desarrollo Humano (Promudeh), de Interior, de Justicia, de Salud y de Educación.

El programa es acompañado con la creación de la Comisaría de la Mujer, conformado en su mayor parte por personal femenino, y la implementación en las municipalidades de módulos para atender casos de violencia familiar, en los que intervienen funcionarios de las cinco carteras involucradas.

Datos del Promudeh indican que el año pasado esos módulos, denominados Defensorías Municipales de la Mujer, recibieron unas 40.000 denuncias de agresiones domésticas, 22 por ciento más que en 1999.

Sin embargo, esa estadística es sólo «la punta del iceberg» de este problema en Perú, según Dina Yañez, del movimiento feminista Flora Tristán.

Expertos calculan que, en este país con 25 millones de habitantes, 34 por ciento de las mujeres adultas han sido objeto de por lo menos un episodio de violencia física o psíquica perpetrado por sus parejas.

María Isabel Rosas, especialista en derecho familiar, señaló que «el aumento de las denuncias no significa necesariamente un incremento de la violencia familiar en nuestro medio, pero sí revela que es cada vez mayor el número de mujeres que se animan a denunciar a sus victimarios».

Pero el avance en el campo de la violencia familiar también ha dado otras sorpresas en los últimos tiempos, como es el caso de hombres que acusan a sus parejas ante la policía o la justicia de cometer agresiones físicas contra ellos.

Pero las denuncias de abusos físicos cometidos por mujeres siguen siendo una ínfima minoría respecto de la cantidad de agresores masculinos. El Promudeh informó que en 2000 fueron reportados sólo 78 casos de maridos golpeados, frente a 40.000 mujeres agredidas por sus esposos o convivientes.

A pesar de esa realidad, la aparición de denuncias masculinas es considerado un hecho importante desde el punto de vista cultural, pues refleja el avance en la sociedad de la noción de que el agresor padece una enfermedad y su conducta debe ser atendida por las autoridades y psiquiatras.

«La mujer que ocultaba las agresiones físicas que le propina su marido y el hombre que las silenciaba, porque consideraba vergonzoso haberse dejado golpear, están reaccionando frente a los patrones culturales machistas de que el hombre tiene derecho a golpear a su pareja», comentó el sociólogo Alberto Panessi.

«En consecuencia, si bien es conveniente promover la estabilidad de la pareja, esto no puede derivar en la tolerancia y el ocultamiento de la violencia surgida dentro de la dinámica de poder en el escenario familiar», concluyó.

Por su parte, Clara Mosquera, abogada del movimiento feminista Manuela Ramos, precisó que el primer hombre que se presentó en febrero de 2000 a denunciar que era víctima de su esposa fue objeto de burlas por parte de la policía.

Esta persona narró que los policías le dijeron: «no le pegues mucho, pero dale golpe por golpe para que aprenda». Ante esa respuesta, el hombre se presentó a la Comisaría de Mujeres para que fuera atendido por una policía, que fue quien derivó el caso, indicó Mosquera.

En la Comisaría de Mujeres mencionan otro caso. Un varón que acusó a su esposa de querer arrojarlo desde la ventana de su apartamento, situado en un tercer piso, y lo amenazó con herirlo cuando durmiera.

«Son igualmente delictivos e insanos el hombre que propina trompadas o puntapiés a sus cónyuges como la mujer que golpea con un palo a su esposo, o lo amenaza con armas, pues están recurriendo a la violencia para dirimir el control del escenario doméstico», expresó Mosquera.

En tanto, la psiquiatra Marta Rondon, presidenta de la Asociación Peruana de Salud Mental de la Mujer, puntualizó que las encuestas entre las mujeres que recurren a los centros de atención primaria de salud indican que al menos 25 por ciento han sido víctimas de algún tipo de violencia familiar.

«Lo importante y grave es que, si bien las huellas o aún las heridas producidas por las agresiones pueden desaparecer con el tiempo, en 85 por ciento de los casos quedan secuelas de trastornos de ansiedad y depresivos», agregó.

«La violencia doméstica suele ser resultado de una dinámica de poder entre las parejas, en donde las mujeres están en posición desventajosa, a pesar de sus avances en el campo social y laboral», dijo.

Rondón entiende que, «en consecuencia, las estrategias de intervención deben comprender campañas educativas que identifiquen la violencia doméstica como anormal e injusta, así como intervenciones puntuales en los servicios de salud, que incluyan apoyo psicológico».

«Pero el problema social no se resolverá definitiva y adecuadamente sino cuando se alcance la igualdad real entre todos los hombres y mujeres», concluyó. (FIN/IPS/al/dm/pr hd/01

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