La comunidad cristiana podría desaparecer de los territorios palestinos debido a la escalada de la violencia, que provoca un éxodo en busca de una vida más tranquila y próspera en el extranjero.
Los habitantes de Belén, la ciudad en que nació Cristo, comenzaron a reconstruir su vida esta semana tras una incursión de 10 días del ejército de Israel que dejó como saldo 20 familias en duelo, decenas de viviendas y comercios destruidos, y daños a iglesias, hospitales y a la universidad.
Israel había ocupado Belén junto a otras cinco ciudades bajo autogobierno palestino en represalia por el asesinato del ministro de Turismo Rehavam Zeevi, el día 17, reivindicado por radicales palestinos.
En la vecina localidad cristiana de Beit Jala, los tanques subían y bajaban por las estrechas callejuelas flanqueadas por iglesias y cementerios, y la población se recluyó en sus casas. Al menos 10 habitantes murieron, entre ellos un monaguillo en la plaza Manger.
En la calle San Nicolás, en Beit Jala, una estatua de la virgen María custodia el hogar de la familia Nazal. El lado norte de la casa ya sufrió las consecuencias de un ataque previo de helicópteros israelíes.
Los sonidos de la guerra obligan a la familia a recluirse. «Somos como animales aterrorizados dentro de nuestra propia casa», declaró Cecile Nazal.
Varios miembros de la familia ya huyeron de la «Tierra Santa». Nicola, de 18 años, estudia odontología en Madrid, y Milad, de 30, está casado y fundó su propia empresa en Honduras. George, el esposo de Cecile, se unió a Milad.
Azotados por la ocupación israelí, los constantes enfrentamientos, los cierres de frontera y las malas perspectivas laborales, los cristianos aprovechan sus contactos en el exterior para ir en busca de mejores horizontes, señaló el analista Bernard Sabella.
«Cuando una región sufre disturbios o inestabilidad política, los jóvenes son los primeros en irse. Pero ahora, familias enteras están huyendo», agregó.
Una encuesta de opinión realizada en marzo reveló que más de un cuarto de los cristianos palestinos de Gaza, Cisjordania e Israel quisieran emigrar.
«Eso tiene importantes implicaciones, considerando que la población cristiana ya es tan pequeña», observó Sabella.
Los cristianos árabes constituyen menos de dos por ciento de la población de Israel y Cisjordania. Con un crecimiento anual de 2,2 por ciento, el incremento en números absolutos es de apenas 1.100 al año.
Sin embargo, desde el comienzo de la segunda intifada o levantamiento de los palestinos contra la ocupación israelí, más de 1.000 cristianos partieron.
«Si esta tendencia continúa, en 20 o 30 años no quedarán cristianos en la Tierra Santa», dijo Sabella.
Actualmente, la zona de Belén tiene unos 20.000 habitantes, y 7.000 de ellos son cristianos.
En la iglesia Santa Catalina, en la plaza Manger, los bancos estaban casi vacíos el pasado domingo. Sólo 20 de 1.000 parroquianos se atrevieron de salir a su casa para asistir a misa.
«Es una terrible tragedia», dijo el sacerdote franciscano Fergus Clark.
Pero esta no es la primera vez que los cristianos deben huir en grandes números de estos territorios.
A fines del siglo XIX, en medio de la decadencia económica de Palestina bajo el imperio otomano, muchos residentes de Belén emigraron hacia América central y América del Sur, donde prosperaron en la industria textil y se los llamaba «turcos».
Ahora, los constantes combates, los sitios a localidades palestinas y la parálisis del turismo y la economía en general provocan un nuevo éxodo.
«Si la gente tuviera trabajo seguro no pensaría en irse», dijo Sabella.
Samer, el único hijo de Nazal que vive con ella, trabajaba en un casino en la ciudad palestina de Jericó, pero el casino cerró tras caer bajo fuego israelí en reiteradas ocasiones, dejando cientos de desempleados.
Ahora, Nazal y Samer planean irse a vivir a Honduras junto a George y Milad.
«¿Por cuánto tiempo? Quién sabe. Dios mediante, quizá podamos volver cuando los israelíes se hayan ido, y todo esté tranquilo otra vez», dijo Nazal. (FIN/IPS/tra-en/vq/mn/mlm/pr/01